De tanto en tanto, resurgen la preocupación y las críticas por la dependencia energética europea de Rusia. Algo que se ha vuelto recurrente este año con la guerra de Ucrania y, en los últimos días, con las fugas de Nord Stream, envueltas en acusaciones de sabotaje. Muchos tal vez lo hayan olvidado, pero Europa tuvo en sus manos la posibilidad de reducir la injerencia rusa sobre su provisión de gas, pero no pudo aprovecharla. Fue con el fallido gasoducto Nabucco.
La historia tras el gasoducto Nabucco es bastante compleja, pero merece un repaso. Hablamos de un proyecto faraónico que, con el beneplácito de la Unión Europea, intentó llevar gas natural desde el Mar Caspio hasta Europa Central. Su traza original se extendería por casi 3.900 kilómetros, y uniría Erzurum, Turquía, con Baumgarten an der March, Austria. En el medio, pasaría por Bulgaria, Rumania y Hungría; mientras que una vez terminado podría conectarse con República Checa y Alemania.
La iniciativa se presentó a comienzos de 2002 y no tardó en ganar atención a nivel internacional, aunque nunca prosperó. Casi una década después, en 2013, y tras varias idas y vueltas, la propuesta se desmoronó sin remedio. Los altos costes, la construcción de otros gasoductos y, principalmente, la presión de Rusia para no perder su dominio del mercado energético en los países de Europa Central y del Este, fueron algunos de los ingredientes de una receta letal para las aspiraciones del Nabucco. Los exploramos en mayor detalle a continuación.
Los inicios del proyecto
Austria y Turquía dieron el primer paso para analizar la construcción del gasoducto Nabucco en febrero de 2002, con los contactos iniciales entre las energéticas OMV y BOTAŞ. En los meses subsiguientes se sumaron Transgaz (Rumania), Bulgargaz (Bulgaria) y MOL Plc. (Hungría). Las cinco empresas firmaron una carta de intención y un acuerdo de cooperación, y los preparativos se pusieron en marcha.
Las partes involucradas conformaron un consorcio llamado Nabucco Gas Pipeline International GmbH, con sede en Viena, Austria, que se incorporó a comienzos de 2004. Un sexto socio se sumó en 2008: RWE AG, de Alemania, una de las compañías más antiguas del sector energético europeo.
La construcción del gasoducto Nabucco comenzaría en 2011 y se realizaría en dos etapas. La idea era que funcionara a partir de 2014. En cuanto a las fuentes del gas, originalmente se plantearon diferentes escenarios, con múltiples proveedores como Azerbaiyán, Egipto, Irán, Irak y hasta Rusia. Esto último llamó la atención porque la iniciativa nació para cortar la dependencia de Moscú; pero desde el consorcio aclararon que estaban abiertos a usar el gas ruso solamente como un “complemento” de otras fuentes.
Pero los problemas no tardaron en aparecer. En 2007, Rusia anunció la construcción del gasoducto South Stream, que partiría desde su territorio, atravesaría el Mar Negro y llegaría a Bulgaria. Desde allí, seguiría camino hacia Grecia y acabaría en el sur de Italia. No obstante, un par de años más tarde la ruta se modificó y adoptó una traza sospechosamente similar a la del Nabucco. Así, desde territorio búlgaro se extendería a Serbia y posteriormente se bifurcaría en Hungría. Una rama llegaría a Austria, y la otra a Eslovenia y el norte italiano. Las suspicacias en torno a un supuesto plan para sabotear el gasoducto europeo no tardaron en aparecer.
Pero un golpe todavía más crítico llegó a fines de 2011, cuando Azerbaiyán y Turquía anunciaron la construcción del TANAP, o gasoducto Transanatolio. El mismo se alimentaría del gas natural azerí proveniente del Mar Caspio, y cubriría todo el territorio turco de este a oeste, con una traza de poco más de 1.800 kilómetros. El anuncio fue un baldazo de agua fría para los promotores del Nabucco, puesto que dejaba obsoleto su proyecto original.
El gasoducto Nabucco se convierte en Nabucco-West
En mayo de 2012, las compañías tras el gasoducto Nabucco presentaron un plan abreviado al consorcio a cargo de la explotación del yacimiento gasífero Shaj Deniz de Azerbaiyán. Bajo la denominación Nabucco-West, el nuevo recorrido era de solo 1.300 kilómetros —contra los casi 3.900 originales— y mantenía la ruta europea original, aunque partía desde la frontera entre Bulgaria y Turquía, y no desde el extremo este turco.
Los impulsores de la iniciativa trataron de exponer que el cambio era, en realidad, algo positivo. El gasoducto heredaría el marco legal europeo ya existente y sería más económico de construir. Además, tendría una capacidad anual inicial de 10.000 millones de metros cúbicos de gas natural y prometía ser “completamente escalable” para abordar la futura demanda energética de Europa.
Pero puertas hacia adentro de Nabucco Gas Pipeline International GmbH, el panorama parecía ya no ser demasiado alentador. MOL Plc. y RWE AG comenzaron a expresar su cansancio por la falta de avances, y a dar pistas de un posible alejamiento. La propuesta del gasoducto del Sudeste Europeo (SEEP) seducía a los húngaros, mientras que los alemanes pretendían que una parte del gas que llegara con Nabucco se redirigiera a sus líneas en República Checa.
Finalmente, el consorcio Shaj Deniz, liderado por British Petroleum (BP) y SOCAR, la petrolera estatal de Azerbaiyán, anunció que elegiría entre dos alternativas para exportar su producción de gas natural desde el Mar Caspio. ¿Los contendientes? Los gasoductos Nabucco y Trans Adriático. Este último partiría desde Grecia, atravesaría Albania y culminaría en el sur de Italia, y recibiría el gas natural desde Turquía a través del gasoducto Transanatolio.
La estocada final
Para el momento de la selección, el gasoducto Nabucco había perdido el apoyo incondicional de la Unión Europea. Tengamos en cuenta que, durante su periplo como presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso fue uno de los principales promotores del proyecto. De hecho, en 2011 viajó a Azerbaiyán para convencer a su jefe de Estado, Ilham Aliyev, de que lo apoye. Sin embargo, el líder azerí se inclinó por embarcarse en el desarrollo de TANAP junto a Turquía.
La estocada final llegó a mediados de 2013, cuando el consorcio Shaj Deniz eligió al gasoducto Trans Adriático por sobre el Nabucco. La UE ya había manifestado que su postura era de “neutralidad” ante los dos proyectos, y tanto BP como SOCAR se inclinaron por la variante que conectaría Grecia e Italia. No solo porque recorrería un trayecto más corto, sino porque también sería más económico.
Si bien los números finales nunca se hicieron públicos, se estima que el costo del gasoducto Nabucco habría superado los 10.000 millones de euros. En tanto que el Trans Adriático habría tenido un coste planificado de unos 1.500 millones de euros, aunque habría terminado costando alrededor de 4.500 millones.
Sin el gas natural de Azerbaiyán, y con Rusia dispuesta a gastar 40.000 millones de euros en el gasoducto South Stream, que cubría prácticamente su mismo recorrido, el Nabucco se hundió definitivamente.
Las secuelas del fracaso del gasoducto Nabucco
La cancelación del gasoducto Nabucco ayudó a mantener la dependencia energética de Europa con Rusia. Incluso cuando el Kremlin canceló el South Stream a fines de 2014, citando objeciones de la Unión Europea y sanciones por la anexión de Crimea. Aunque expertos aseguran que, en realidad, los rusos nunca tuvieron intenciones de concretar el proyecto. En definitiva, lo habrían utilizado para hundir al Nabucco.
En cuanto a la provisión de gas natural desde el Mar Caspio, el gasoducto Transanatolio se inauguró a mediados de 2018, mientras que el Trans Adriático inició sus operaciones comerciales a fines de 2020. Sin embargo, este último aún no funciona en la totalidad de su capacidad inicial de 10.000 millones de metros cúbicos anuales.
Según reporta Reuters, a fines de este año Italia recibirá 9.000 millones de metros cúbicos desde Azerbaiyán. Y, si bien la UE ya firmó un memorando de entendimiento para llevar la provisión de gas natural azerí a 20.000 millones de metros cúbicos al año para 2027, la decisión final se tomará recién en 2023.