Este año la vuelta al cole trajo un sinfín de infecciones respiratorias que siguen aumentando cada vez más a medida que aumenta el frío. No es solo la COVID-19, también es la gripe o el virus respiratorio sincitial. Además, en el caso de los bebés más pequeños, muchos de esos patógenos están propiciando el aumento de los casos de bronquiolitis, una afección que puede llegar a ser muy grave en este grupo de edad. Los pediatras son los que deben disponer cuál es el tratamiento más adecuado para estas enfermedades, en caso de que sea necesario. No obstante, muchas familias aún siguen optando por remedios caseros, como colocar un plato con trozos de cebolla en la habitación en la que duermen los niños. Incluso hay quien va más allá y coloca directamente esta hortaliza dentro de su calcetín.

Esta es una tradición que, al parecer, se remonta al siglo XVI, cuando se pensaba que la cebolla podía absorber la enfermedad de las estancias. Más tarde, se han dado otras hipótesis, como que su contenido en compuestos sulfurados puede ayudar a tratar las infecciones. O incluso se ha dado veracidad a su colocación en el calcetín bajo el hospicio de las creencias de la reflexología.

Sin embargo, a día de hoy no hay la más absoluta evidencia científica de que sirva de algo. Es más, si confiamos en las maravillas de la cebolla, podríamos dejar de recurrir a otros tratamientos que sí sean realmente eficaces. Y es que normalmente estas enfermedades remiten por sí solas, sin necesidad de tratamiento. Pero, si no fuese ese el caso, está claro que ninguna hortaliza será más eficaz que la medicina.

Cebolla para los resfriados: del siglo XVI a la actualidad

En el siglo XVI no se sabía exactamente cómo se transmitían las enfermedades causantes de grandes epidemias. Se sospechaba que el aire se envenenaba de alguna forma, de modo que las afecciones pasaban de unas personas a otras. Más tarde, en el siglo XIX, Louis Pasteur propuso la teoría germinal de las enfermedades, que sostenía que eran los microorganismos los que pasaban de unas personas a otras, transmitiendo todo tipo de infecciones.

En el siglo XVI se extendió el uso de cebolla porque, supuestamente, podía limpiar el aire contaminado. Por eso, al proponerse la teoría germinal de las enfermedades, esta suposición se modificó para proponer que, en realidad, la cebolla es capaz de absorber los virus y bacterias que causan las enfermedades, sacándolos del cuerpo del enfermo.

Han surgido todo tipo de historias legendarias al respecto. Como la de una supuesta familia que se curó por completo en plena epidemia de gripe española por colocar cebolla en las habitaciones en las que descansaban. Pero nada de esto es cierto. Al menos no es verdad que la cebolla sirviese de nada. Básicamente, porque la infección transcurre en el interior del organismo de los enfermos. No hay ninguna manera de absorber esos microbios. Mucho menos con una cebolla que, además, no supone un ambiente muy propicio para la proliferación de estos patógenos.

Sí que puede que haya personas que piensen que la cebolla les ha curado alguna gripe o resfriado. Pero esto se debe a que generalmente son infecciones víricas que remiten por sí solas, sin tratamiento. Si da la casualidad que la curación se da justo cuando se empieza a usar la cebolla, se podría pensar que ha sido la responsable.

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La reflexología tampoco tiene evidencia científica

Si bien se ha estudiado la posibilidad de que los compuestos sulfurados de la cebolla puedan ayudar a aliviar el resfriado, no hay evidencia de que realmente sean tan eficaces. Mucho menos por algo tan simple como colocarla en un plato en la habitación.

En cuanto a ponerla en el calcetín, a día de hoy quienes lo apoyan son los defensores de la reflexología. Esta es una forma de medicina alternativa que supone que los pies son una especie de mapa de todo el organismo, de modo que si se manipulan regiones concretas se pueden tratar órganos específicos. Eso es lo que haría la cebolla: presionar en el pie.

No obstante, no hay estudios con un buen diseño experimental que demuestren la eficacia de la reflexología. Además, incluso si fuese eficaz, la colocación de la cebolla suele ser aleatoria, sin incidir en regiones concretas de la planta del pie.

En definitiva, la cebolla, en ninguno de sus formatos, es útil contra las infecciones respiratorias que este invierno están invadiendo guarderías y colegios. El lavado de manos y el uso de mascarillas en situaciones de riesgo es mucho más eficaz que cualquier hortaliza. Y, una vez que empieza la infección, si los síntomas se complican, solo la medicina moderna tiene las claves para intentar solucionarlas. Ojalá fuese tan sencillo como dormir con un poco de cebolla.

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