Era lo que faltaba para el mundo de la Inteligencia Artificial. Tras los creadores de imágenes, sonidos, personajes para películas y todo lo que puedas imaginar, llegar el partido político sostenido con una Inteligencia Artificial.

Una idea que, a priori, parece futurista, pero que ya es una realidad en Dinamarca. Donde el llamado Partido Sintético acaba de presentar a su candidato para las próximas elecciones. Más una acción social y de reivindicación que un proceso real, es, sin embargo, la oportunidad para preguntarse por el presente y futuro de la inteligencia artificial en la política. De momento, el Partido Sintético necesita tener los suficientes apoyos para presentarse como candidato –unos que a día de hoy no parecen demasiado viables–. La legislación danesa tampoco permitiría prescindir del ser humano, por lo que todas las leyes tendrían que articularse a través de un presidente al uso. Por otro lado, el propio Partido Sintético se ha presentado como solo una alternativa para llamar a votar a ese grupo que prefiere no acudir a las urnas.

En cualquier caso, ¿cuál es el estado actual de la Inteligencia Artificial? En su desarrollo tecnológico actual, ¿podrían gobernar un país? De llegar a hacerlo, ¿cómo serían sus decisiones?

No te confundas, ya hay IA en la administración aunque no como imaginas

Ya hay inteligencia artificial dentro de la administración pública, más de la que nos pensamos. Por supuesto, el caso del Partido Sintético es una anécdota más en el universo de la tecnología. Que pone la primera piedra para el futuro, pero no es más que eso, una anécdota.

Para María Aurora Martínez Rey, profesora experta en Inteligencia Artificial de la Udima, "el desarrollo de la inteligencia artificial está en una escala de 9 sobre 10". Ese punto diferencial estaría en una parte más tecnológica y su vinculación a la normativa que regula todo este sector. Algo que goza de bastante desarrollo en Estados Unidos, pero que en Europa aún está en horas bajas. O, mejor dicho, en pañales. El conjunto de los países miembro sigue intentando buscar un punto en común para regular la inteligencia artificial en todo su esplendor, más allá de la política.

En cualquier caso, podemos dividirla en dos grandes grupos: blanda y dura o general. La primera de ellas la tenemos por todos lados. Vinculada con el machine learning, no deja de ser un sistema alimentado con muchos datos. Es la segunda la que tiene muchos retos por delante, la que puede ir más allá y, en algún momento, llegar a presidir una suerte de gobierno. La que el mundo del cine nos ha mostrado en algún momento y que sigue teniendo un reto por delante.

Aún lejos de la singularidad

"Ese paso entre la inteligencia artificial blanda y la inteligencia artificial dura es ese cambio de paradigma", explica María Aurora, "es lo que conocemos como singularidad". Que, a ojos del mundo, tenga la capacidad de sentir como un ser humano.

Para Juan Pazos, esa singularidad pasa por la autonomía de una Inteligencia Artificial. Una que, además de tener esa perspectiva humana, sea capaz de aprender por sí misma. Más allá de la alimentación de datos que es necesaria en la actualidad, que tenga la voluntad de hacerse más inteligente, más completa. De llegar más lejos.

De esta manera, apuntan los expertos, trascendería el punto en el que los partidos políticos, la ética, o incluso el ser humano, quedarían en un segundo plano.

¿Política con ética o basada en los datos?

inteligencia artificial gobernando

"La inteligencia artificial en este momento no solo ayuda a tomar decisiones, sino en algunos casos cuál es la mejor a tomar", explica Juan Pazos, experto en Inteligencia Artificial en la Udima. Es algo que todos tienen claro. La pregunta de fondo es: ¿todas las decisiones deberían estar basadas en datos?

Si partimos de las ideas racionales, una Inteligencia Artificial que ha aprendido de los datos y de nuestras ideas, supongamos que racionales, simplemente llegará a un punto en el que sepa imitar y mejorar sus posicionamientos. Si no está condicionada, ya que esta ya ha trascendido el punto de ser general o dura, tendrá la imparcialidad que tanto se busca en la política. Pero por el camino perderemos un punto: "La ética humana no será la que prevalezca, será simplemente una ética racional", explica Pazos, "porque, después de todo, con la ética que ya existe sigue habiendo guerras y hambrunas, deja bastante que desear".

Sin embargo, lo racional no es siempre lo más correcto, o al menos no lo más inteligente. El factor sentimental, basado en un proceso químico intrínsecamente humano, es la quintaesencia de este sistema. María Aurora lo explica con un ejemplo muy simple. "Si lo miras fríamente, tener un hijo no es la idea más sensata, si solo miras los datos", explica, "pero los seres humanos los tenemos y no nos arrepentimos de ello".

¿Cómo aplicar el factor "humano" a esa Inteligencia Artificial? ¿Cómo evitar que tome decisiones 'por el bien mayor' para perjudicar al menor número de ciudadanos? Aunque para Pazos será un punto al que terminaremos por llegar, para Martínez "nunca llegará a ese punto porque no deja de ser un sistema programado".

¿Tendría ideología una inteligencia artificial?

A día de hoy no se entiende la política, la de ningún país –con la excepción de China con su Partido Único, que aun así tiene una férrea ideología–, en la que no existan partidos enfrentados. La común batalla entre la izquierda y la derecha, entendidas de forma diferente dependiendo de la región en la que se encuentren, que suele repartirse los sillones políticos como porciones de pizza. Otros van saltando entre ideologías, según los vientos de la situación.

En el caso del Partido Sintético danés, se afirmaba por parte de sus creadores una clara afiliación política. Una que primero se posicionaba como apolítica o, más bien, como crítica a la situación actual, pero que después iba cogiendo tintes hacia un lado de la balanza. La Inteligencia Artificial que se postula a gobernar el país del norte de Europa se autodefinía como partido de izquierdas. No es una sorpresa, después de todo, tampoco algo malo ni bueno. Entre sus propuestas, una renta mínima superior al salario mínimo interprofesional y una serie de derechos sociales de corte universal.

Sin embargo, para los expertos en la materia, una verdadera inteligencia artificial –una general o dura– no tendría creencias políticas. Es un concepto complicado de entender para una sociedad que suele segmentar las decisiones en grandes grupos. Para esa futura tecnología, cada decisión tomada será la mejor para cada circunstancia. Algunas serían conservadoras. Otras, más sociales.

"Con una inteligencia artificial general, esta se ha construido a sí misma. Ya no interviene el ser humano, por lo tanto, ya no estará condicionada por nada", apunta Pazos, "se retirará de las nociones de izquierdas y derechas y funcionará exactamente igual para cada lugar".

Es algo que tiene sentido, en cualquier caso. Con un sistema avanzado tras de sí, en el que los datos son más importantes que cualquier otra circunstancia, las decisiones tomadas siempre serían las mejores para cada caso. Otra cosa es que, como ya hemos dicho, se esté de acuerdo con ella o no.

Sin confianza no habrá Inteligencia Artificial que valga, y de eso ahora tiene poco

inteligencia artificial al control

Con una tecnología propicia, una normativa que acompañe y todas las cartas sobre la mesa, hay un problema al que tendrá que enfrentarse la futura inteligencia artificial: la confianza.

No es el punto fuerte de la política actual, ni mucho menos, pero tampoco lo será de una versión tecnológica. Para María Aurora Martínez, el tiempo tendrá la palabra. Para la experta en Inteligencia Artificial, la tecnología está lista para afrontar el siguiente paso –a falta de una IA plena que sepa enfrentar la causalidad–, pero la parte cultural sigue siendo un problema.

"Es algo que terminará eliminándose con las nuevas generaciones, y será más normal y natural gracias a una nueva educación", apunta Martínez, "pero será un camino largo".

Después de todo, los primeros usos de la inteligencia artificial en política –que se conozcan– no han tenido los mejores resultados. Principalmente enfocados a la propaganda segmentada en redes sociales –recordemos el caso de Cambridge Analytica–, con el fin último de manipular la opinión pública. Un hecho que, al menos en Europa, está limitado para evitar tales circunstancias. Ahora bien, en un contexto en el que la IA se está posicionando como elemento definitorio de la nueva toma de decisiones, ¿cómo articular una convivencia y que se reconozca su actividad? Es algo que pocos se atreven a responder.

La clave está en la mezcla de ambos mundos

En esto, hay opiniones de todos los colores y tipos. Para María Aurora Martínez, el futuro no pasa por una Inteligencia Artificial que nos domine a todos. Será, sin embargo, una mano humana que se apoye en sistemas de predicción algorítmica para la toma de decisiones. Basadas en datos sí, pero dotadas de plena conciencia humana. Sería, para la experta, una forma más eficiente de gestionar la administración pública. "Será, en definitiva, un complemento y no un sustitutivo", explica, "la IA conocerá toda la normativa, legislación, la parte legal de las decisiones, será todo mucho más rápido".

Al otro lado de la balanza, un convencido Juan Pazos apunta a que, en algún momento, el ser humano terminará quitándose de en medio. O le quitarán, más bien. Una vez la Inteligencia Artificial tenga autonomía, que es lo que le resta lograr a esta tecnología, se llegará a ese punto. ¿Cuándo? No hace predicciones, pero de aquí a 25 años apunta a que se podría ver un uso real.

El caso del Partido Sintético sería, simplemente, una maniobra de acercamiento a esas nuevas generaciones –las que ya no desconfían del sistema– para que vayan a votar. O un simple divertimento social con el que charlar sobre la situación política a través de un Chatbot de Discord.

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