Julián (Nacho Sánchez) tiene una imaginación desbordante. Al menos, es lo que admiran los fanáticos que disfrutan de los monstruos que crea para videojuegos en la película Mantícora. Los suyos no solo son aterradores, también son curiosamente sustanciales.

Una entidad agresiva, violenta y la mayoría de las veces desagradable que lo ha convertido en una celebridad en el mundo virtual. Para el diseñador, un monstruo es una perversa concepción de la belleza. Tan expresiva, artística y consistente como cualquier otra obra que exprese al hombre como creador de mundos privados.

Esta singular y en apariencia sencilla premisa es la que la sostiene la historia de Mantícora, de Carlos Vermut. Pero lo que parece otra versión sobre las máscaras detrás de las que se oculta la perversidad realista se convierte, gracias al director, en algo más. Mucho más desagradable de lo que podría suponerse. En especial, a medida que el argumento deja claro que cada criatura de Julián es, en realidad, un símbolo. 

Mantícora

El verdadero monstruo en Mantícora es una tragedia a punto de suceder. Tan cercana, que resulta repulsiva por su mera posibilidad. Vermut se acerca con cuidado al núcleo de lo desagradable, del miedo, de lo espantoso. Lo muestra, lo narra en fragmentos que podrían llevar o no a llevar a una conclusión terrorífica. Pero, en realidad, Mantícora no está interesada en lo que ocurre, tampoco en lo que ocurrirá. Lo que realmente obsesiona a la película es la sugerencia de una crueldad inminente. Todo el relato trabaja cuidadosamente en la atmósfera, se esfuerza por construir una sensación irrespirable. Cada vez más aislado, enfurecido, envilecido, Julián es un monstruo que comienza a perder los límites de la realidad y lo que ocurre en su mundo particular.

Puntuación: 4.5 de 5.

No solo de sí mismo (que lo son), sino también del tortuoso camino que transita para evitar caer en la oscuridad definitiva. Julián lleva un secreto a cuestas. Uno tan retorcido, deplorable y siniestro que únicamente puede expresarlo a través de criaturas temibles. De manifestar el dolor y el miedo a través de un mundo alterno en el que puede huir de ese lugar en sombras en su interior.

El asco convertido en una criatura con vida propia

Pero no todo es tan sencillo en Mantícora y mucho menos cuando Vermut, experto en lidiar con los horrores con rostro humano, empuja a Julián hacia el estrato de la realidad. Después de salvar a un niño de un incendio, el abismo que se esconde en sus criaturas virtuales está más cerca que nunca de lo tangible. Para el personaje, un supuesto acto heroico se convierte en una conexión con esa raíz de lo consciente, depravado y abyecto. Del miedo por la pulsión de una necesidad monstruosa que apenas controla.

Un espacio de puro aislamiento y repugnancia del que el personaje lucha por salir, sin lograrlo. Julián, de pronto, debe enfrentar directamente que es un depredador feroz. Que podría serlo en cualquier paso. Que lo será si cada pieza en su vida termina por sujetar algo más temible y, al parecer, inevitable.

Mantícora Julián

Mantícora y el tabú de la pederastia

El tema de la pedofilia y la pederastia es uno de los tabúes más complejos de narrar en cualquier ámbito del cine y la televisión. Vermut lo logra, no al profundizar en sus lugares más sucios e incómodos, sino al hacerlo en la oscuridad de lo sugerido. 

El verdadero monstruo en Mantícora es una tragedia a punto de suceder. Tan cercana que resulta repulsiva por su mera posibilidad. Vermut se acerca con cuidado al núcleo de lo desagradable, del miedo, de lo espantoso. Lo muestra, lo narra en fragmentos que podrían llevar o no a llevar a una conclusión terrorífica. 

Pero, en realidad, Mantícora no está interesada en lo que ocurre, tampoco en lo que ocurrirá. Lo que realmente obsesiona a la película es la sugerencia de una crueldad inminente. Todo el relato trabaja cuidadosamente en la atmósfera, se esfuerza por construir una sensación irrespirable. Cada vez más aislado, enfurecido, envilecido, Julián es un monstruo que comienza a perder los límites de la realidad y lo que ocurre en su mundo particular. 

Las fauces del miedo cada vez más cercanas

Pero esa línea, cada vez más difusa en Mantícora, debe afrontar una realidad monótona. El argumento explora cómo Julián lucha contra lo que anida en su mente, lo que poco a poco se va saliendo de control. El guion, también de Vermut, abre espacios y líneas narrativas alrededor de algo agobiante. De la posibilidad de un horror que Julián encarna en su soledad, de la búsqueda de una insatisfacción violenta.

Mantícora

Mantícora es la historia en lenta reconstrucción de una aberración que todavía no ocurre, pero que se construye paso a paso. El miedo se hace nítido, mientras el asco se convierte en una tensión irrespirable y densa.

Una de las grandes cualidades de la película es su atención a elaborar un recorrido por lo pérfido desde lo humano. Vermut quiere que Mantícora sea un golpe de realidad sobre lo que pueden ocultar los rostros corrientes. Los pecados inconfesables del hombre común. Acaso, sus tramos más aterradores suceden cuando Julián pasa del mundo real al virtual, para dejar en evidencia que la oscuridad en un núcleo en su mente. Una región que está a punto de salir de control, de sostenerse sobre un paso amargo y cruel que lo transformará en una criatura infame.

El monstruo que devora y el hombre que devora al monstruo en Mantícora

La metáfora de la realidad virtual que separa a Julián del mundo que lo rodea es obvia. La perversión que lo abruma jamás le permitirá pasar una línea invisible hacia una relación normal o tener amigos. El personaje mira el mundo a través de la cofia que le lleva a su propio mundo de monstruos.

Mantícora

Al mismo tiempo, su impulso depravado le separa de cualquier posibilidad de esperanza, felicidad o comunión emocional. Por completo solo, confinado a un silencio intelectual total, Julián se sostiene en un sufrimiento oscuro y cada vez más deplorable. Un terreno resbaladizo que el personaje debe recorrer sin saber si le llevará, finalmente, a la caída definitiva.

Al final, el monstruo que es Julián es trágico por el mero hecho de su destino inevitable. Como las criaturas que crea, está destinado a luchar para perder. Por último, a caer en un abismo devastador. Un punto que Mantícora maneja con habilidad y que brinda a la película de Vermut, quizás, uno de los finales más perturbadores del año.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: