La película Oso vicioso (Oso Intoxicado), dirigida por Elizabeth Banks, relata cómo el animal protagonista devora un paquete de cocaína y emprende un camino de destrucción. Se trata de la adaptación de un mito urbano estadounidense, repetido con insistencia desde la década de los ochenta. Pero lo que resulta más peculiar es que la premisa está basada en un hecho real documentado y que forma parte de la historia legal del país.
En diciembre de 1985, la Oficina de Investigación de Georgia anunció que un oso negro fue encontrado muerto en los bosques de la región. Habría parecido una información intrascendente, a no ser por sus detalles. Según reveló la institución, el inmenso plantígrado sufrió una sobredosis al consumir un paquete entero de sustancias prohibidas.
Su cuerpo, deshidratado por las inclemencias del clima, se encontró entre contenedores de cocaína. Lo ocurrido apareció como una reseña de tres líneas en United Press International (UPI por sus siglas en inglés). Luego llegó a The New York Times y se convirtió en uno de los sucesos más singulares de ese año.
Una extraña historia llena de misterios
Una circunstancia semejante terminó por volverse una obsesión entre investigadores y periodistas. En especial, la gran pregunta de cuál era la procedencia del cargamento de drogas en medio del cual se encontraron los restos del animal que ha inspirado la película Oso vicioso. Semanas más tarde de la primera información, UPI amplió los datos sobre el tema.
Según los hallazgos del estado de Georgia, todo comenzó cuando un avión pilotado por un traficante convicto se estrelló en Knoxville, Tennessee. Andrew Thornton, con antecedentes de venta, consumo y tráfico de estupefacientes, falleció el 11 de septiembre de 1985. Su cadáver cayó en el patio de una casa del distrito, llevando armas y mocasines Gucci, según detalló el periódico local The Knoxville News Sentinel.
Entre las ropas del fallecido se encontró una llave que coincidía con el número de identificación de un avión que colisionó en Carolina del Norte. El incidente resultó ser un misterio dentro de otro. Sin indicios del piloto, la policía de la región tuvo verdaderas dificultades para aclarar cómo había ocurrió el desastre aéreo. Hasta el hallazgo del cuerpo.
Según descubrió la oficina del fiscal, el piloto se arrojó en paracaídas. Pero antes lanzó a tierra contenedores llenos de paquetes de cocaína. También llevaba algunos entre los brazos. Este último detalle fue lo que le provocó la muerte. El peso resultó excesivo y el hombre terminó por precipitarse al suelo y morir.
El Oso vicioso, un daño colateral
El resto del cargamento se dispersó por aire a través del condado de Fannin (Georgia), al sur de la frontera con Tennessee. A partir de ahí, los pormenores de cómo el oso vicioso halló los paquetes y consumió su contenido son imposibles de verificar. Con todo, las autoridades intentaron elaborar una versión coherente de lo que provocó que ingiriera una dosis de cocaína tan alta como para matarlo.
Pero tropezaron con el escollo de que no tenían suficiente material biológico para trabajar. Gary Gardner, de la Oficina de Investigación de Georgia, explicó a The Associated Press que el cuerpo se encontraba casi por completo descompuesto. Por lo que apenas se pudo comprobar el contenido estomacal. Únicamente se constató que consumió, al menos, entre tres y cuatro gramos de drogas.
Lo más inexplicable es que Kenneth Alonso, médico forense del estado en la época, no encontró explicaciones de algo semejante. La cocaína no posee el olor o sabor que provoque el apetito de un animal. Mucho menos, que le incite a comer una cantidad mortal. Tampoco pudo concluir las reacciones que probablemente provocó la sustancia en el oso vicioso. El enigma se transformó en el origen de una larga serie de rumores sobre una criatura que destruyó casas y automóviles a su paso. Ninguna de las habladurías pudo verificarse.
El absurdo final del Oso vicioso
La conclusión de la historia del oso vicioso, el único conocido por morir de una sobredosis de droga, es casi tan delirante como el resto de lo acontecido. Los escasos despojos restantes fueron disecados por algunos entusiastas de la taxidermia de Georgia. En cinco años, pasaron de mano en mano y se hicieron un símbolo de buena suerte entre cantantes de música country. Pero fue el relato a su alrededor —cada vez más exagerado y extraño— lo que se volvió una célebre leyenda urbana que está a punto de llegar al cine.
En la actualidad, el cuerpo deo oso fue vendido a un centro comercial. Sí. El Kentucky Fun Mall en Lexington. Este lo nombró entonces como su mascota, algo de lo que presumen en su blog. Al mismo tiempo, es una fuente inagotable de publicidad, que incluye un muñeco de felpa coleccionable. Quizás el colofón más curioso de la larga secuencia de hechos sin sentido que acompañan al suceso del oso vicioso.