Si algo distingue a ¡Shazam! La furia de los dioses, dirigida por David F. Sandberg, es que sabe bien de dónde procede y en qué radicó el éxito de su predecesora. De hecho, durante sus primeros minutos, la película deja claro que es una historia de un corazón enorme. La familia adoptiva de Billy (Asher Angel) ahora es el centro de su vida, de sus intenciones y de las actuaciones de su alter ego superpoderoso.

El guion, de Henry Gayden, Chris Morgan y Bill Parker, tiene la agilidad suficiente para resumir de inmediato lo que es necesario recordar sobre el argumento. El joven, que se transforma en un atlético personaje en virtud de la invocación ¡Shazam!, ya no se encuentra solo. Sus hermanos son un equipo poderoso, bien avenido y mejor cohesionado. Una cuestión a la que la película volverá una y otra vez. Después de todo, y más allá de sus intenciones de añadir información al mundo de DC, es una trama que rinde tributo al amor, la amistad y la lealtad.

Aunque quizás ese sea su mayor problema. A pesar de que sus jóvenes personajes han crecido lo suficiente, la cinta sigue pensando en ellos como niños. A lo largo de ¡Shazam! La furia de los dioses el enfoque está en los chistes sobre el asombro por sus capacidades y las posibilidades de su poder. La película es tímida en mostrar la madurez de Billy y hacer evidente que el tiempo transcurre con rapidez para estos superhéroes accidentales que todavía aprenden un poco sobre sus nuevas capacidades.

¡Shazam! La furia de los dioses

La película ¡Shazam! La furia de los dioses, de David F. Sandberg, conserva el buen humor, el ingenio y el sentido del entretenimiento de su predecesora. Pero no se atreve a innovar en su fórmula de la familia de superhéroes. En lugar de eso, la hace más amplia y se concentra, otra vez, en la química que comparten Billy y sus hermanos. Lo que hace que el argumento se vuelva predecible y superficial. A pesar de ello, el Shazam de Zachary Levy tiene todo el entusiasmo radiante del niño que alberga en su interior y las primeras señales de madurez de un héroe en ciernes. ¿Le veremos de nuevo en el futuro de DC? El final abierto de la película lo sugiere.

Puntuación: 3.5 de 5.

Lo más extraño de ¡Shazam! La furia de los dioses

Si algo se echa de menos en ¡Shazam! La furia de los dioses es un poco de experimentación, riesgo y contradicción de su fórmula amable. El director, que tuvo éxito en plantear una figura de superhabilidades con un corazón infantil, lo intenta otra con menos acierto. Es evidente que el argumento necesita nuevos espacios que le permitan contar su historia, pero la cinta vuelve a sus bromas agradables, a la idea de Filadelfia convertida un gran campo de juegos para metahumanos. Billy, amado por sus parientes, no tiene mucho que temer al porvenir.

Por lo que el Shazam adulto, interpretado por Zachary Levy, es un reverso burlón de Superman. El tramo inicial de ¡Shazam! La furia de los dioses avanza entre un puñado chistes y referencias al mundo de DC. Es evidente que la película fue filmada antes de los grandes cambios de la franquicia y hay un cierto desfase en cómo se percibe el contexto que habitan.

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De la misma forma que en Black Adam, las menciones y referencias a los grandes héroes que esperan en algún lugar, pero que permanecen invisibles, son constantes. A excepción de un notorio cameo, que brinda datos de cuándo ocurre el argumento. 

Una historia que no necesita de otra para sostenerse

Pero la despreocupada premisa de ¡Shazam! La furia de los dioses no calza en una línea de tiempo concreta. El mayor interés de los superhéroes es el bienestar de su ciudad, curiosamente insular. A pesar de que Freddy (Jack Dylan Grazer) sigue obsesionado con las grandes figuras enmascaradas con las que sueña conocer. En esencia, el largometraje no necesita más información que la que brindó su primera parte para narrar las aventuras de sus protagonistas.

No obstante, en sus pequeños límites hay una gran actividad. ¡Shazam! La furia de los dioses se esfuerza en detallar con cuidado la vida de sus protagonistas y lo que espera por ellos. En especial de Billy, que se encuentra en medio de un terreno complicado. ¿Puede aspirar a una vida normal siendo el líder de un equipo superpoderoso?

Zachary Levy en su papel protagonista como Shazam

La pregunta se plantea ante la decisión sobre un futuro prometedor que no está muy claro. El personaje, libre de los problemas que le afectaron en la película anterior, se plantea qué ocurrirá en los próximos años. ¿Qué puede esperar de la universidad, citas y la vida de cualquier chico de su edad si lleva la responsabilidad del rayo a cuestas? 

Billy, de ¡Shazam! La furia de los dioses, vuelve a estar en apuros

¡Shazam! La furia de los dioses habría sido mucho más consistente de haber respondido a sus propios interrogantes. Pero, en lugar de eso, los deja pasar y se apresura a mostrar al conflicto de turno. Esta vez no se trata de villanos, sino de dioses llegados para enfrentar a Shazam con toda la plenitud de su naturaleza portentosa. El argumento avanza casi de manera atropellada a la aparición de Hespera (Helen Mirren), Kalypso (Lucy Liu) y Anthea (Rachel Zegler), que tienen un deber que cumplir. Uno que las convertirá en némesis del héroe central.

No obstante, el guion no tiene muy claros sus motivos. Hespera es portentosa y tiene fundadas razones para odiar el mundo del hombre y desafiar a Shazam. Pero la cinta no las muestra. De nuevo, la premisa vuelve a estar más interesada en hacer reír que en profundizar en sus elementos esenciales. En su segundo tramo, ¡Shazam! La furia de los dioses se hace confusa. En medio de juegos de palabras, escenas con efectos digitales de calidad cuestionable y un argumento desigual, la película decae con rapidez. 

Lucy Liu en ¡Shazam! La furia de los dioses
Lucy Liu como Kalypso en ¡Shazam! La furia de los dioses

Todo ello pese a los intentos del director por brindar a todas las situaciones que insinúa un espacio de considerable interés. Pero la posible batalla entre las diosas y Shazam, los dilemas de Freddy y lo que abarca la mera existencia del grupo se convierten en cabos sueltos. Hay un evidente desinterés en narrar una trama concreta, más allá de demostrar que sigue siendo un relato para reír a costa de los superhéroes. 

Una batalla que se queda en el tintero

A pesar de todo, David F. Sandberg sabe cuáles son las fortalezas de su argumento y las explora en un escenario amplio e irregular. El realizador dedica las mejores secuencias a la relación afectuosa de los hermanos superhéroes. También a momentos emocionantes que se enlazan con grandes secuencias de acción. 

Shazam no solo es la cabeza visible de un equipo de superhéroes. Además, se preocupa por cada uno de ellos. Estos amorosos miembros de una familia demuestran el poder del cariño, la lealtad y la integridad moral. En concreto, la química de Billy y Freddy brinda a ¡Shazam! La furia de los dioses varios de sus mejores momentos.

Hellen Mirren en ¡Shazam! La furia de los dioses
Helen Mirren como Hespera en ¡Shazam! La furia de los dioses

Uno y otro, tanto siendo chicos de aspecto corriente como las figuras extraordinarias de trajes coloridos en las que se convierten, son cómplices de travesuras. Ya sea riendo al gastar bromas en el salón de su hogar o arrojándose coches. El largometraje deja claro que lo verdaderamente importante en todos los conflictos que presenta es la familia. 

Más irreverente —hay al menos una docena de bromas sobre Marvel que los fanáticos reconocerán— pero no tan ambiciosa como podría ser, ¡Shazam! La furia de los dioses se queda a mitad de las promesas que sus primeras secuencias ofrecen. Sin embargo, es todavía lo suficientemente original como para ser una bocanada de aire fresco en una franquicia a menudo desordenada y sombría. Quizás, su mayor cualidad.

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