En el segundo capítulo de The Last of Us vemos cómo los infectados se comunican entre sí, de modo que si alguien hiere a uno, todos los demás acuden en masa al lugar del ataque, aunque estén lejos. Se dice que, una vez que son infectados por el hongo Cordyceps, desarrollan esa capacidad de relacionarse en la distancia, como si estuviesen unidos por un hilo invisible. Y esto es algo que tiene su base científica, pues las redes de hongos existen en la realidad.

Sin embargo, mientras que en The Last of Us las vemos como algo peligroso, en realidad las redes de hongos son beneficiosas para el medio ambiente. Al menos algunas de ellas. Las conocidas como redes micorrícicas, actúan como autopistas que llevan nutrientes bajo tierra en grandes extensiones de terreno. Intercambian estos nutrientes entre ellos, pero también con la vegetación. Además, ayudan a modificar el suelo, haciéndolo más fértil, y sirven como almacén de carbono para limpiar la atmósfera. 

En el otro extremo nos encontramos con algunos hongos que logran crecer y comunicarse bajo el suelo, para extender su infección a puntos muy alejados de los lugares en los que emerge el resto del hongo. Por lo tanto, estas redes de hongos tienen su parte buena y su parte mala. En The Last of Us ya hemos visto la mala, ahora queda esperar a ver si hay algo bueno. Quizás nos sorprendan.

Estructuras fúngicas que debemos conocer

Un hongo consta de varias partes; pero, para poder hablar de redes de hongos, debemos conocer solo algunas de ellas.

Para empezar, el cuerpo fructífero es lo que a veces conocemos como el hongo o la seta, ya que suele ser lo que emerge de la Tierra y podemos ver a simple vista. Es la parte reproductiva, puesto que tiene estructuras formadoras de esporas, que varían entre unas especies y otras. Cabe destacar que el cuerpo fructífero no siempre emerge de la Tierra. En algunas especies también puede ser subterráneo, aunque las funciones son las mismas.

Por otro lado, todo lo que no es la parte reproductiva de los hongos se conoce como cuerpo vegetativo. En él, hay dos estructuras importantes y muy relacionadas entre sí. Por un lado, a partir de las esporas se originan unos filamentos, conocidos como hifas y formados por una red de células alargadas y cilíndricas envueltas por una pared celular compuesta de quitina. A su vez, esas hifas se agrupan en masas similares a las raíces de las plantas, conocidas como micelios. Ambos son conceptos importantes, ya que están muy relacionados con las redes de hongos que se mencionan en The Last of Us.

Las dos caras de las redes de hongos

En realidad, al contrario de lo que señala el epidemiólogo entrevistado en el primer capítulo de The Last of Us, ningún hongo busca controlar ni matar a nadie. Simplemente, sobreviven, como el resto de seres vivos. A veces, para ello, deben parasitar a otros, mientras que en otras ocasiones, como efecto colateral de su propia supervivencia, les resultan útiles. Vemos que hay beneficios y perjuicios, pero tampoco sería apropiado hablar de redes de hongos buenas o malas. 

Para empezar, en las redes de hongos micorrícicas las raíces de las plantas y los micelios fúngicos se conectan entre sí, aumentando la eficiencia en el transporte tanto de nutrientes como de agua. De hecho, se ha estudiado que, en periodos de sequía, estas carreteras subterráneas son esenciales para que las plantas aprovechen la poca agua que les llega y la compartan de una forma óptima. Además, el hongo puede intercambiar nutrientes concretos con las plantas. Por ejemplo, se sabe que aportan el 80% del fósforo a sus plantas huésped

Esto las hace muy beneficiosas. Pero no es la única ventaja. Y es que, dado que los hongos necesitan carbono para construir sus redes bajo el suelo, son un sumidero de dióxido de carbono que pasa desapercibido. Se habla mucho del papel de los árboles para captar carbono de la atmósfera. Sin embargo, las redes de hongos también juegan un papel muy importante en este aspecto.

redes de hongos, the last of us
Charlotte Roy (Wikimedia Commons)

La otra cara de la moneda es la de otras redes de hongos que se limitan a expandirse bajo tierra, sin interactuar con las plantas.

Por ejemplo, pueden llevar nutrientes a un cuerpo fructífero ubicado a kilómetros de distancia. Además, los hongos que pudren la madera pueden usar estas vías de comunicación para buscar nuevos lugares en los que crecer. Esto hace muy difícil eliminarlos. Por ejemplo, más allá de los troncos de los árboles, si tenemos un mueble u objeto de madera podrido, por mucho que lo limpiemos, puede que la red de hongos ya se haya extendido bajo el suelo y haya buscado otra madera que pudrir. Por ese motivo, algunos hongos, como Serpula lacrymans y Meruliporia incrassata, se han convertido en un problema serio en los hogares de Europa y Estados Unidos, respectivamente. 

Un mundo subterráneo por descubrir, más allá de ‘The Last of Us’

Gracias a The Last of Us muchas personas han oído hablar por primera vez de las redes de hongos. Sin embargo, hay científicos que llevan mucho tiempo intentando concienciar sobre su existencia y su importancia.

De hecho, volviendo a las redes de hongos micorrícicas, existe un proyecto impulsado por la Sociedad para la Protección de las Redes Subterráneas (SPUN) y asesorado por la conservacionista Jane Goodall, cuyo objetivo es mapear, conocer y proteger estas autopistas subterráneas. En él participan científicos de los Países Bajos, Canadá, Estados Unidos, Francia, Alemania y Reino Unido. No obstante, la toma de muestras para su investigación se está llevando a cabo en otros puntos del mundo. De hecho, comenzó el año pasado en la Patagonia. Aún faltan algunos meses para que finalice, pues están programados 18 meses desde su inicio. En ese tiempo, se deben tomar muestras del suelo para catalogar estas redes de hongos tan desconocidas. 

Y es que las redes de hongos no solo son el Facebook de los infectados de The Last of Us. Fuera de la ficción tienen multitud de virtudes y defectos. Real como la vida misma.