The Witcher, Blood Origin tiene una complicada responsabilidad. Por un lado, profundizar en un universo establecido — y en la actualidad, en medio de algunos problemas — con propiedad. Al otro extremo, presentar a un grupo de personajes que deben, al menos, ser tan carismáticos como el ya conocido Geralt de Rivia. Pero la miniserie de cuatro episodios no solo no lo logra. Tampoco tiene la capacidad de actuar como un trasfondo elegante de un recorrido a través de un territorio fantástico con sus propias peculiaridades. 

La trama, que debería abordar todos los acontecimientos de la Conjunción de las Esferas, se queda corto en ambiciones y en contexto. Incluso, a pesar de utilizar a Jaskier (Joey Batey) como hilo conductor, The Witcher: Blood Origin carece de la fuerza de la serie origen. Esta es una narración que intenta profundizar en el origen de todo lo que conocemos en el futuro de la serie. También de brindar su propia mitología. Pero lo hace de manera tan torpe e inconsistente, que no logra ninguna de las dos cosas. 

Si algo se lamenta en la precuela de la popular The Witcher es su sentido de lo genérico. Mientras que en la serie que hasta hace poco protagonizó Henry Cavill, hay una indudable personalidad, en la nueva historia, la sensación es de cabos sueltos. Hacerlo de manera desordenada y sin un personaje de real fuerza que pueda unificar todas las líneas narrativas que se muestran. 

The Witcher, Blood Origin

The Witcher, Blood Origin tiene una complicada responsabilidad. Por un lado, profundizar en un universo establecido - y en la actualidad, en medio de algunos problemas - con propiedad. Al otro extremo, presentar a un grupo de personajes que deben, al menos, ser tan carismáticos como el ya conocido Geralt de Rivia. Pero la miniserie de cuatro episodios no solo no lo logra.
Tampoco, tiene la capacidad de actuar como un trasfondo elegante de un recorrido a través de un territorio fantástico con sus propias peculiaridades.

Puntuación: 2.5 de 5.

The Witcher, Blood Origin: un recorrido por lugares conocidos

Por supuesto, para los seguidores de la obra literaria y el juego derivado, el recorrido es conocido. Esta es la historia del primer Witcher, en una especie de visión sobre su importancia que contradice la idea general de una precuela. Desde sus primeros minutos, The Witcher, Blood Origin deja claro que esta figura mítica es trascendente, importante y que está destinada a cambiar la historia. 

Siendo así, todo el ámbito que rodea al argumento parece estar concentrado en realzar esa importancia. No hay otra cosa que la premisa que este mundo en caos, atravesará dificultades “insalvables”. Todas, que deberán ser resueltas por un emblemático personaje que es el origen de una gran historia. 

No obstante, el guion de The Witcher, Blood Origin no entra en detalles acerca del trayecto hacia el meollo de su premisa. ¿Quién es esta figura y en dónde reside su importancia? ¿Cuál es el motivo del caos entre clanes élficos que se adivina al trasfondo? Con las poderosas criaturas en medio de un enfrentamiento cada vez más violento, la tensión de la historia depende de comprender sus detalles. 

Pero en realidad, el conflicto termina en un hecho monstruoso que hace a la historia avanzar con esfuerzo. De pronto Merwyn (Mirren Mack) se convierte en una líder peligrosa y agresiva. Una que, además, habrá que combatir con magia en medio de una percepción cada vez más dura de un territorio que agoniza. 

Una guerra sin cuartel pero sin ningún sentido

La producción comienza por dejar claro que todo lo que ocurre, pasa 1200 antes de la historia ya conocida. El juego retrospectivo es inevitable. También es parte de algo más amplio y complejo. Pero sin un relato cuidadoso de lo que lleva a los personajes a reunirse y a un enfrentamiento con lo misterioso, el argumento pierde fuerza. 

Particularmente, cuando The Witcher, Blood Origin intenta explicar la célebre Conjunción — punto central de la trama literaria — y no logra hacerlo con inteligencia. De hecho, un suceso de semejante envergadura, queda relegado al fondo del contexto, cuando debería ser al contrario. 

Otro de los grandes problemas de The Witcher, Blood Origin es la considerable cantidad de personajes en apariencia principales — siete — y que solo se profundice en dos. Los cuatro episodios apenas tienen oportunidad de profundizar en la vida de Éile (Sophia Brown) y Fjall (Laurence O’Fuarain). De modo, que lo que debería ser una aventura en equipo, termina por ser una explicación apresurada de todo tipo de ideas disímiles.

Desde la magia del caos — que se insiste, se invoca y se muestra, pero jamás se usa — hasta la idea de los siete míticos guerreros. Todo en The Witcher: Blood Origin tiene algo de incompleto mal acabado. Como si todos los hilos narrativos carecieran de la solidez para llevar la narración a algún punto preciso. 

Personajes desperdiciados y un universo a medio construir 

Lo que más se lamenta de The Witcher: Blood Origin es el desperdicio de una idea global rica en detalles y, sobre todo, en importancia. Personajes como la esperada Scian de Michelle Yeoh se desdibujan en medio de interminables batallas o extraño giros de guion. Mucho más cuando la historia base — esta épica que es el origen de todo lo que The Witcher pueda contar — pasa a un decepcionante segundo plano. 

En especial, de cara a la tercera y cuarta temporada de la serie de Netflix, en que la Conjunción — o su recuerdo — podría ser esencial. Pero la precuela carece de la solidez y la consistencia para contar una historia emocionante. Al final es una colección de pequeñas escenas que anuncian un hecho más importante y amplio, sin que llegue a ninguna parte la promesa. 

Para su último episodio, es evidente que la ambición de la serie era mayor que sus recursos narrativos. Algo para preocuparse, en medio de todos los problemas que la historia central atraviesa en la actualidad. ¿Es la fallida The Witcher: Blood Origin el anuncio del final de la gran serie de fantasía de Netflix? Solo el tiempo lo dirá. 

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