En varias de las tomas más inquietantes de Skinamarink no ocurre mucho. La imagen permanece estática, en ángulos incómodos, mientras enfoca una pared o el suelo. Al fondo, se escucha cómo juguetes de plástico chocan unos con otros y la risa de un niño.

También se puede deducir por el movimiento de la cámara subjetiva que hay un observador atento e invisible. Pero lo que podría ser un giro argumental común en una premisa terrorífica, se convierte en algo más elaborado a fuerza de habilidad cinematográfica. Gradualmente, se transforma en un angustioso relato de horror doméstico que sorprende por su crueldad.

Más allá de sus virtudes como experimento visual, Skinamarink, del director Kyle Edward Ball, logró encontrar otra manera de profundizar en los lugares malditos. Toda la trama ocurre en una habitación sin ventanas. Con la atención del guion sobre dos niños, únicos testigos de lo que parece ser un suceso sobrenatural, apuesta a lo mínimo.

Sin embargo, no se trata de un minimalismo artificial o una historia armada gracias a la edición. El realizador logró sostener una narración con elementos discretos usados de manera hábil y bien concebida. 

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Skinamarink, el film que demostró la efectividad de un guion ingenioso

Tanto como para crear una densa atmósfera a base de escenas rodadas en ángulos forzados o incómodos. El salón en el que ambos personajes se encuentran, escenario central de la producción, se transforma entonces en un laberinto malsano. Después, en una frontera hacia el ámbito sobrenatural. Mucho más cuando la historia avanza y se convierte en una auténtica pesadilla que apela a la claustrofobia del espectador.

Igualmente, la película hace algo más. Contrapone dos puntos de vista y logra involucrar al público en su tono enfermizo. La contradicción acerca de cómo podría comportarse un adulto en medio de una circunstancia parecida y la óptica infantil resulta espeluznante. Un elemento que Skinamarink explotará repetidas veces. Por un lado, para insinuar que lo que se muestra podría ser irreal. Por otro, que en realidad se trata de un hecho brutal del que apenas se tienen indicios.

El cine de terror que se apoya en pocos escenarios y personajes

Skinamarink

El largometraje de apenas 100 minutos y una historia sencilla, se convirtió en un fenómeno viral. A la vez, en una demostración de la flexibilidad del cine de terror para permitir nuevas exploraciones sobre sus tropos tradicionales. En medio de ambas perspectivas, Skinamarink es un triunfo del cine independiente. Rodada con 15.000 dólares, obtenidos por medio de un crowdfunding, la producción logró recaudar la suma de 895.000. Eso, a pesar de que su estreno se limitó a proyectarse en 692 salas independientes en Estados Unidos, y sin ninguna otra publicidad que su viralidad.

Para Ball, el éxito de Skinamarink se trata de una combinación de decisiones. Desde tomar el riesgo de rodar con un equipo prestado por la cooperativa Film and Video Arts Society of Alberta, hasta el estilo estético. El largometraje apela al miedo primario de los sucesos terroríficos que comienzan por las pequeñas cosas. El realizador dijo a Variety que la producción nació a partir de la idea de que el miedo es un fenómeno colectivo. 

“Tengo un canal de YouTube donde la gente comenta acerca de las pesadillas que ha tenido y yo les digo cómo las recrearía”, explicó. “Las más compartidas fueron básicamente el mismo concepto. Tengo entre 6 y 10 años. Estoy en mi casa. Mis padres están muertos o desaparecidos y hay una amenaza con la que tengo que lidiar. Me interesó eso, porque también tuve un sueño terrorífico y vívido de algo semejante. Pensé que era increíble que casi todo el mundo pareciera tener la misma imagen (en su mente). Así que lo convertí en una película”.

Skinamarink, de ser un proyecto experimental en internet hasta llegar a la pantalla grande

Al comienzo, la promoción de Skinamarink se apoyó en una serie de comentarios en Reddit que insistían en que era “la historia más aterradora del año”. Pronto, la película se filtró de forma ilegal y varias de sus escenas llegaron a TikTok. “Creo que la gente creía que no teníamos distribución y que nos estaban haciendo un favor al piratear”, contó Ball a Variety. “Lo siguiente que estuvo claro es que había un público para nuestra historia”.  

Pero fue su argumento el que terminó por permitir a Skinamarink dar el salto desde ser un fenómeno de internet a un proyecto que despertó el interés de la prensa especializada. De hecho, estuvo en la selección de estrenos del Fantasia International Film Festival de Canadá, en el que alcanzó una mención honorífica. 

Ball logró construir un ambiente realista, basado en sonidos grabados en forma directa y la sensación de que, fuera de la pantalla, ocurre un suceso monstruoso. La cámara explora en forma subjetiva rincones, sombras movedizas y la pantalla de un televisor, único vínculo con el mundo exterior de las víctimas. Pronto queda claro que Kevin (Lucas Paul) y Kaylee (Dali Rose Tetreault) están siendo vigilados. Que lo que sea que ocurre implica una aproximación indirecta de un observador dispuesto a cometer un acto atroz

Por último, el cineasta jugó con la estética para hacer parecer que todo el metraje forma parte de varios trozos de grabación distintos. Skinamarink guarda sus secretos con cuidado. Tanto como para que el relato no revele lo que ocurre hasta minutos antes del final. La respuesta tampoco es tan clara o racional. Un giro argumental que brinda a la película, quizás, sus mejores secuencias.

Los grandes triunfos del cine de terror llegan en formato pequeño

Durante los últimos años, los largometrajes de bajo presupuesto y de producción independiente se han transformado en todo un fenómeno en Hollywood. Desde Terrifier 2: El payaso siniestro, de Damien Leone, un inesperado éxito de taquilla en el 2022, hasta la perturbadora X de Ti West. El terror con recursos mínimos se ha convertido casi en un subgénero por derecho propio. 

Por supuesto, no se trata de una circunstancia reciente. En 1999, El proyecto de la bruja de Blair se convirtió en una de las producciones más lucrativas de la historia del cine. Sus directores, Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, utilizaron internet para crear una reacción masiva que precedió a su estreno en el Festival de Sundance. 

La mitología alrededor del argumento, que durante sus primeras semanas jamás reveló que no era un metraje real, conquistó al público. Con una inversión de 60.000 dólares, logró recaudar 248,6 millones. Lo que marcó un hito en el cine, dio origen al subgénero found footage y abrió las puertas a toda una serie de propuestas semejantes. 

Otro éxito en la misma línea es la franquicia de Blumhouse Actividad Paranormal. En el 2007, el director Oren Peli produjo una fantasía terrorífica usando la reacción de la tecnología a un supuesto evento sobrenatural. Con un coste de producción de 15.000 dólares, obtuvo 193,4 millones en ganancias y fue el comienzo de una rentable saga. 

Skinamarink combinó ambos métodos en una versión del fenómeno para una nueva generación. Desde el rumor en TikTok de que algunas imágenes eran ciertas hasta que se trataba, en realidad, de un metraje descubierto sobre un hecho tenebroso. Todos los rumores que rodearon al estreno permitieron que se convirtiera en algo más que un ingenioso truco publicitario.

El futuro para el terror independiente

Escogida por Letterboxd como una de las grandes sensaciones del género durante 2022, Skinamarink tiene un largo camino por recorrer. Por ahora, logró la distribución formal en Norteamérica gracias a IFC Midnight. Lo que le permitiría alcanzar mercados internacionales durante los primeros seis meses de este año.

Skinamarink

Sin duda, Skinamarink es un suceso de largo alcance. La plataforma Shudder anunció su estreno para el 2 de febrero y hay rumores de que el siguiente proyecto de Ball estará financiado por Blumhouse. Pero, sea cual sea el próximo paso del realizador, se tratará de un homenaje al esfuerzo y al trabajo discreto.

“Creo que las personas que provienen de medios más humildes merecen la oportunidad de hacer una película si su idea es buena”, dijo Ball. “También creo que es un mejor producto. Tener más voces de más rincones del mundo permite hacer películas más interesantes a largo plazo”. Una afirmación que su éxito parece reafirmar.

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