En La chica de nieve de Netflix, urge resolver un crimen. Uno sin pistas claras, más allá de un impermeable color amarillo en el suelo y una multitud de testigos que no recuerdan indicios. Pero el guion no toma el camino sencillo de narrar una investigación complicada entre policías, escritorios y deducciones sin sustento. Esta es una historia de personajes realistas, que lidian como pueden con el dolor y la frustración. El misterio es el centro del relato, pero también, los hilos invisibles que unen a los involucrados. El mejor punto de la adaptación de la novela homónima de Javier Castillo es que es consciente de que la respuesta a su enigma es encontrar a una niña pérdida que podría morir por el menor error.

La producción sabe que su punto fuerte es resumir y enfocar todos sus esfuerzos esa posibilidad. Lo que hace que la producción no se desvíe de su objetivo: desentrañar lo que rodea al delito. A la vez, que cada pista —real o engañosa— sea algo más que un cliché o un lugar común. Todo el esfuerzo del guion está en esa posible respuesta. Una decisión brillante, particularmente cuando el argumento relata, por enésima vez, una desaparición misteriosa que no tiene, al parecer, explicación plausible.

Pero es evidente que los escritores, Jesús Mesas Silva y Javier Andrés Roig, enlazan el suspense en matices distintos. El más importante, la versión policiaca, en la que la inspectora Millán (Aixa Villagrán) dedica tiempo y esfuerzo a una investigación rutinaria. La chica de nieve deja entrever que, quizás, sea su veterano olfato el primer problema a vencer. Después de todo, ¿de qué manera puede saber que el caso que tiene entre manos se ajusta a toda su vasta experiencia en situaciones idénticas? ¿Qué le permitirá descubrir lo que lo hace diferente a cualquier otro?

La chica de nieve

La chica de nieve utiliza el apremio por saber la verdad, un recurso para que la narración avance con rapidez y sin tropiezos. En concreto, cuando debe lidiar con que se trata de la adaptación de una novela superventas cuya resolución es familiar para la mayoría de los televidentes. ¿Cómo brindar un aire novedoso a una premisa semejante? La trama, entonces, emplea lo mejor del material original para crear una visión acerca de una imperiosa búsqueda de la verdad. Un periodista veterano sabe que el caso de Amaya es más complejo que una niña perdida. La pregunta de si la víctima sobrevivirá a su desaparición es constante.

Puntuación: 4 de 5.

La chica de nieve esconde un misterio más complicado

Pero el método legal es necesario y repetitivo. Es justo la conexión con lo corriente lo que hace que el caso de Amaya sea complicado. La chica de nieve lo plantea como un suceso en apariencia común, pero que, a medida que se profundiza, demuestra que no lo es en absoluto. Lo que permite que pueda explorarse a partir de varias facetas. Desde la simplicidad de la única huella de la pequeña extraviada, hasta la evidencia de que lo ocurrido esconde un suceso peor.

La chica de nieve utiliza el apremio por saber la verdad como un recurso para que la narración avance con rapidez y sin tropiezos. En concreto, cuando debe lidiar con el hecho de que se trata de la adaptación de una novela superventas cuya resolución es familiar para la mayoría de los espectadores.

¿Cómo brindar un aire novedoso a una premisa semejante? La trama, entonces, emplea lo mejor del material original para crear una visión acerca de una imperiosa búsqueda de respuestas. Eduardo (José Coronado), un periodista veterano, sabe que el caso de Amaya es más complejo que una niña perdida. Al mismo tiempo, que esa conexión con lo que podría ser una tragedia inminente requiere de su máximo esfuerzo. La pregunta de si la víctima sobrevivirá a su desaparición es constante.

El recorrido en busca de la verdad

Una incógnita que, al principio, se basa en una lucha contra reloj a través de indicios que no llevan a ninguna parte. Mucho menos, lo suficientemente sólidos como para ser algo más que pequeñas señales de una circunstancia turbia al fondo del caso. La chica de nieve tiene la particularidad de ser un enigma dentro de otro. Pronto, el guion deja claro que, a pesar de los esfuerzos por encontrar a Amaya, la verdad de su paradero es una pieza dentro de algo más trágico.

Gradualmente, la serie construye lo que parece su camino hacia lugares sórdidos. El suceso comienza a atormentar a la inspectora Millán en un giro narrativo bien construido que reflexiona acerca de la sensibilidad sobre el cinismo. Sabe que una niña perdida es una estadística. Para ella, es un rostro.

Pero se trata del punto de vista de un funcionario. En la institución a la que pertenece, es un crimen entre los incontables que ocurren a diario. El dolor del personaje es el símbolo de años de fracasos al ver escenarios sangrientos idénticos. “No será la última niña que desaparezca”, se queja en voz baja. “La siguiente nos hará olvidar a Amaya”.

Todos los caminos en La chica de nieve conducen a una respuesta trágica

A medida que transcurre el tiempo, el caso se desdibuja y desaparece de la actualidad. Es entonces cuando se convierte en una obsesión para Millán, los padres de Amaya y Eduardo. El argumento no se limita a profundizar sobre el sufrimiento de un crimen que impacta a una familia.

La chica de nieve

A la vez, crea la sensación de onda expansiva a través de todos los que están relacionados con el caso. Poco a poco, el silencio alrededor de la suerte que pudo correr una víctima en circunstancias imprevisibles se hace ensordecedor.

Al igual que el libro, la adaptación muestra con cuidado el panorama de un crimen que conduce hacia un episodio más retorcido. A la vez, la catástrofe familiar que simboliza lo acontecido con Amaya para todos los involucrados. Un punto ingenioso del guion es brindar a las subtramas una relevancia consistente. Eso, a pesar de que toda la atención del argumento está en hallar a la niña perdida. No obstante, la posibilidad de que nunca haya respuestas es constante.

Luchar, incluso cuando todo parece perdido

Quizás por ese motivo, Eduardo necesita a Miren (Milena Smit), más joven y con el idealismo de una periodista aún en prácticas. La colaboración entre el trío es sin duda uno de los puntos fuertes de la producción.

La chica de nieve, serie de Netflix

Juntos recorrerán la investigación a partir de una óptica novedosa. Desde la experiencia y la sagacidad de los periodistas a la intuición de la policía. Lo sucedido con Amaya se convierte en una especie de acertijo a gran escala. Cada uno, desde su espacio y punto de vista, explorarán el caso en fragmentos de información que deben ser completados.

Para el último capítulo de La chica de nieve, en el que la respuesta a la pregunta del paradero de Amaya llega, la serie alcanza su punto más duro. Asimismo, el más dramático y mejor narrado. Una de las grandes virtudes de La chica de nieve es lograr construir un desenlace creíble y emocional. No hay medias tintas en esta historia dolorosa que utiliza los clichés del suspense para contar una premisa que se basa en ser creíble. Quizás, su mayor virtud.

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