Las noticias sobre cambio climático nos bombardean continuamente. Como resultado, hay quien ha entrado en un estado de nerviosismo, ya bautizado como ecoansiedad, que reviste de culpabilidad casi cualquier acción que pueda conllevar un pequeño paso hacia el calentamiento global. En el otro extremo, pero sin caer en el negacionismo, también hay quien opta por vivir tranquilo, evitando la información sobre cambio climático. Y esta no es poca. 2022 fue el quinto año más cálido desde que existen registros y parece que 2023 sea aún peor. Se espera que la mitad de los glaciares se derritan a lo largo de este siglo, mientras que las temperaturas del mar no hacen más que aumentar. Todo esto, además, está propiciando que los fenómenos meteorológicos sean mucho más extremos

Evitar informarse sobre todo eso parece ser la versión actualizada y medioambiental del famoso “ojos que no ven, corazón que no siente”. La razón es que estas personas no son negacionistas del cambio climático. Son conscientes del problema e incluso toman sus propias medidas para evitarlo en la medida de lo posible. Sin embargo, prefieren no leer ni escuchar sobre ello. Bastante saben con lo que saben.

¿Es esta una buena medida contra la ansiedad? ¿Hay alguna explicación científica detrás? Para contestar a estas y otras preguntas en Hipertextual nos hemos puesto en contacto con el psicólogo Carlos Sanz Andrea. Con él, hemos comprendido un poco mejor que muchas personas han decidido no informarse sobre cambio climático por el mismo motivo que en su día lo hicieron con la pandemia

No es acerca de negacionismo

Antes de hablar sobre los motivos que llevan a algunas personas a evitar la información sobre cambio climático, es importante dejar claro que no se trata de negacionistas.

Los negacionistas se oponen al hecho de que el clima global esté cambiando. O, como mucho, lo reconocen, pero se resisten a aceptar que tenga relación con la actividad del ser humano. En cambio, quien decide no informarse lo hace precisamente porque sabe que lo que dice esa información es cierto. De hecho, suelen tomar medidas individuales para combatir el cambio climático.

Estas personas, a menudo, se han visto muy influenciadas emocionalmente. Buen ejemplo de ello es el caso de Estados Unidos, un país en el que las políticas de Donald Trump forjaron una mentalidad negacionista en muchos ciudadanos. A pesar de eso, un estudio publicado en 2019 demostró que las implicaciones emocionales en relación con el cambio climático han aumentado en los últimos años, incluso más que la propia concienciación sobre el mismo. Se llegó a esta conclusión después de realizar dos encuestas ciudadanas, una en 2013 y otra en 2018. En la segunda, el 73 % de los participantes declaró que el cambio climático está ocurriendo, mientras que el 62% señaló que es causado por el ser humanos. Esto suponía, respectivamente, un 11% y un 15% más que cuando se hicieron estas mismas preguntas en 2013.

Por otro lado, en 2018 el  72% de los estadounidenses dijo que el cambio climático es importante para ellos personalmente y el 69% reconoció sentirse preocupado por ello. Estas cifras se correspondían a aumentos del 17% y el 16% en comparación con 2013. 

La ecoansiedad entra en escena

Por lo tanto, las connotaciones emocionales del cambio climático han aumentado más deprisa que las que podrían considerarse meramente intelectuales. Esto, según explicaron en aquel momento los autores del estudio, se debe a la carga emocional que supone experimentar las consecuencias del cambio climático: olas de calor, incendios, sequía… Cada vez tenemos más de estos fenómenos, por lo que la carga emocional será cada vez mayor. Esto lleva a la ecoansiedad, pero también a la evitación de la información.

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Pexels

¿Por qué evitamos informarnos del cambio climático?

En los últimos años, hemos tenido un bombardeo constante de malas noticias. No solo en relación con el cambio climático. También con la pandemia de coronavirus o la guerra de Ucrania, por ejemplo. Esto ha llevado a que nos sintamos saturados de información, llegando a umbrales que pueden cambiar nuestra forma de informarnos.

“Sabemos que cuando se nos aplica un estímulo de forma suficientemente repetida y en intervalos cortos, la tasa de respuesta se estabiliza produciendo un fenómeno de habituación”, explica Sanz Andrea. “Ocurre en todos los contextos, incluso en los muy extremos”. Esto, según añade el psicólogo, no es malo hasta cierto punto. “A nivel conductual, es evolutivamente beneficioso para no quedarnos bloqueados, pero conlleva el riesgo de que perdamos la noción de la relevancia de ciertos asuntos”. 

Es lo que está ocurriendo con el cambio climático. Recibimos tantas noticias sobre temperaturas extremas o fenómenos meteorológicos fuera de lo común que estamos empezando a habituarnos. 

Y puede parecer que esa habituación genera insensibilidad, pero no se trata exactamente de eso. De hecho, que muchas personas dejen de informarse es precisamente la consecuencia de una gran sensibilización ante el problema. El psicólogo nos lo compara con los sentimientos que tuvieron muchas personas durante los confinamientos de la pandemia de COVID-19. 

“En esos meses muchas personas que empezaron psicoterapia a distancia nos manifestaban un estado de bloqueo, producido por la impotencia y el terror con el cual seguían las noticias diarias de la pandemia. Uno de los mecanismos más básicos si sentimos que algo nos produce una sensación disfuncional es alejarnos del estímulo aversivo el tiempo suficiente para poder inhibir esa saturación. Esto no significa volverse inconsciente, ser débil, o descuidado. Al contrario, es autocuidado”.

Carlos Sanz Andrea, psicólogo

Y es que, en el caso contrario, caeríamos en esa famosa ecoansiedad, que puede llegar a afectarnos mentalmente. “Es relevante ejecutar este alejamiento en casos en los que empieza a afectar a la actividad cotidiana”, aclara Sanz Andrea. “Y también si empieza a suponer rumiaciones obsesivas en torno a problemas tan grandes que no están bajo nuestro control”.

Ecoansiedad por el cambio climático

A menudo, las personas que padecen ansiedad lo hacen por obsesionarse con múltiples escenarios diferentes de situaciones que escapan a su control. Esto es en parte lo que lleva también a la ecoansiedad. Ahora bien, eso no significa que el cambio climático esté fuera de nuestro control. Debemos valorar qué lo está y qué no, alcanzando un equilibrio para que esto no afecte a nuestra salud mental. “Lo ideal sería tomarse un tiempo para calibrar lo que está dentro de nuestro control, cuanto más cercano a nuestro círculo cotidiano con más esmero debemos dedicarnos a crear hábitos y conductas”, cuenta el psicólogo. Además, añade que podemos realizar causas solidarias.

Todo esto nos ayuda a fomentar lo que se conoce como “pensamiento catedral”. Esto hace referencia a la posibilidad de “pensar más allá de nuestra generación e incluso de nuestro propio tiempo de vida”.

Es aplicable a muchos aspectos; pero, en relación con el cambio climático, consistiría, por ejemplo, en “reciclar, reducir el uso de envases, reutilizar bolsas, cambiar dispositivos de iluminación, etc.”. Todo esto puede hacerse sin necesidad de leer noticias, de modo que se evita la saturación, se actúa para resolver el problema y, a la vez, se minimiza la ecoansiedad.

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No todo depende de nosotros individualmente

Para evitar la ecoansiedad, más allá de evitar leer información, hay que comprender que no todo depende de nosotros a nivel individual. “Si no hay una reacción comunitaria, la ecoansiedad será cada vez más común”, advierte Sanz Andrea. “No solo es un asunto que tenga consecuencias en la salud mental de los afectados, sino también a nivel físico y comunitario”. Por eso, recuerda que “el afrontamiento ante la problemática del cambio climático no puede limitarse a ir desplazándonos a medida que se inundan o desertizan zonas que antes eran habitables”. Tampoco se debe optar por la resignación. Informarse menos durante un tiempo, de hecho, no significa resignarse. “Debemos apoyar cada iniciativa, incluidas las empresariales que estén hechas de buena fe, y presionar a nuestras instituciones”.

Estas son las mejores medidas para evitar la ecoansiedad. Y es que, con la información sobre el cambio climático, en ocasiones pasa como con las campañas políticas. Muchas veces, estas solo convencen a quien ya está convencido. Con la información sobre el clima, quienes evitan conocer más datos normalmente lo hacen porque ya están sobradamente concienciados y las consecuencias les generan temor y nerviosismo. Lo importante es hacer presión para que aquellos que deben leer esa información lo hagan y tomen medidas al respecto. Sobre todo, las grandes empresas y las instituciones, pues son quienes pueden tomar las mayores medidas. Así, quizás, algún día podamos leer buenas noticias para variar. 

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