Habrás visto en alguna ocasión la imagen que encabeza este artículo. Es muy viral. Una gigantesca torre metálica de la que se desprenden miles de cables telefónicos. Se la conoce como telefontornet en sueco. Y es la antigua torre de telefonía de Estocolmo, la capital de Suecia. Una obra de ingeniería necesaria para las comunicaciones de aquel entonces y que tiene un enorme impacto visual.
El equivalente actual, a nivel tecnológico, es la red de antenas de telefonía que podemos encontrar en las azoteas de algunos edificios en las ciudades. Y el equivalente visual sería la red de cableado eléctrico de Japón.
Si ya causan impacto visual las antenas de telefonía, imaginad ver a lo lejos una torre metálica de 80 metros de altura. Una torre rectangular como las de la Edad Media pero fabricada con metal y con un aspecto similar al de la Torre Eiffel. Precisamente, ambas construcciones son de la misma época. La Torre Eiffel era una gran torre de 300 metros de altura que se construyó entre el 26 de enero de 1887 y el 31 de marzo de 1889 para coincidir con la Exposición Universal de 1889. Su propósito era demostrar al mundo hasta dónde podían llegar las construcciones con hierro. Por su parte, la vieja torre de telefonía de Estocolmo finaliza su construcción en 1887. Pero su función era más práctica. Proporcionar cobertura telefónica a Estocolmo. Una ciudad que en 1880 contaba con 169.000 habitantes. Y que diez años más tarde, 1890, tendría unos 246.000 conciudadanos.
Más de 5.500 cables telefónicos que debían llegar a diferentes puntos de la moderna Estocolmo, la capital de Suecia. Y detrás del proyecto Telefontornet estaba nada más y nada menos que la compañía Stockholms Allmänna Telefon AB, el equivalente sueco a la ya poderosa Bell Telephone Company, nacida en Estados Unidos pero que pronto se extendió por Europa a través de su filial internacional con sede en Bruselas, Bélgica.
Un cable para cada teléfono
La primera llamada telefónica de la que tenemos constancia se realizó un 10 de marzo de 1876. Graham Bell llamaba a su asistente, Thomas Watson y pronunciaba una de las frases que más se han repetido a lo largo de la historia: “Mr. Watson, come here. I want to see you”. “Señor Watson, venga aquí. Quiero verle”. Y un 10 de agosto de 1876, el mismo Graham Bell lograba realizar una llamada telefónica de larga distancia. Concretamente, entre Brantford y París, dos ciudades de Canadá separadas por unas 6 millas, casi 10 kilómetros. Desde entonces, las redes de cables telefónicos se fueron instalando en ciudades de todo el mundo.
Sin embargo, aunque las redes móviles actuales permiten conectar miles de teléfonos a la vez con unas pocas antenas situadas en zonas estratégicas, las primeras líneas de telefonía eran más rudimentarias. Es decir, que para cada línea de teléfono era necesario un único cable que conectaba el domicilio, negocio u oficina con la central de intercambio donde se conectaban unas líneas con otras con la ayuda inestimable de un operador humano. La telefonía era toda una revolución frente a tecnologías anteriores, como la telegrafía. Pero, en sus inicios, tenía sus ventajas y sus inconvenientes.
Al igual que ocurre con el símil eléctrico, si muchos puntos de una ciudad necesitan electricidad, más cantidad de cables se necesitarán. Así, a más abonados a la red telefónica, más cables de telefonía debían instalarse y desplegarse por las alturas de las ciudades. De ahí el uso de postes y torres de telefonía que le daban al cielo de las ciudades un aspecto curioso. Y en el caso que nos ocupa, la gran torre de telefonía de Estocolmo, Telefontornet en sueco, satisfacía la necesidad de aproximadamente 5.500 líneas telefónicas.
Estocolmo, capital de la telefonía en el mundo
A finales del siglo XIX, Suecia era uno de los países con más líneas telefónicas de todo el mundo. Con permiso de Estados Unidos, que en 1900 tenía unos 600.000 teléfonos instalados en el sistema ideado por Bell. Cifra que subiría a 2,2 millones en 1905. Y 5,8 millones en 1910. Sea como fuere, en 1887, Estocolmo tenía aproximadamente 4.832 usuarios suscritos a la red telefónica. Era necesario crear una gran torre capaz de satisfacer esa demanda en alza.
La torre del teléfono o Telefontornet se construiría en el centro de Estocolmo, en la sede central de Stockholms Allmänna Telefon (SAT). Concretamente, en su azotea. Por razones obvias. Y su propósito era satisfacer la demanda de 5.500 teléfonos a lo largo y ancho de 5.000 kilómetros de distancia. Todo mediante cables de telefonía. Una vez finalizada la construcción y despliegue, era tal el volumen de cables que, según fuentes de la época, oscurecía el cielo. Y no es de extrañar. Si mirabas al cielo de Estocolmo, miraras a donde miraras, era inevitable encontrarte con decenas de cables que se cruzaban entre sí y que unían edificios y tejados a través de postes y torres de menor tamaño en dirección a la gran torre central.
Mirando la cronología de los hechos, la vida de esta impactante torre de telefonía fue relativamente corta para su esplendor visual. Finalizada su construcción en 1887, dejó de usarse en 1913. Con una renovación intermedia en 1890. Y, posteriormente, recibió varios mantenimientos en 1913 y 1939 hasta su demolición final en 1953. De ahí que las fotografías que quedan de la Telefontornet sean en blanco y negro.
Telefontornet caducó muy pronto
La historia de la torre del teléfono de Estocolmo empieza en 1883. Ese año se funda la compañía conocida por sus siglas SAT y de nombre Stockholms Allmänna Telefon. La traducción aproximada, Teléfono público de Estocolmo. En aquel entonces, en Estocolmo ya existía una red de telefonía previa gestionada por Bell, la popular compañía de telefonía estadounidense. Con la que empezó todo, vaya. Y que tenía también redes en países europeos como Suecia.
Para el despliegue técnico, SAT no podía trabajar con Bell porque era su competencia directa. En su lugar, optó por una empresa también sueca. Hoy es conocida mundialmente por su nombre Ericsson. Pero cuando se fundó, en 1876, su nombre era más extenso: Telefonaktiebolaget LM Ericsson. Y más que una compañía de telefonía, se dedicaba a reparar teléfonos. Su fundador era el sueco Lars Magnus Ericsson, de ahí el LM Ericsson del nombre. Pero pronto pasaron de reparar terminales telefónicos a proveer de material y productos de telefonía a empresas como Televerket, la gran empresa sueca de telecomunicaciones estatal que se había fundado en 1853.
No es de extrañar que SAT pensase en Ericsson como proveedor de la parte tecnológica del proyecto Telefontornet. Y en cuanto a la arquitectura, el sueco Fritz Eckert se encargó de embellecer la gran torre metálica diseñando las cuatro torres que la coronaban y que eran más estéticas que prácticas.
El ocaso del gigante de los cables de telefonía
Pero el tiempo pasa muy deprisa en lo que a tecnología se refiere. Es por eso que en 1913, la gran torre de telefonía de Estocolmo, Telefontornet, dejó de funcionar. El motivo es que ese año finalizaron las obras necesarias para soterrar los cables de telefonía necesarios para satisfacer la demanda de una Estocolmo que por entonces ya contaba con más de 342.000 habitantes en la ciudad y 229.000 en los alrededores.
Al igual que ocurre con los tendidos eléctricos, el cableado telefónico instalado en azoteas y tejados corría muchos peligros. Los propios cables y/o las torres y postes que los sujetaban podían venirse abajo por culpa de una tormenta o de una nevada, inclemencias climatológicas frecuentes en Suecia. De ahí la corta vida en activo de esta torre de telecomunicaciones, a pesar de su espectacularidad.
Pero precisamente por su aspecto imponente, permanecería en pie durante varios años más. Mientras que, por un lado, la empresa responsable de la torre, SAT, acababa fusionándose con Ericsson (1918), Telefontornet pasaba a ser un elemento más del skyline. Y en 1939 empezó a mostrar publicidad de los grandes almacenes de la empresa Nordiska Kompaniet. Finalmente, en el verano de 1952 se produjo un incendio que afectó a la estructura de esta gigantesca torre. Esto propició que en 1953 se demoliera.