Si algo sorprende en el vigésimo episodio de la última temporada de The Walking Dead, de Disney+, es la forma en que comprende el sentido del control. Una mirada inquietante sobre los restos de la civilización que se levanta con esfuerzo alrededor de la Mancomunidad. Pero ¿qué es en realidad este centro corrupto, alienado y violento, sino una ilusión quebradiza? The Walking Dead, que mostró la caída del mundo como fue en algún punto del pasado, ahora lo muestra tal y como podría ser. Sin embargo, la percepción es inquietante en toda su amplitud. ¿Lo que espera al borde del apocalipsis son los monstruos con rostros humanos?

También lo es la forma en que anuncia que la conclusión de la serie será una mirada a sus temas principales. The Walking dead, que meditó sobre la supervivencia y, después, acerca del dolor, la pérdida y el temor a la destrucción, ahora es algo más. Un recorrido doloroso, inquieto y retorcido a través de espacios complicados de lo que sus personajes pueden ser y serán. Quizás por eso el liderazgo de Pamela Milton se convierta en un punto de honor. 

En una mirada elocuente y bien construida sobre la avaricia, y con la necesidad imperiosa de obligar a Yumiko a sentenciar a Eugene, Pamela deja claros dos puntos claves. Por un lado, que The Walking Dead sigue explorando la idea amplia y dolorosa de que La Mancomunidad no es otra que un núcleo de dominio. Por otro lado, que toda protesta es señal de que la engañosa utopía está a punto de derrumbarse. 

The Walking Dead, un largo camino a ninguna parte

Consolidar el liderazgo en la Mancomunidad sigue siendo de capital importancia en el vigésimo episodio. En especial, cuando la noción sobre toda la estructura de la temporada final de la serie proviene de la percepción directa de su importancia. De ahí que el puño de hierro de Pamela Milton siga siendo violento, brutal y manipulador. ¿No es esa la gran lección en el terreno devastado del futuro? Pero, por supuesto, The Walking Dead no pierde su esencia al llevar a cabo un recorrido breve por sus puntos dolorosos. 

Después de años en los que la serie pareció ir de un lado a otro sin dirección, la tensión argumental regresó de nuevo. Lo que quiere decir que, dentro y fuera de las murallas, la percepción sobre lo necesario y lo despiadado vuelve a confundirse. ¿Qué necesita Pamela Milton para sostener la paz precaria que disfruta en su pequeño territorio sometido a una férrea disciplina? Pareciera que las lecciones del noveno episodio no quedaron del todo claras. Lo que es aún peor, las que se conectan con la idea esencial de la producción sobre lo que acecha y el peligro latente.

The Walking Dead, vigésimo episodio
Jace Downs/AMC

Tal vez por ese motivo, es de considerable importancia que Carol y Daryl no sean capturados. Como siempre, ambos personajes tienen el peso y la consistencia para avanzar de forma lenta pero segura e imponer su presencia. ¿A qué puede aspirar Pamela sin ayuda? Hay una frágil percepción sobre cómo transcurre la acción entre líneas en una serie que depende de la tensión interna que pueda generar. Una vez sometidos los disturbios en la Mancomunidad, la gran pregunta de Pamela es hacia dónde dirigir sus esfuerzos. 

De la misma forma que la líder visible de la Mancomunidad, Daryl y Carol saben que Hornsby puede ser una pieza de especial importancia en The Walking Dead. Por lo que su liberación se convierte en una prioridad. Más que en eso, en una búsqueda incesante y persistente sobre cómo lograr que la líder no tenga recursos para sostener su poder. La sedición viene de las entrañas de una sociedad cada vez más asfixiada, angustiada y aplastada. El vigésimo episodio lo deja claro. Mucho más aún, comienza a mostrar que algunos personajes resultan prescindibles. Cuando no por completo inútiles de cara a un final que avizora un enfrentamiento cada vez más voraz, brutal y definitivo. 

La carrera contra el tiempo

Hornsby, que pasó la primera parte de la temporada como un elemento de poder variable y cada vez más prescindible, acabó por perder valor. Al menos, es lo que deja claro el argumento. Algo que The Walking Dead elabora con pericia, aunque por caminos conocidos. Hornsby es irredimible, pero también una pieza que antes o después tendrá utilidad. ¿Cuál? La serie, como en tantas otras ocasiones, parece haber perdido el sentido de cómo definir a sus personajes y sus historias finales

De modo que, más allá del horror de mostrar cómo el personaje alimenta a un Sebastian Milton momificado, Hornsby cambia poco. De hecho, una vez que se reúne de nuevo con Carol, recobra su sentido vulgar de lo maquiavélico. Esa insistencia por manipular, con sus pocas armas intelectuales y emocionales, a los que le rodean. ¿El objetivo? Lograr la ventaja de convertirse en un líder casi por aclamación de la Mancomunidad. 

Como suele ocurrir, Daryl es, de nuevo, el punto impredecible en medio de la acción. Es el hombre a la retaguardia para salvar Hornsby. Una especie de deus ex machina tan complicada como tenebrosa. ¿Cuántas veces Daryl se volverá el héroe de turno, el inesperado, el que llega en el momento adecuado? The Walking Dead parece incapaz de prescindir de sus trucos favoritos, de sus dolores y angustias. De su persistente sensación de recorrer círculos concéntricos para lograr su objetivo. Algo más evidente en el vigésimo episodio de su última temporada. 

Preguntas sin respuesta en The Walking Dead

De muchas formas, Yumiko parece ser el centro de una sensación de urgencia por la presión interna de la Mancomunidad. La condena de Eugene es prioritaria para Pamela y eso queda claro en un vigésimo episodio lleno de movimiento político al borde del argumento principal. ¿Podrá el personaje defender a Eugene de una vez por todas? ¿Podrá lograr un recorrido doloroso que le lleve finalmente a la redención?

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Como siempre, The Walking Dead se guarda sus secretos con cuidado. Tanto, como para que este extraño vigésimo episodio de transición deje preguntas a su alrededor. ¿Al final extá Hornsby, como parece, predestinado a que ocurra? ¿Eugene encontrará un momento heroico para mostrar su voluntad de sobrevivir? El recorrido de The Walking Dead hacia su final es complicado, largo y doloroso. Pero lo suficientemente consistente para demostrar que la serie todavía tiene mucho que contar a cuatro capítulos de su gran final.

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