El penúltimo episodio de The Walking Dead, que puedes ver en Disney+, trae una muerte dolorosa. Una que, de ser cierta — y nada parece indicar lo contrario —, tambalearía los cimientos mismos del problema. Judith, tan querida como frágil, símbolo de una resistencia afanosa y complicada contra el horror, acaba de caer abatida por Pamela Milton. Todo en medio de la mirada desesperada de Daryl, que de nuevo afronta una pérdida con la que difícilmente podrá lidiar.
¿O no se trata de eso? El capítulo 23 de The Walking Dead se cuestiona de forma brutal hacia qué lugar se dirige su argumento en su inminente final. En especial, cuando el salvaje asesinato de un personaje especialmente querido y central de la trama empuja la producción hacia puntos oscuros. Algo que reinventa — de manera casi sorpresiva — el mapa de la última temporada. Si, hasta ahora, la percepción del gran enemigo de la Mancomunidad había sido la de un claustrofóbico tipo de maldad, la muerte de Judith lo cambia todo.
Pero no solamente por el hecho de que otra vez The Walking Dead juega la carta de asesinar a un rostro querido por el público para hacer avanzar la trama. La confrontación con la Mancomunidad recordó de nuevo que, para la producción, los monstruos están dentro de las verjas de seguridad y ostentan cargos políticos.
El apocalipsis llegó, pero esta vez no en la forma de caminantes, sino en la de Pamela Milton, que, arma en mano, dispara contra un elemento sensible de la trama. ¿Judith podría estar viva a pesar de todo? La gran pregunta se repite y se enlaza con algo más complicado, elaborado y extraño.
Podría estarlo, pero no necesariamente eso hace menos duras las muertes que la Mancomunidad provocó y propició. Niños convertidos en carne de cañón, una lucha campal que recordó que el gran enfrentamiento de la temporada de The Walking Dead no es contra los zombis, sino contra una comunidad fanatizada y cruel.
Los rigores del horror en The Walking Dead
La temporada final de The Walking Dead tiene la extraña misión de unir las piezas desordenadas de todos los universos y niveles de la historia. Pero, en especial, hacer justicia a uno de sus temas centrales: la supervivencia. Se trata de un recorrido complicado y doloroso que ha convertido a la entrega número once del icónico programa en una percepción sobre sus puntos fuertes.
Convertida en el punto central de un universo en creciente expansión, el final de la producción marca algo más que una conclusión. También, y con toda probabilidad, el sentido que sus diversos derivados, películas y futuros spin off, van a tomar a partir de su argumento.
Un hecho que fue más que notorio en el capítulo 23 de The Walkind Dead. Finalmente, el enfrentamiento contra la Mancomunidad dejó de ser un anuncio y se convirtió en una violenta mirada a la necesidad de sobrevivir. Por un lado, la serie entrega su episodio más descarnado y crudo. A la vez, el más enfocado en un tipo de violencia que la tensión del argumento creó con buen pulso durante los últimos dos episodios.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, The Walking Dead pareció recordar su naturaleza como producción de terror. Tanto como para que varias de sus secuencias — en concreto, las que involucran niños — se hicieran profundamente dolorosas y desconcertantes.
En The Walking Dead la muerte puede estar en cualquier esquina
The Walking Dead nunca ha sido sencilla de digerir y mucho menos cuando plantea los claroscuros de la naturaleza humana. La batalla contra la Mancomunidad — con la posible muerte de Judith a cuestas — es también un recorrido angustioso hacia la visión del horror.
¿Cuál de sus facetas? Durante su temporada once, la serie dio lo mejor de sí para reconfigurar, de forma elegante y bien construida, su historia. Daryl volvió a recuperar su lugar como héroe trágico. Maggie se enfrentó a sus rencores y logró, al menos, lidiar con todo el sufrimiento que lleva a cuestas de una manera válida.
Incluso Negan encontró un nuevo punto de madurez en medio de un conflicto que dejó claro, tal y como diría Eugene, que la muerte “es inevitable”. La Mancomunidad se convirtió en un símbolo de horrores y de espacios mal construidos. Pero, en especial, en una mirada aterradora a lo que The Walking Dead plantea como premisa. Si a largo de más una década la serie se concentró en el miedo, su última temporada lo hace en la crueldad.
¿Está muerta Judith? El final de la serie tendrá la última palabra. Pero algo es evidente y, sin duda, aterrador. El hecho de que el centro de este universo de sobrevivientes y monstruos hambrientos se haya convertido en una desconcertante visión sobre la oscuridad humana.
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La muerte de un niño es la desesperanza completa, como bien Maggie comprobó en el capítulo anterior. ¿Quiere decir entonces que el cierre de la producción dejará a un lado toda posibilidad de redención? A un episodio del final, la respuesta todavía está en un complicado terreno borroso.