Geppetto, al que pone vida la voz de David Bradley, lleva el más doloroso y profundo luto a cuestas. Tanto como para que los primeros minutos de Pinocho de Guillermo del Toro, que llegará a Netflix el próximo 9 de diciembre, sean un recorrido sustancial sobre el sufrimiento.

El carpintero que perdió a su hijo y ahora intenta encontrar redención está rodeado de oscuridad. Por lo que la estética de la animación de Mark Gustafson tiene algo de lírico en toda su belleza levemente siniestra. También muy diferente a la que Disney+ nos propuso hace solo unos meses con su propia versión live action de Pinocho y que, a grandes rasgos, era exactamente igual que la película original de 1940.

Pero es justo ese espacio entre luces y sombras lo que hace a esta adaptación del cuento de Carlo Collodi una pequeña obra de arte acerca del sufrimiento. También un recorrido elegante a través de las emociones, la magia y el misterio.

Pinocho de Guillermo del Toro

En uno de los puntos más extraordinarios de Pinocho de Guillermo del Toro, el director logra convertir esta fábula amable en una reflexión sobre los dolores de la violencia. Hacerlo sin comprometer la integridad del relato y, mucho menos, su condición de cuento para niños. El argumento, basado en un guion del propio realizador mexicano y Patrick McHale, analiza el mundo que acoge a Pinocho desde el peligro. De modo que, este niño, que sueña con complacer a su padre y hacerse real, a la vez deberá lidiar con el sufrimiento profundo de su país. Ambas cosas combinadas llevan a otro estrato la belleza, el sustrato de lo sensible y, al final, el duelo por lo perdido.

Puntuación: 5 de 5.

Érase una vez un macabro niño de madera

Guillermo del Toro, famoso por humanizar monstruos, esta vez, construye una fábula sobre los anhelos, que se convierte en una forma de conmovedor consuelo fugaz. Pero no por eso disminuye su sofisticada visión sobre lo siniestro, lo singular y, en particular, lo intangible. Buena parte de Pinocho de Guillermo del Toro se apoya en la cualidad inexplicable de los milagros como un suceso sobrenatural sin relación con lo divino. 

Por singular que pueda parecer, la salvedad emparenta a la producción con el folk horror. Pinocho, que tanto en el cuento como en las versiones más conocidas de Disney es fruto de un deseo espiritual de profunda nobleza, esta vez es el resultado de la angustia. También de la búsqueda de explicación a lo desconocido.

“¿Es la muerte lo último que espera por nosotros o hay algo más?”, se lamenta el carpintero. Poco después encontrará el árbol diminuto junto a la tumba de su hijo que le permitirá el consuelo. No hay tránsito entre la pregunta, más lúgubre que emocional, y el pequeño — en apariencia siniestro — prodigio de la llegada de su antinatural hijo al mundo. 

Pinocho de Guillermo del Toro es una historia de magia con tintes oscuros

Por supuesto, para Del Toro, Pinocho se trató de un desafío de lenguaje y concepto. El relato, que este mismo año recibió otra adaptación de manos de Robert Zemeckis, es una metáfora acerca del sufrimiento. Una contada de tantas formas y perspectivas distintas, que resulta casi imposible añadir un elemento novedoso. Pero el realizador mexicano lo hace. No solo incorpora la condición del miedo, el tiempo y el luto como parte de un suceso sobrenatural, ingenuo pero con tintes lóbregos. 

Tambié, mezcla la ingenuidad de Pinocho — una criatura que no comprende del todo su origen — con la percepción de la existencia misma. “¿Cómo es que estoy vivo?”, se pregunta el muñeco recién tallado en Pinocho de Guillermo del Toro. Geppetto guarda silencio y el breve espacio, los pequeños tintes de color que le rodean, decrecen hasta volverse sombras. Lo mismo ocurre cuando Wood Sprite (Tilda Swinton) escucha la súplica del carpintero solitario.

No se trata de una visión acerca de “un deseo del corazón”, que equipararía el guion a las versiones Disney. El anhelo del padre desconsolado está sostenido sobre la concepción de lo imposible, del abismo de la angustia. Pero, en especial, de la búsqueda sofisticada de un cierto elemento inquietante y bien construido sobre el peligroso límite de los deseos tenebrosos. 

Pero también una oda a la belleza

A pesar de su cualidad entrañable, exquisita y, por supuesto, conmovedora, Pinocho de Guillermo del Toro se aleja todo lo que puede de la inocencia de sus versiones cinematográficas. Lo que la acerca mucho más al original literario, del cual hereda una curiosa densidad y también una poderosa exploración sobre el sufrimiento.

“¿Qué es el dolor humano, sino recuerdos rotos?”, dice Wood Sprite, en un susurro casi terrorífico. Para la fuerza de la naturaleza que encarna, sostiene, construye y metaforiza, la voz en la oscuridad es una presencia enigmática. Una que comprende el dolor del padre y, también, la importancia de la criatura a la que insuflará vida. 

Desde el deseo desesperado de Geppetto por recuperar a su hijo, hasta la magia que sostiene a la criatura de madera que lo suplanta. Poco a poco, Pinocho de Guillermo del Toro avanza hasta regiones por completo desconocidas de la narración original y se sostiene en una impecable percepción acerca de lo misterioso.

Del Toro no crea uno de sus adorables y a menudo inquietantes monstruos a través de Pinocho, pero sí le dota de la misma cualidad de lo imposible y sorprendente. “¿Qué es ser un niño de verdad?”, se pregunta, aturdida y desconcertada, la inocencia convertida en una forma de existencia. “¿No lo soy, entonces?”. 

Pinocho de Guillermo del Todo

El dolor de la violencia como escenario de Pinocho de Guillermo del Toro

Sebastien J. Cricket (Ewan McGregor) es, claro está, el narrador. Pero, en lugar de Pepito Grillo convertido en conciencia torpe, esta vez es un testigo privilegiado de un intenso recorrido por las experiencias vida. Pinocho, que nació de un deseo doloroso, debe aprender el significado de lo que el mundo aguarda. Lo que incluye, además, un escenario novedoso para la historia entera. Contextualizada en la Italia de Mussolini, el trasfondo político se enlaza con la forma en que el niño de madera descubre el sentido de lo moral y de la libertad.

En, quizás, uno de los puntos más extraordinarios de Pinocho de Guillermo del Toro, Del Toro logra convertir esta fábula amable en una reflexión sobre los dolores de la violencia. Y lo hace sin comprometer la integridad del relato y, mucho menos, su condición de cuento para niños. El argumento, basado en un guion del propio realizador mexicano y Patrick McHale, analiza el mundo que acoge a Pinocho desde el peligro. 

Portada Pinocho de Guillermo del Todo

De modo que, este niño, que sueña con complacer a su padre y hacerse real, a la vez deberá lidiar con el sufrimiento profundo de un país. Ambas cosas combinadas llevan a otro estrato la belleza, el sustrato de lo sensible y, al final, el duelo por lo perdido. “No puedes imaginar, que tan bello fue este país”, se lamenta Geppetto en uno de los puntos más duros de Pinocho de Guillermo del Toro

Al final, Pinocho es una obra atípica, delicada y construida para asombrar, conmover y elevar la reflexión sobre la búsqueda de la felicidad a un nuevo nivel. Un logro de talento que enlaza la historia con su extraordinario apartado visual para crear, quizás, uno de las mejores animaciones del año.

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