En buena parte del último capítulo de temporada de The Last of Us, de HBO y disponible en HBO Max, sus personajes se cuestionan el futuro. Lo hace Joel (Pedro Pascal), ante la disyuntiva de decidir si el mundo devastado en que vive merece una segunda oportunidad.
En especial, a costa de qué podría consumarse esa esperanza, corrompida por la derrota y la traición. Un punto en el que el guion de Craig Mazin hace énfasis en más de una ocasión. ¿Cuánto están dispuestos a perder los personajes para encontrar la luz en medio de la oscuridad de la caída de la civilización?
También Ellie (Bella Ramsey) se cuestiona el porvenir. Todavía recuperándose de las heridas de la traumática experiencia que vivió, ya nada está tan claro como pensaba. La constante sobreviviente, que debió enfrentar desde su nacimiento un mundo destrozado y envilecido por el apocalipsis, perdió el norte. De hecho, las primeras secuencias del último episodio de The Last of Us son una forma de exploración en el sufrimiento invisible de la adolescente.
The Last of Us es el estreno del año y solo puedes verla en HBO Max
El día que todo comenzó en The Last of Us
Pero el argumento va más allá y retrocede hasta el momento en el que la niña se convirtió, casi por un accidente, en un vehículo de un propósito mayor. El guion profundiza en el relato imaginado por Neil Druckmann hasta llegar a las circunstancias del nacimiento de Ellie. El contexto responde una de las grandes preguntas de The Last of Us y la lleva a un nuevo nivel. También redimensiona el centro de su narración y la vincula con las decisiones inevitables, y a menudo crueles, que la desesperación obliga a tomar.
Por primera vez, la historia de Ellie tiene un sentido concreto. Particularmente, el de su papel en un conflicto que la serie anunció de forma sutil. Su madre, Anna (interpretada por Ashley Johnson en un homenaje conmovedor al material original), fue la primera en comprender el alcance de lo que le esperaba a su hija.
Todavía temblando por los dolores del alumbramiento, sostuvo a la bebé que luego se convertiría en la adolescente con una certeza. La combinación de un accidente atroz con la violencia abrió la puerta a una posibilidad hasta ese momento impensable. Desde el primer día de su vida, fue la perspectiva de una segunda oportunidad para el mundo.
Un porvenir plagado de dudas
Ellie y Joel recorrieron un largo camino juntos. No solo uno geográfico, que les permitió atravesar un mundo en cenizas, sino uno espiritual. Lo que empezó con una promesa desesperada del hombre a Tess (Anna Torv) terminó por convertirse en el redescubrimiento de su vulnerabilidad, de las heridas espirituales todavía abiertas que el personaje llevaba a cuestas.
Craig Mazin permite al relato de The Last of Us avanzar a través de la nueva mirada de Joel sobre lo que le espera. Del deber emocional que conlleva el afecto que profesa por la niña y lo que podría significar una vez que se encuentren con las Luciérnagas. Con cuidado, la trama plantea que lo que podría exigírsele, una vez que deba separarse de Ellie, será de una envergadura demoledora. ¿Qué hará, cuando la curación y sus emociones sean puntos divergentes? ¿Qué podrá alegar, para explicar que la adolescente se convirtió en motivo impulsor de sus decisiones?
La cámara del director Ali Abbasi se concentra en este viaje lleno de silencios. Los últimos restos del paisaje destruido en The Last of Us son símbolos de todo lo que está en juego. Las imágenes de la tierra yerma, los edificios rotos, son más oscuras que nunca. Las sombras se alargan mientras, en el horizonte, un simbólico amanecer despunta.
¿Sobrevivir o morir? The Last of Us alcanza su dilema final
El mensaje está claro: cumplir con el objetivo del viaje es cada vez más urgente. Las tomas siguen la mirada de Joel, que recuerda las ciudades a las que fueron, los hombres y mujeres que alguna vez vivieron en ellas. Los campos que alimentaron a poblaciones enteras, ahora reducidos a hierba impracticable y una soledad espectral.
Para Ellie, los últimos kilómetros del recorrido son incluso más duros. Después de todo, la niña acaba de descubrir de lo que son capaces los sobrevivientes. ¿Qué clase de mundo es el que debe ser salvado? ¿Qué aguarda tras el supuesto prodigio? The Last of Us avanza entre la derrota de todos los ideales y la devastación que deja a su paso. Joel, consumido por la culpa y las preguntas, no se detiene. La niña, junto a él, se cuestiona el sentido de cada cosa que creyó hasta entonces.
Se acaba un camino lleno de aprendizajes
Buena parte del primer tramo del capítulo final de The Last of Us es una reflexión cuidadosa sobre cada lección que los personajes aprendieron. Las estaciones transcurrieron y, a su paso, dejaron vida nueva. También, el insistente pensamiento de que el cambio — tanto de la conclusión de la misión como de lo que implicará — es inevitable. Joel, lastimado por años de silencio, de haber perdido toda dirección, sabe ahora que el punto focal de su vida es Ellie.
Ella, mientras tanto, comprende que lo que conoce son solo los restos de un pasado que no puede imaginar. El deber moral de reconstruir es imperioso. Al mismo tiempo, es una concepción nueva acerca de un propósito. Esa idea transforma al personaje por completo, lo hace consciente de que su cualidad inmune es más que un accidente. Es el azar, que la señaló para ser una nueva mirada hacia lo que podría esperar a cada hombre y mujer superviviente.
Tal vez por eso es tan duro el encuentro de Joel y Ellie con las Luciérnagas. Más allá de acatar su compromiso, es una derrota dolorosa en medio de la incertidumbre. La traición y la violencia son mucho más brutales cuando jamás se esperó que pudieran provenir de los que debían poner el mecanismo de salvación en marcha. Joel afronta la debacle, la muerte, el golpe certero sobre todo lo que esperaba encontrar después de un camino tortuoso.
Un nuevo comienzo para los protagonistas de The Last of Us
Finalmente, cuando toma la decisión que cambiará la historia de The Last of Us — y que abre las puertas a su eventual continuación — no lo hace por odio. Tampoco por resentimiento o brutalidad aprendida tras años de supervivencia. Lo hace porque no tiene más remedio, su instinto de protección por Ellie supera cualquier otro. Las exigencias de lo que aprendió en un recorrido por su historia íntima le empujan hacia delante. Le hacen matar, huir, escapar. Lo que supone una reconciliación con cada cosa a la que aspiró.
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Lo mismo le sucede a la adolescente, que despierta — en más de un sentido — de un sueño profundo que le permite, ahora, ver el mundo renovado. Ya sin un deber que llevar a cuestas, el porvenir sigue siendo maltrecho y oscuro. Pero les pertenece la apuesta por un destino discreto que aguarda por ambos en Jackson.