En el octavo episodio de Andor, disponible en Disney+, los villanos muestran su rostro más de una vez. Pero, a diferencia de otras producciones de la franquicia Star Wars, no llevan máscaras o sables de luz, ni pueden estrangular a través de poderes misteriosos. En realidad, el mal en la serie es el centro medular de su propuesta. Que no es otra que las batallas morales que desafían y deben afrontar cada uno de sus personajes.
De hecho, sorprende que el malvado principal de la historia sea un burócrata venido a menos obsesionado con su fracaso. Siryl Karn (Kyle Soler) debió afrontar el fracaso en Ferrix y, además, la huida de un asesino de dos funcionarios bajo su cargo. Desde entonces, la obsesión por “limpiar su nombre” se convirtió en el punto central de todas sus decisiones. Un punto al que Andor presta especial interés y que, además, reconfigura la percepción del mal en una saga analizada siempre desde los extremos absolutos.
Karn es el ejemplo más evidente de cómo Andor muestra su versión de una galaxia muy, muy lejana. Por primera vez, el gran antagonista del héroe no es una criatura de una crueldad deplorable. Tampoco un desalmado estratega o un líder enloquecido por la ambición.
En su lugar, es un funcionario que intenta desafiar como puede a sus superiores para resolver un doble homicidio. Solo que, en lugar de brindar sus esfuerzos e inteligencia a un estrato más noble, lo hace en las entrañas del Imperio. En particular, en beneficio de su futuro inmediato.
Andor es el nuevo fenómeno del universo Star Wars que llega en exclusiva a Disney+
Andor, la maldad como una serie de decisiones equivocadas
Para Andor, el hecho del mal está profundamente relacionado con las motivaciones privadas de sus personajes, sin un objetivo mayor. Un punto que Tony Gilroy comentó en más de una ocasión y profundizó de forma elegante desde sus primeros episodios. “No hay ningún personaje intrínsecamente bueno”, explicó hace meses en una entrevista. “Cada vez que escribo, pienso con cuidado en los villanos como seres falibles que tienen tantas facetas como decisiones que tomar”.
Lo que podría explicar la atmósfera sofocante y, por momentos, claustrofóbica de la serie. En Andor, el mecanismo de represión del Imperio no está formado por criaturas depravadas o mortíferas. Mucho menos por personajes que lanzan rayos de poder a través de sus manos. Al contrario, la cámara sigue a sus figuras malignas a través de largos pasillos de aire corporativo y nihilista. Les acompaña en reuniones en que se debaten temas de logística, estrategia y organización jerárquica. Los nuevos villanos de Andor son, en realidad, burócratas. Lo que hace aún más complicado el escenario en que se moverá la historia.
Tal vez por eso resulte tan intrigante el personaje de Dedra Meero (Denise Gough). La oficial descubre un patrón entre los aparentes ataques desordenados de la resistencia. Poco a poco, el personaje construye un mapa de circunstancias que demuestra que lo que parecen golpes subversivos aislados, en realidad, son un movimiento. Uno destinado a sacudir los cimientos del Imperio.
Pero Gilroy no atraviesa el terreno sencillo de crear personajes destinados a ser odiados. Tanto Karn como Meero son eficientes, perspicaces y brillantes a la hora de llevar a cabo la misión que les encomendó. “En cualquier otro lugar, su comportamiento brillante sería la de un héroe. Pero en Andor es todo lo contrario”.
Unos villanos llenos de grises
Uno de los grandes méritos de Andor es construir una visión sobre Star Wars que incorpore temas más profundos y reflexivos de los usuales. Aunque la inclinación al heroísmo, el cuestionamiento al poder y la esperanza continúan siendo parte de la trama, la serie se mueve en direcciones nuevas.
En especial, en lo tocante a la maldad. En ocho capítulos, apenas se nombró una vez al Emperador. Se hizo, además, en medio de una conversación en que se dejaba claro su peso político, pero ningún poder específico o cualidad sobrenatural. Se trata de un cambio de estructura total que brinda a Andor un aire renovado e interesante. Mucho más cuando, durante los últimos meses, el gran debate entre los fans fue la forma en que la franquicia parecía perder brillo.
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Pero Andor encontró la manera de replantear a Star Wars como fórmula. Con sus villanos que visten uniformes, revisan cifras burocráticas y tienen dudas acerca de su futuro, la serie avanza por caminos originales. Una bocanada de aire fresco más que necesaria para la saga.