Júlia Salander es politóloga y activista digital feminista. Entre otras importantes reivindicaciones, hace una férrea defensa del vello corporal de las mujeres, un asunto que sigue dando mucho que hablar. Al abordar el tema con ella, nos confiesa que le gusta irse a los datos. “Qué casualidad que la mitad de la población (las mujeres) se ha puesto de acuerdo libremente para depilarse, mientras que la otra mitad de la población (los hombres) se ha puesto de acuerdo para hacer absolutamente lo contrario”.

Para la activista y politóloga “es tan grande el rechazo social hacia nuestros pelos que han logrado que nosotras mismas los odiemos”. Achaca este rechazo a que el pelo se ha asociado a la virilidad. En su opinión, esto es así “hasta el punto de que cuando vemos a una mujer con pelos es muy probable que pensemos que es masculina, lesbiana o hippie”. O peor aún, una guarra.

A Salander, el argumento de la higiene le parece “lo más bajo”, pues no concibe que esa justificación se use exclusivamente cuando se trata de la mitad de la humanidad a la que, casualmente, se le impone la depilación. “Creo que lo más flagrante de todo es cuando comparamos la situación de los hombres y las mujeres y nos damos cuenta de la enorme injusticia que hay”, declara.

Sin embargo, la tendencia está cambiando gracias al trabajo de mujeres como Júlia en redes sociales. Cada vez más activistas deciden mostrar su vello corporal con el fin de iniciar la conversación sobre un tabú que lleva siglos esclavizando a las mujeres. Se acabó la dictadura de la depilación. Estas son algunas mujeres feministas que están cambiando el paradigma de la belleza hegemónica.

El vello femenino es una historia que viene de lejos

La crítica de arte feminista Cris Arnedo lleva años analizando la imagen de las mujeres en el arte a través de sus investigaciones. Para ella, históricamente, “la cuestión del vello femenino ha sido un aspecto más del cuerpo de las mujeres a controlar”. “Concretamente, a eliminar”, remata. Afirma que, a lo largo de la historia del arte, el vello no aparece. Pero que, “cuando puntualmente lo hace, es para representar una vez más la mirada masculina”.

De hecho, a lo largo del siglo XIX, cuenta la crítica a Hipertextual, existía “la prohibición de pintar el vello púbico en los desnudos femeninos”. Algo que convivía con el surgimiento de estereotipos como la femme fatale o la mujer-niña. En concreto, “este último guarda estrecha relación con la supresión del vello femenino”, sentencia Arnedo. Las imágenes representadas por los artistas empujaron a niñas y adolescentes a un ideal que las convertía en “profundamente sexuales, pero inofensivas a nivel intelectual”.

Júlia Salander coincide en asociar la ausencia de vello corporal con la infantilización de las mujeres. “El vello corporal cumple una función que es la de proteger la piel y empieza a aparecer en el proceso de convertirnos en adultos”, afirma. “Depilándonos, estamos arrancando esta capa protectora y, curiosamente, el resultado nos recuerda a una etapa infantil”.

Sobre este tema también reflexiona la escritora y activista feminista Iris Borda. “Hay una evidente relación entre la falta de vello corporal y la niñez, puesto que el vello se relaciona con el paso a la vida adulta o a la maduración del cuerpo”. Lo cual, sostiene, “nos lleva a pensar que la imposición de la depilación en las mujeres puede estar relacionada con una cultura de la pedofilia, por un lado, y, por otro lado, con una intención de infantilizar a las mujeres”.

Pero que sigue resultando de actualidad

Sin embargo, ella se muestra más partidaria de la importancia de otras hipótesis. “Hay muchas prácticas estéticas que se imponen únicamente sobre el cuerpo de las mujeres, no solo la depilación”. En opinión de Borda, todas estas prácticas son dolorosas y antinaturales. Costumbres como el maquillaje, los tacones o las cremas antiedad, que limitan la disponibilidad de tiempo de las mujeres, restringen su movilidad y destrozan su autoestima mientras engrosan las carteras de una industria, la de la “belleza”, que se lucra con el desprecio hacia las mujeres.

La escritora y activista explica a Hipertextual que “cualquier sistema de opresión precisa de herramientas para mantenerse en el poder”. El patriarcado emplea lo que desde el feminismo se conoce como socialización de género. “En el caso de las mujeres, este género femenino incluye una preocupación excesiva por gustar, por parecer atractivas”. Lo cual tiene normas muy claras, entre ellas, la depilación. Pero “cuando una mujer se salta estas normas, la sociedad entera se lo recrimina”, declara. Solo así se garantiza el funcionamiento y la perpetuación del sistema.

Y esto, que antes se conseguía a través del arte, llega ahora de la mano de las redes sociales. Para Borda, estas tienen “un papel crucial en importancia y nefasto en contenido”. Pues, en sus palabras, “se dedican a imponer estos cánones estéticos”. Que empeoran asociándolos al éxito vital. “Las influencers que viven mejor, a las que pagan por viajar por todo el mundo, nunca son gordas, ni feas, ni van sin depilar”, concluye.

¿Es la solución más visibilidad para el vello corporal femenino?

Júlia Salander confiesa haberse sentido observada en sitios públicos por ir sin depilar. Aunque afirma que no le molestan las miradas de genuina curiosidad. Para ella, “estamos en un proceso de visibilizar y, poco a poco, irá llegando la normalización”. Algo que solo se puede conseguir “dejando de depilarnos”. “Solo podremos ser libres de depilarnos o no si podemos soportar la carga de no hacerlo”, zanja.

Para Cris Arnedo, la clave también está en la visibilidad. “Todas estas imágenes, producidas durante siglos y siglos, han ejercido y siguen ejerciendo influencia en la formación de nuestro autoconcepto como mujeres”. La historiadora del arte sostiene que hay que “esperar a las obras de mujeres artistas feministas y a la crítica de historiadoras del arte feministas para analizar y cuestionar estas – y muchas otras – imágenes creadas por los hombres”. Y cita a Valie Export, una artista austríaca que ya lo hacía en los años 40.

Iris Borda, sin embargo, le pone coto a esa visibilización y señala que es importante no caer en el sexismo, que, afirma, “sigue a la orden del día”. Para la escritora, los movimientos body positive “son armas de doble filo”. Pues, “por un lado, positivizan la diversidad de los cuerpos y la reivindican”, y, “por otro lado, no dejan de sexualizar un abanico más amplio de cuerpos de mujeres”. “Olvidamos que las mujeres no queremos estar sexualizadas, solo queremos poder habitar nuestros cuerpos sin opiniones ni exigencias externas”, concluye Borda.

Un matiz clave en la reivindicación del vello corporal de las mujeres y que hay muchas activistas que ya están teniendo en cuenta.

Queen Esie y la reivindicación de que el vello corporal es bello

Esther Calixte-Bea es conocida en redes como Queen Esie por su trabajo como artista y activista reivindicando el vello femenino. Desde Hipertextual hemos hablado con ella y nos ha contado que todo comenzó en 2019 con The Lavander Project. Una idea que nació acompañada del lema Power: We wear our body hair with class (Poder: nosotras lucimos nuestro vello corporal con clase) y con la que buscaba “iniciar una conversación sobre la feminidad y el vello femenino”.

“Desde entonces”, nos relata, “ha sido mi misión normalizar este tabú compartiendo fotos de mi propio vello corporal y pintando mujeres peludas porque creo que la representación en el arte también es importante”. Por ello, recibe mucho apoyo en sus redes sociales, pero también grandes cantidades de odio.

A quienes no comprenden su decisión, o necesitan consejo, les explica cuál ha sido su proceso. “Suelo explicar mi camino y las razones por las que he elegido no eliminar mi vello corporal”. “Les digo que las mujeres tenemos vello corporal y que nos han lavado el cerebro para que creamos que porque somos mujeres tenemos que depilarnos, igual que nos han lavado el cerebro desde la industria de la belleza para que nos sintamos inseguras con nuestra imagen”.

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Una lucha por el vello corporal que empieza con ella misma

En su caso, nos relata que comenzó a depilarse a los 11 años y no dejó de hacerlo hasta que estaba en la universidad. “Pasé por varios procesos dolorosos para que mi imagen fuera ‘aceptable’, pero me salió aún más vello, más oscuro y más áspero”. “Y sentí que mi cuerpo estaba defendiéndose”. Fue entonces cuando, tras grandes dosis de sufrimiento y culpabilidad, la activista tomó la decisión de aceptarse tal y como era.

“Las mujeres han luchado por su representación y los movimientos body positive han adquirido importancia, ayudando a las mujeres a no sentirse culpables por sus curvas, pero dejando fuera el tabú del vello corporal”, reivindica Queen Esie. 

La artista y activista sostiene que “el vello corporal es parte de la diversidad” y manifiesta su interés por los cambios socioculturales en los estándares de belleza. “En tiempos de mi bisabuela, una mujer peluda era considerada bella, pero a raíz de la colonización perdimos eso”, nos cuenta.

Defiende que “ser una activista del vello corporal no es decirle a las mujeres que dejen de depilarse”. Muy al contrario, “es ayudar a las mujeres a entender el origen del odio que sienten hacia sus cuerpos, a eliminar la vergüenza que sienten por algo tan natural como el vello y, finalmente, a que aprendan a amarlo como parte de sí mismas”.

Laetitia Ky y la importancia del pelo para las mujeres

No hay duda de que el vello corporal se ha usado como una herramienta de control sobre los cuerpos de las mujeres. Y, como hemos visto, la lista de exigencias va mucho más allá. Contra todas ellas alza su voz Laetitia Ky, artista, activista y escritora marfileña que reivindica sus orígenes al mismo tiempo que reclama el papel de las mujeres. Mientras cuenta su historia a Hipertextual, declara que el cabello “es una herramienta muy poderosa para reclamar mi orgullo en todo lo que tiene que ver con mi identidad como persona negra”.

En su caso, la importancia del pelo para su trabajo y su activismo también viene de lejos y tiene mucho recorrido. “Crecí alisando químicamente mi pelo porque esa es la norma en Costa de Marfil, a pesar de que es un país africano”, nos cuenta. Confiesa que, de niña, nadie le enseñó a amar su pelo y que los estándares impuestos la llevaron incluso a odiarlo. Sin embargo, un accidente lo cambió todo.

“Después de un accidente que tuve con mi pelo a los 16 años y que me obligó a volver a dejarlo crecer en su forma natural, aprendí a amar este aspecto tan importante de mí misma”. A raíz de este hecho, comenzó a investigar su cultura y descubrió que el cabello era un rasgo fundamental de su identidad. “Eso me hizo querer usar el mío para expresarme”.

La otra cara del activismo de Laetitia Ky

La activista declara que el uso del cabello le permite “iniciar conversaciones sobre temas tabú de los que la gente no quiere hablar”. Pero también “amplifica el mensaje que quiero transmitir”. Admite que, en un mundo bombardeado por imágenes de todo tipo, “captar la atención en redes sociales no es fácil”. En su caso, trabajar con el pelo, “al no ser una forma popular de arte, atrae la atención de la gente y les ayuda a ver mejor el significado que hay detrás”.

Aunque, por supuesto, lo hace porque cree que sus imágenes y reflexiones ayudan a las mujeres. “He visto cuántas mujeres se sienten mejor después de ver y leer mis contenidos”, declara. “Se sienten escuchadas, amadas, apoyadas y comprendidas”, continúa, “lo veo a diario en los mensajes que recibo”.

No obstante, por desgracia, el odio es también parte de su día a día. “Sí, recibo mucho odio, especialmente cuando lucho por mi sexo”. Reconoce que lucha “por las mujeres que han nacido como tal y no pueden eludir esa realidad material”. Aunque critica que hay quienes no lo comprenden. “En muchos países la biología femenina es la base de la opresión de las mujeres, pero muchas personas occidentales parecen no entender esto”, afirma. “Si no compartes su lenguaje, estás expresando odio”.

Aunque reconoce que hay muchas otras personas que sufren opresión, reivindica su derecho a no darle voz a todo el mundo. “Yo ni puedo ni quiero ser la voz de todo el mundo”. “Yo elijo mis luchas y no comprendo cómo eso puede ser un problema para algunas personas”, concluye. Lamentablemente, el odio en internet es una herramienta más para devolver a las mujeres al sitio que muchos creen que les corresponde.

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