Kenia se está planteando sacrificar las poblaciones de un pájaro llamado quelea, para evitar que acaben con las cosechas de arroz. La maniobra puede recordar a la que se lleva a cabo en otros lugares del mundo para acabar con las poblaciones de especies invasoras. Sin embargo, aquí hay una gran diferencia. No se trata de aves invasoras y, de hecho, son beneficiosas para los ecosistemas.

Por eso, lleva a recordar a otra situación, en la que China hace años tomó una decisión parecida, pero sobre las poblaciones de gorriones. No solo no solucionaron el problema, sino que lo empeoraron y provocaron una situación de hambruna en algunos puntos del país. 

Si Kenia obra del mismo modo con las poblaciones de quelea, podría ser realmente peligroso. En España lo ha explicado en un hilo de su cuenta de Twitter el divulgador científico Dr. Bioblogo, pero también se han hecho eco de ello varios medios de comunicación internacionales.

El quelea no invade Kenia

Se considera que una especie es invasora cuando prolifera rápidamente fuera de su ecosistema habitual, desplazando a las especies que sí se son autóctonas del mismo. Esto puede ocurrir, por ejemplo, por una competición por recursos. 

El quelea común (Quelea quelea), es un ave nativa del África subsahariana. Es decir, que no puede considerarse especie invasora en Kenia. Sí que es cierto que se reproduce muy eficientemente. Tanto como para considerarse el ave más abundante del mundo, sin contar a las domésticas, con unos 1.500 millones de ejemplares en total.

Esto ha llevado a que en otros países, como España, sí que se considere especie invasora. No obstante, en los lugares de los que es nativa, aun habiendo una población tan abundante, suele mantenerse en equilibrio con el ecosistema.

¿Por qué quieren acabar con ellas?

En este caso, en Kenia quieren fulminar la población de quelea porque culpan al ave de acabar con el 75% de la producción de arroz del país. Esto es cierto, en realidad, pero está justificado. Estas aves no arrasan las cosechas normalmente. El problema es que una gran sequía en el cuerno de África ha acabado con las semillas de las que generalmente se alimentan, por lo que han terminado desplazándose para alimentarse en campos de cultivo.

Cuando esto ocurre, se puede llevar a cabo un control natural mediante aves rapaces. Sin embargo, las autoridades de Kenia se quejan de que no hay suficientes para atacar a una población tan grande de queleas. Por eso, han optado por la fumigación con un pesticida llamado fentión. Ese es un problema, pues no solo es tóxico para el quelea. También para otras aves, como esas rapaces que tanto escasean. E incluso para los seres humanos. Además, si lo que se busca es salvar los campos de cultivo, el remedio será claramente peor que la enfermedad, pues el fentión también afecta a las lombrices, que promueven la porosidad del suelo y el transporte de nutrientes subterráneos, y a las abejas, tan importantes para la polinización.

Por eso, muchos grupos ecologistas y conservacionistas se han lanzado a advertir que estas medidas pueden terminar siendo un desastre a muchos niveles.

Acabar con el quelea en Kenia puede romper el equilibrio del ecosistema

Ya hemos visto que el quelea no es una especie invasora. Esto significa que ayudan a mantener el equilibrio de los ecosistemas en los que viven en relación con otras especies. Por ejemplo, además de los granos que roban de las cosechas, también se alimentan de insectos. Justo esos insectos, causantes de plagas que destruyen las cosechas. Si se elimina el quelea, estos pueden arrasar los cultivos que todavía queden.

En China no salió nada bien

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Tobias Roth (Unsplash)

En 1957 y 1958, el gobierno de China, presidido por Mao Zedong, emprendió su propia guerra contra todo animal que, a sus ojos, pudiese convertirse en plaga. Esto iba desde las moscas hasta las ratas, pasando por los gorriones. Estos últimos fueron señalados por algo parecido a lo que ocurre en Kenia con el quelea. Se decía que estaban fulminando los granos de los campos de cultivos, por lo que se alentó a los campesinos para que hiciesen todo lo posible por acabar con ellos. Se repartieron cebos y armas entre la población, que también salió cargada con tambores para ahuyentar a los pájaros, que revoloteaban asustados hasta caer desfallecidos.

Los disparos y el mordisco de los cebos a veces eran totalmente indiscriminados, por lo que también se mataron perros, palomas, patos, conejos o lobos. La fauna entera peligraba ante la sed de venganza de todos esos campesinos que consideraban que esos inocentes animales estaban acabando con su sustento. Pero lo que no sabía es que eran ellos los que poco a poco estaban poniendo los ladrillos para construir un peligroso periodo de hambruna. Se dice que se mataron más de 1 millón de gorriones. Esto dejó los campos de cultivo libres del picoteo de los pajarillos, pero totalmente vendidos antes las plagas de los insectos de los que normalmente se alimentaban. 

La situación se hizo insostenible, por lo que se ordenó parar con la caza de los gorriones. Pero ya era tarde. Con las cosechas perdidas, no quedó más remedio que importar nuevas poblaciones de gorriones desde la Unión Soviética, con el objetivo de devolver ese equilibrio natural, cuya importancia habían acabado por comprender de la peor de las maneras.

Los expertos alertan que la historia podría repetirse ahora con el quelea en Kenia. Por eso, urge buscar soluciones intermedias, que no supongan exterminar las poblaciones de un ave tan importante en esta zona de África. En su caso, aún están a tiempo de recapacitar. 

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