El pasado mes de septiembre, la misión DART de la NASA logró por primera vez desviar deliberadamente la trayectoria de un asteroide. Esto, como es lógico, resulta muy útil de cara a futuros objetos que pongan en peligro a la Tierra. Además, otros grupos de investigadores han aprovechado la situación para otros fines, como estudiar la composición de los asteroides y, con ello, tener más información sobre el nacimiento de nuestro propio planeta. 

Lo han hecho en dos estudios, publicados hoy en Astrophysical Journal Letters. Ambos se centran en el uso de distintos instrumentos, pero todos ellos concentrados en un mismo telescopio: el Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral (ESO por sus siglas en inglés). Gracias a los instrumentos MUSE y FORS2 pudieron medir parámetros muy concretos de la nube de polvo liberada con el impacto de DART y, así, establecer la composición del asteroide Dimorphos.

Esto, como hemos visto, es de gran utilidad, porque los asteroides son uno de los eslabones de la cadena que finaliza con la formación de nuevos planetas. Saber de qué están compuestos, puede ayudarnos a saber cómo nació nuestro propio planeta. Y, para eso, podría decirse que DART logró matar dos pájaros de un tiro. Nunca mejor dicho.

El certero golpe de DART

Cuando se puso en marcha la misión DART, lo hizo con un motivo principal: comprobar si se puede desviar la trayectoria de un asteroide deliberadamente. Para ello, se eligió el asteroide Dimorphos, ubicado a 11 millones de kilómetros de la Tierra. Esta distancia era suficientemente alta para no afectar a nuestro planeta si algo salía mal; pero, a la vez, suficientemente baja para que pudieran captarla múltiples telescopios, tanto espaciales, como terrestres.

Entre los telescopios espaciales que captaron el impacto se encuentra el famoso James Webb. Pero, aquí, en la Tierra, también hubo muchos que se encargaron de observar lo que ocurría. Uno de ellos fue el VLT, cuyos instrumentos se han usado para estudiar minuciosamente lo que pasó después.

MUSE y las luces del arcoíris

Para empezar, se ha empleado el Multi Unit Spectroscopic Explorer (MUSE) para seguir la nube de escombros durante un mes. Este es un instrumento muy útil, que combina el potencial de descubrimiento de un dispositivo de imagen con las capacidades de medición de un espectrógrafo. Además, aprovecha la mayor resolución espacial proporcionada por la óptica adaptativa. 

Lo primero que se observó es que la nube de polvo liberada tras el impacto de DART era más azulada que el asteroide. Esto indica que probablemente dicha nube estaba formada por partículas muy finas. En las horas siguientes, se formaron nuevas estructuras, como grupos, espirales y una larga cola empujada por la radiación del Sol. Las espirales y la cola eran más rojas que la nube inicial. Por lo tanto, lo más probable es que estuviesen compuestas de partículas más grandes. 

Aparte de todo esto, MUSE permitió descomponer la luz de la nube en un patrón similar al del arcoíris. Así, se puede analizar su composición, ya que los distintos elementos absorben y reflejan distintas longitudes de onda del espectro electromagnético y se ven con colores diferentes.

Imágenes de MUSE tras el impacto de DART
Imágenes de MUSE. ESO/Opitom et al.

¿Cuánto alteró DART la superficie del asteroide?

El segundo instrumento empleado fue FOcal Reducer / Low dispersion Spectrograph 2 (FORS2). Según explican en la página de ESO, cuenta con muchas ventajas. La primera es que puede tomar imágenes de áreas relativamente grandes del cielo con una sensibilidad muy alta. Además, puede tomar espectros de uno, dos o incluso varios objetos del cielo simultáneamente. Pero, sobre todo, su gran habilidad es que puede medir la polarización de la luz. Y eso es lo que fue realmente útil tras el impacto de DART. 

Cuando hablamos de que la luz se polariza, hacemos referencia a que las ondas oscilan a lo largo de una dirección preferida. Medir esto es muy útil, porque, según ha explicado en un comunicado el autor principal del segundo estudio, Stefano Bagnulo, “el seguimiento de cómo cambia la polarización con la orientación del asteroide en relación con nosotros y el Sol revela la estructura y composición de su superficie”. 

Gracias a FORS2, se pudo ver que el nivel de polarización cayó repentinamente después del impacto de DART. Al mismo tiempo, el brillo general del sistema aumentó. No se conoce con seguridad el motivo, pero una posible explicación sería que el impacto expuso más material antiguo del interior del asteroide. Esta hipótesis nace del hecho de que el material del interior del asteroide había estado menos expuesto al viento solar, lo cual lo hace más brillante y menos polarizado. 

Aunque también es posible que el impacto destruyese partículas de la superficie, expulsando a la nube de escombros otras más pequeñas.

Lo que está claro es que tanto este estudio, como el de MUSE, realizado por el equipo de la astrónoma Cyrielle Opitom, tiene mucho que decirnos sobre Dimorphos y, ¿por qué no?, sobre cómo nacieron los planetas del sistema solar. Habrá que seguir estudiando los datos extraídos por VLT; porque aquel impacto de DART fue mucho más que el ensayo para un futuro Armagedón.