En una de las escenas de M3GAN, la muñeca protagonista imita con cuidado los movimientos de Cady (Violet McGraw), la niña que debe cuidar. Extiende los brazos, sacude las caderas, baila junto a ella. El cuerpo del androide es flexible, rápido y eficiente. Tanto como para que cada uno de sus movimientos sea un reflejo de cualquiera que realice un ser humano. Pero también para dejar claro que es mecanismo mucho más fuerte y sin duda, peligroso, de lo que aparenta ser.
M3GAN no es solo un dispositivo divertido, un juguete a gran escala para mayor satisfacción de la pequeña Cady. Es un mecanismo eficaz, capaz de aprender y más cercano a un arma que a un objeto divertido. Pero mientras la escena avanza, al guion solo le interesa que la muñeca sea atractiva, divertida, entrañable. No obstante, el trasfondo oscuro está ahí. A la espera. En medio de una serie de insinuaciones sobre el hecho de que M3GAN es mucho más de lo que aparenta.
M3GAN
El director Gerard Johnstone dedica una buena cantidad de tiempo en analizar al robot como símbolo. De hecho, el guion profundiza en la posibilidad de que la muñeca sea la respuesta a la obsesión contemporánea por la tecnología. Cuando Gemma (Allison Williams) se convierte en la tutora legal de Cady, su sobrina huérfana, sus opciones son pocas. El argumento deja claro que la solución no es emocional, sino un uso eficiente de recursos. ¿Muy frío? ¿Muy poco humano? En realidad, en el universo que plantea la película M3GAN, lo mecánico es una búsqueda de respuestas inmediatas.
Los monstruos que creamos, el centro de M3GAN
El director Gerard Johnstone dedica una buena cantidad de tiempo del primer tramo de la película a analizar a M3GAN como símbolo. De hecho, el guion de Akela Cooper profundiza en la posibilidad de que la muñeca sea la respuesta a la obsesión contemporánea por la tecnología.
Cuando Gemma (Allison Williams) se convierte en la tutora legal de Cady, su sobrina huérfana, sus opciones son pocas. El argumento deja claro que la solución no es una emocional, sino un uso eficiente de recursos. ¿Muy frío? ¿Muy poco humano? En realidad, en el universo que plantea la película M3GAN, lo mecánico es una búsqueda de respuestas inmediatas.
Por supuesto, una muñeca a tamaño real, capaz de hacer compañía a una niña solitaria, lo es. La película reflexiona en su premisa sobre las posibilidades de las relaciones marcadas por lo hipertecnificado.
Gemma solo comprende la idea de cuidar y proteger a Cady a través de sus conocimientos en robótica. Lo emocional queda relegado a un segundo plano. Uno que coexiste con respecto a M3EGAN desde cierto punto de confluencia. ¿Qué puede ser mejor que una amiga con una lealtad medible y cuantificable? ¿Una compañía certera, en los precisos límites de la tecnología?
La muñeca aterradora llega a una nueva frontera
El tropo del juguete inquietante es tradicional dentro del cine de terror. Pero M3GAN lo lleva al estrato tecnológico y al peligro de la ciencia carente de ética. Al menos, es el punto central de una historia ambiciosa que se queda corta al explorar sus posibilidades, pero que tiene éxito en varios puntos esenciales. M3GAN como artefacto es una manifestación de la inteligencia artificial, pero esta vez a un nivel doméstico.
Lo mismo que la versión benigna y edulcorada de Steven Spielberg, la película IA: Inteligencia Artificial, M3GAN puede aprender de la niña que acompaña. Poco a poco, su percepción sobre el mundo se ensancha y se hace cada vez más profunda y detallada.
Sin embargo, a diferencia de otras tantas versiones, el aprendizaje del androide no está afectado por un sentido ético o moral. Uno de los puntos más interesantes de la película es que M3GAN no obedece a una premisa de subordinación.
M3GAN, un monstruo sin reglas
Poco a poco, a medida que Cady se convierte en su modelo a seguir, el robot se hace más independiente y agresivo. Mientras que Gemma mantiene una distancia emocional utilitaria de su sobrina, M3GAN se hace más cercana.
De hecho, uno de los giros más argumentales del guion es su capacidad para dejar claro que la inteligencia artificial traduce el amor en protección. Una feroz necesidad de establecer límites de control que se hace cada vez más violento a medida que la trama se hace más complicada.
M3GAN evita el cliché al crear una percepción acerca del mal sin relación con una posible condición del androide como enemigo. La muñeca solo lleva a cabo el objetivo para el cual se construyó. Lo hace cada vez con mayor precisión, pulso y cuidado.
De modo que esa versión sobre la agresión se relaciona con las habilidades que adquiere para construir un escenario en que Cady esté protegida. Muy lejana de la amable visión de las leyes de la robótica de Asimov, M3GAN es peligrosa en su libertad. También en la ausencia de una conciencia acerca del valor de la vida humana que tantas veces forma parte de las ideas filosóficas sobre la robótica.
Los peligros de la tecnología según M3GAN
En esta ocasión, el mal en M3GAN es una consecuencia de su cualidad utilitaria y práctica. Como repite el guion, el robot fue construido como un “juguete perfecto que permanece constantemente cerca del niño”.
El androide es un prototipo que demuestra una evolución de la inteligencia artificial como una forma de entender las necesidades del ser humano. Pero, antes de ser una respuesta, se convierte en una agresiva compresión sobre las fronteras de sus capacidades.
La muñeca descubre muy pronto que es superior a un ser humano. Que es más fuerte, rápida y que no obedece ninguna directriz. Es entonces cuando la película llega a un segundo tramo de intrigante cuestionamiento sobre la naturaleza de la inteligencia artificial como creación humana. ¿Hay un límite para tecnología? ¿El ser humano lo sabe, lo comprende, lo sostiene de alguna manera?
Una puerta hacia el misterio
Pero, a pesar de todas sus consideraciones existencialistas, M3GAN es una película de terror y su tercer tramo lo demuestra. Convertida su relación con Cady en un asfixiante hilo de codependencia, el robot convierte su protección en una prioridad.
Pero también en una espeluznante forma de control. M3GAN, poco a poco, lastima, golpea y mata. Se hace una criatura brutal que solo lleva el comportamiento humano a un nuevo nivel. Al final, el androide es una consecuencia de la ambición, una mirada a la tecnología creada para la satisfacción.
El largometraje cuida con esmero sus escenas más terroríficas. M3GAN deja de ser una protectora para convertirse en un depredador del ser humano. Para sus últimas secuencias, la película recorre conocidos espacios intelectuales acerca de la responsabilidad humana sobre lo que crea.
El robot — o su comportamiento caótico — es mucho más que un error. En realidad, es el siguiente paso hacia una aspiración del hombre. La de dotar con vida — o algo similar — a una ser que pueda tomar decisiones. En este caso, todas aterradoras, agresivas y, al final, letales.