Giselle (Amy Adams) cree firmemente en los finales felices. Después de todo, ella obtuvo el suyo junto a Robert (Patrick Dempsey) hace una década. Y por si eso no fuera suficiente, es parte del mágico reino de Andalasia, un lugar en que cada cuento de hadas se hace realidad. Pero, incluso para el corazón inocente y amable del personaje, la vida suburbana y corriente puede ser un reto casi insalvable. Al menos, uno que puede conducirle al peor de los desastres en Desencantada: Vuelve Giselle, que podrá verse en Disney+ a partir del 24 de noviembre.
Esta sencilla premisa sostiene la secuela tardía de Encantada, el éxito del 2007 dirigido por Kevin Lima. De hecho, la película basa buena parte de su relato en la pregunta inevitable y cínica que dejó traslucir la original. ¿Qué ocurre después de que las princesas reciban el beso de amor del príncipe? ¿Cuándo despiertan del sueño encantado? ¿Reviven en brazos del héroe de turno? Desencantada: Vuelve Giselle tiene la suficiente autoconciencia como para comprender que su efectividad se encuentra en la sátira. Por lo que la historia comienza en el mismo punto en que terminó. Un relato sobre lo imposible, el poder del amor y el triunfo del bien sobre el mal.
Para la película de Adam Shankman, las respuestas a las preguntas anteriores son sencillas. La pareja enamorada vivió moderadamente feliz, en un apartamento neoyorquino, con una hija adolescente y otra recién nacida, hasta que la vida cotidiana los sacudió. Giselle, ahora un ama de casa de mediana edad, lidia con una adolescente, su pequeña hija de meses de edad y el devenir de la rutina. Poco a poco, lo que parece ser el final de un relato extraordinario, se convierte en una mirada casi irónica sobre lo corriente. Después de todo, el gran amor de las princesas en los cuentos de hadas está cristalizado en lo ideal. En la belleza de lo intocado.
Desencantada: Vuelve Giselle
La película depende de su autoconciencia para funcionar sin ser por completo un vehículo de nostalgia. Con lentitud, la trama intenta retratar el trascurrir del tiempo como una nota discordante en la perfección que Giselle imagina para sí misma. En especial, cuando su hijastra comienza a volverse adolescente. La niña, que fue el primer contacto de Giselle con el mundo real, es quizás la primera fractura en su sueño de amor. Para la película, se trata de una pequeña trampa sobre los ideales románticos y su fragilidad. Una y otra vez, la historia insiste en que la princesa, que abandonó un mundo idílico por amor, está abrumada.
Pero Giselle se encuentra al otro lado de esa pequeña frontera. En Nueva York, lleva una pacífica vida matrimonial y lucha contra la sensación de que algo está fuera de su alcance. “Creí que la felicidad sería más sencilla”, dice con un curioso humor satírico mientras intenta enfrentar los retos de la normalidad. A pesar de que todavía los pájaros la visitan para cantar a su ventana y todo lo que ocurre a su alrededor parece capaz de convertirse en una canción.
Disney, que conoce la fórmula que convirtió en clásicos a varias de sus películas emblemáticas, de nuevo se burla de ellas en Desencantada: Vuelve Giselle. Pero con Giselle incorpora la idea de lo irrealizable. Esta princesa, que obtuvo el sueño del amor, que logró vencer a la reina malvada y que besa a su amado cada mañana, no está satisfecha. En ocasiones, incluso, parece infeliz.
Érase una vez un cuento de hadas que podía terminar muy mal
Desencantada: Vuelve Giselle depende de su autoconciencia para funcionar sin ser por completo un vehículo de nostalgia. Con lentitud, la trama intenta retratar el trascurrir del tiempo como una nota discordante en la perfección que Giselle imagina para sí misma. En especial, cuando su querida hijastra Morgan (Gabriella Baldacchino) comienza a volverse una adolescente. La niña, que fue el primer contacto de Giselle con el mundo real, es quizás la primera fractura en su sueño de amor.
Para Desencantada: Vuelve Giselle, se trata de una pequeña trampa sobre los ideales románticos y su fragilidad. “A veces olvido que el tiempo aquí trascurre con rapidez”, dice Giselle con desaliento. Una y otra vez, la historia insiste que la princesa, que abandonó un mundo idílico por amor, está abrumada. Ya sea por la idea de que la vida, tal y como la conoce, está a punto de transformarse o solamente por el pensamiento de lo común.
Después de todo, los cuentos de hadas permanecen idénticos con el trascurrir del tiempo. Una idea que el guion de Rita Hsiao, Jessie Nelson y Adam Shankman explora desde la perspectiva de la fractura en el amor imperecedero. Una y otra vez, el argumento muestra cómo la vida feliz de Giselle se vuelve un tanto opaca, como si el brillo de la magia se desvaneciera con lentitud. El personaje — que Amy Adams retoma con un forzado entusiasmo poco convincente — parece desconcertado y confuso. Hasta que toma una decisión. “Lo mejor es buscar nuestro propio cuento de hadas”, insiste y finalmente la familia termina por abandonar Nueva York.
Pero en el pueblo de Monroeville — cuya valla de bienvenida promete que “los cuentos de hadas se hacen realidad” — no mejora la situación de la familia. Con una casa soñada que se cae a pedazos y Malvina Monroe (Maya Rudolph) convertida en una enemiga malintencionada, Giselle está en el ojo del huracán. Desencantada: Vuelve Giselle insiste en la idea de que quizás la vida cotidiana es demasiado dura para esta princesa que rebasó el “y comieron perdices”.
Por último, ocurre lo inevitable. Morgan termina por rebelarse, afligida, aturdida y en medio de cambios que tampoco comprende. “¡No eres mi madre!”, grita a Giselle. Y es entonces cuando el relato idílico parece romperse por completo. Desencantada: Vuelve Giselle intenta crear una rara deconstrucción de su premisa original. Además, utilizar a Giselle y a Morgan como partes de una misma percepción del cambio.
Los primeros años de juventud de la adolescente son el indicio de que otra historia acaba de comenzar. Para Giselle, los pequeños cambios son dolorosos. El guion juega con la idea de que los cuentos de hadas solo pueden cautivar si permanecen intactos. Por lo que el de Giselle y su familia está a punto de terminar.
El regreso a los orígenes de Desencantada: Vuelve Giselle
Lo que termina por ocurrir cuando un deseo trae de nuevo la magia a la vida de la princesa desolada. Para su segundo tramo, Desencantada: Vuelve Giselle reconoce el lugar del que proviene y recorre un camino contrario al de su historia original. Si en la narración del 2007 Giselle huía de Andalasia, su versión más adulta solo desea volver al país idílico en el que todo es posible. Lo logra con un previsible y blando giro de guion que, quizás, es el punto más débil de un argumento desordenado.
El camino se vuelve predecible: Giselle vive de nuevo su cuento de hadas. El que soñó y añoró como mujer del mundo real. Los animales pueden hablar, la magia está en todas partes y Morgan recuperó su frágil ingenuidad. No obstante, todo tiene un precio, en especial, cuando el poder de Andalasia se vuelve incontrolable. Malvina se convierte en monarca de un reino pequeño y claustrofóbico y Giselle, en su peor pesadilla. En los grandes relatos idílicos ninguna madrastra tiene buen corazón, por lo que la promesa de felicidad se convierte en una pesadilla.
Para su segundo tramo, Desencantada: Vuelve Giselle alcanza sus mejores momentos. Giselle se transforma en una villana tan carismática como para sorprender. Robert en un héroe que debe luchar contra gigantes y Morgan en una princesa capaz de salvar a Andalasia de la destrucción. Pero el argumento desaprovecha lo que podría ser una gran parodia al bien absoluto y mal inevitable en beneficio de chistes predecibles. Poco a poco, la película pierde encanto y personalidad en favor de su necesidad de narrar — otra vez — su historia original.
Y todos fueron felices, al menos por un rato
Desencantada: Vuelve Giselle tiene todos los elementos para profundizar en el universo ingenioso del éxito del 2007, pero, en realidad, solo es un añadido innecesario. No por falta de esfuerzo de su elenco, sino por la necesidad del guion de generalizar y no atreverse a profundizar en sus ideas más ingeniosas.
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Para sus secuencias finales, Desencantada: Vuelve Giselle es una extraña combinación entre una parodia floja y un chiste sin gracia. Quizás, lo peor que puede decirse de una película que nació justamente para hacer mofa de las grandes historias de amor en los cuentos de hadas.