La docuserie de cuatro capítulos Desapariciones: ¿Vivos o muertos?, de Netflix, plantea una incógnita desde sus primeras escenas. ¿Qué ocurre cuando alguien desaparece? ¿Se asume que ha muerto? ¿Se trata de la primera señal de un crimen violento? También aporta datos de contexto que permiten comprender la envergadura del interrogante. En EE. UU., desaparecen cada año 1500 personas. Apenas una fracción de esa abultada cifra será denunciada. Una más pequeña aún recibirá respuesta. El resto es una extraña combinación entre vacíos legales, información e identificación y un posible crimen.
La producción sigue el método de investigación del Departamento del Sheriff del condado de Richland (RCSD por sus siglas en inglés), en Carolina del Sur. La institución es una de las pocas del país con una unidad de respuesta rápida para desapariciones. Lo que incluye un cuidadoso protocolo que descarta cualquier situación que pueda entorpecer las indagaciones. Para los funcionarios, todas las denuncias son válidas y cada una de ellas recibirá una respuesta concreta.
Toda una diferencia con los procedimientos que provocan dilaciones y tardanzas. En especial, durante las 24 horas que siguen al momento en que se reporta la ausencia. Pero el primer capítulo de Desapariciones: ¿Vivos o muertos? muestra la urgencia de los cuerpos de seguridad y la percepción sobre lo críticas que resultan las pistas iniciales. Se trata de un cambio de tono y de forma en cómo se afrontan las desapariciones como un posible crimen.
Desapariciones: ¿Vivos o muertos?
El documental Desapariciones: ¿Vivos o muertos?, de Netflix, es el más reciente true crime de la plataforma y uno de los más meticulosos en su investigación. La producción profundiza en el trabajo del Departamento del Sheriff del condado de Richland, en Carolina del Sur y su arduo trabajo sobre desapariciones. El argumento se centra en demostrar que cada caso es tomado en serio por las autoridades y que el protocolo legal actual está concebido para dar respuestas. Aunque no siempre es sencillo. El guion, que analiza los métodos y procesos para la búsqueda de indicios, es hábil al involucrar al espectador y conmoverle con los diversos casos. Al final, la docuserie no añade puntos de vista novedosos, pero sí una nueva mirada a crímenes que a menudo llevan años resolver.
Desapariciones: ¿Vivos o muertos?, un recorrido por casos desconcertantes
Para el Sheriff Leon Lott, los sucesos que involucran una desaparición implican una investigación a fondo. No importa si parece trivial, accidental o fruto del azar. Durante el capítulo inicial de Desapariciones: ¿Vivos o muertos? —el único de una hora de duración— se muestra la forma en que la reacción policial es idéntica en todos los casos. No obstante, ante la extendida creencia de que las autoridades esperan un tiempo antes de dar respuesta, la producción muestra lo contrario.
Las desapariciones son un crimen en el que el transcurrir del tiempo es un elemento de considerable importancia, especialmente cuando se trata de niños, ancianos o personas con discapacidad. Pero Desapariciones: ¿Vivos o muertos? se enfoca en las diferentes variaciones de los métodos. Incluso en adultos saludables, cuya ausencia podría tener una explicación plausible. Para el RCSD, la búsqueda comienza en el mismo momento en que llega a su conocimiento un posible hecho criminal.
El guion hace énfasis en que los funcionarios son conscientes de que avanzan contrarreloj. Los casos, que van desde una niña pequeña hasta un adulto que disfrutaba de haber ganado la lotería, son desconcertantes. En ninguno de ellos existe el más leve indicio de un delito o de algo que pudiera provocar la decisión súbita de abandono. Poco a poco, el argumento puntualiza en una circunstancia escalofriante: las desapariciones pocas veces tienen una explicación o esta es descubierta de inmediato.
Un drama que involucra a los investigadores
Para el grupo de agentes, todos con más de veinte años de experiencia, el recorrido es ingrato y a menudo se vuelve personal. En el segundo capítulo de Desapariciones: ¿Vivos o muertos?, la oficial Vicki Rains explica cómo la búsqueda se hace parte de su vida cotidiana. Llegando a extremos en los que debe dar un paso atrás para poder conciliar el sueño o comer. Para todo el equipo, cada hora que transcurre provoca la pérdida de pistas y hace más turbio el camino para descubrir lo que sucede.
Buena parte de la docuserie está enfocada en demostrar que las instituciones, policías y fiscales, se toman en serio las denuncias. Incluso las que parecen sucesos con explicaciones racionales. No obstante, la decisión de analizar circunstancias por separado implica un protocolo que abarca cada punto posible para esclarecer lo ocurrido. El argumento permite hilvanar la experiencia de los parientes del desaparecido con los esfuerzos que llevan a cabo los oficiales.
Con sobriedad y siguiendo las pautas habituales del true crime, la producción de Netflix intenta revelar cada paso que la policía lleva a cabo en sus pesquisas. El trayecto incluye entrevistas con familiares, la reconstrucción de las últimas horas conocidas de la posible víctima e incluso especulaciones. Todo construido para detectar rápidamente cualquier indicación de un suceso trágico.
Una dura estadística de las despariciones
En su cuarto episodio, la serie profundiza en un punto incómodo. ¿Qué ocurre si, a pesar de los esfuerzos, no hay resultados? Por doloroso que parezca, un considerable porcentaje de casos terminan por ser archivados. Pero en el condado de Richland, la historia no acaba con interrogantes.
Uno de los puntos de mayor interés de Desapariciones: ¿Vivos o muertos? es que la revisión de los sucesos se extiende más allá del lapso de siete días que suele ser el límite de una búsqueda organizada. Para el RCSD, no hay un punto final al esfuerzo. Algo que emparenta al grupo policial con los familiares y víctimas en un único propósito. Conservar la memoria de un hecho que podría tardar años o décadas en tener una respuesta.