Recientemente hemos podido leer algunos titulares sobre la llegada de una vacuna contra el cáncer para 2030. Así, suena como una gran noticia. Y lo cierto es que lo es. Sin embargo, hay que tomarla con la cautela que no alientan ese tipo de titulares. El hallazgo del que hablan es muy prometedor, pero no se trata exactamente de una vacuna contra el cáncer. Al menos no tal y como nos viene la mente al escuchar algo así.
Lo primero en lo que pensamos al oír hablar de una vacuna contra el cáncer es que se trata de un fármaco que podríamos recibir toda la población para prevenir enfermar de cáncer. Al fin y al cabo, eso es una vacuna. Sin embargo, sí que es verdad que, de forma generalizada, este concepto se usa en ciencia para hacer referencia a algo diferente. No son fármacos preventivos, sino tratamientos que entrenan al sistema inmunitario para atacar al cáncer una vez que este se detecta. Ya existen y llevan tiempo empleándose frente a algunos tipos de tumores.
¿Cuál es entonces la diferencia en este caso? Por un lado, que se emplea la tecnología del ARN mensajero, esa misma que se utilizó en algunas vacunas contra la COVID-19. Y, por otro lado, que se puede hacer de forma personalizada para muchos tipos de tumores. ¿Significa eso que se podrá curar absolutamente cualquier cáncer? Desgraciadamente no. Pero eso no lo hace menos importante.
¿En qué consiste la tecnología del ARN mensajero?
El ADN contiene todas las instrucciones necesarias para el correcto funcionamiento de un organismo. Codificada en los genes que lo componen, se encuentra información como el color de los ojos o todo lo necesario para sintetizar insulina, por ejemplo.
Sin embargo, el ADN no puede leerse correctamente. Para usar esa información primero debe transcribirse a otra molécula, llamada ARN mensajero. Esta será la que después sea leída por los ribosomas, que son los que se encargan de sintetizar las proteínas que llevan a cabo todas las funciones necesarias.
Por eso, es una herramienta muy útil para el desarrollo de vacunas. Las primeras vacunas que se sintetizaron a lo largo de la historia consistían en la introducción del organismo del propio agente infeccioso que se quería prevenir, inactivo o atenuado. Más tarde, se desarrollaron otras vacunas, aún más seguras, que incluían solo un componente de este agente infeccioso. Por ejemplo, una proteína que pueda ser detectada por el sistema inmunitario, interpretando que se ha producido la infección.
Pero aún más segura y eficiente es la opción del ARN mensajero. Con él no se introduce ninguna proteína del agente infeccioso. Lo que se hace es darle a nuestras propias células la información para que la construyan. Se introduce el ARN mensajero que, una vez en los ribosomas, les indica cómo construir esa proteína microbiana. Así funcionan las vacunas contra la COVID-19 desarrolladas por Pfizer y Moderna. Sin embargo, es una tecnología con muchas más utilidades. Por ejemplo, el desarrollo de vacunas contra el cáncer.
La vacuna contra el cáncer es un tipo de inmunoterapia
Nuestro sistema inmunitario no se encarga solo de combatir infecciones. También ataca a aquellas células que han empezado a dividirse descontroladamente, evitando así que lleguen a transformarse en tumores. Desgraciadamente, no lo logra siempre. Es ahí cuando comienza el cáncer, por lo que existen terapias que consisten precisamente en echar una mano al sistema inmunitario para que logre atacar al tumor.
Las hay de muchos tipos y todas son conocidas como inmunoterapias. Pero, más coloquialmente, también se conoce a algunas como vacunas contra el cáncer. Hay muchas formas de estimular al sistema inmunitario para que ataque a los tumores. Ahora, científicos de Moderna han anunciado que han encontrado un enfoque a través del ARN mensajero.
Análisis personalizado
Esta vacuna contra el cáncer que han desarrollado combina la bioinformática y la biología molecular y consta de varios pasos.
Para empezar, se toman muestras tanto de células sanas del paciente como de una biopsia extraída del tumor. Después, se secuencia el ADN de ambas y se compara, de forma que se puedan encontrar las mutaciones que solo están en el tumor. Además, gracias al análisis bioinformático, se puede ver cuáles de esas mutaciones son más propensas a desarrollar el cáncer. Pero no solo eso. También se emplea inteligencia artificial para discernir cuáles de esas mutaciones propician la síntesis de proteínas fácilmente reconocibles por el sistema inmunitario.
Una vez que se encuentra la mutación candidata, se sintetiza ARN mensajero con la información para sintetizar esas proteínas. Así, se envían más señales de alerta al sistema inmunitario para que ataque específicamente al tumor. Pero no se administra a toda la población sana, como una vacuna normal. Esta vacuna contra el cáncer solo se administra a pacientes que ya han desarrollado la enfermedad. Por eso, el objetivo son personas con cáncer que han sido operadas del mismo. De este modo, se puede evitar la recurrencia del tumor.
Los científicos de Moderna han anunciado que esperan tener esta vacuna contra el cáncer para 2030 y que sería eficaz contra tipos de tumores que aún no tienen cura. Sin duda, es algo prometedor. Pero eso no quiere decir que vaya a curar y mucho menos prevenir cualquier cáncer en cualquier estado de avance. Sobre todo, debe ser un cáncer operable.
Es un gran paso adelante, no cabe duda. Pero debemos tener cuidado al informar sobre ello. Muchísimas personas aguardan con esperanza la llegada de una cura definitiva. Por eso, es importante darles buenas noticias, pero siempre desde la cautela que requieren.