La fuga de metano de los gasoductos de Nord Stream, en Dinamarca, ha causado un gran revuelo, tanto por sus consecuencias ambientales como por las económicas. Y, sobre todo, por el temor a que, según las sospechas, no haya sido un accidente. En lo referente a lo ambiental, aún no se puede cuantificar con exactitud hasta dónde ascienden los daños. No obstante, está claro que las consecuencias serán nefastas, tanto para la atmósfera como para los ecosistemas marinos.
No debemos olvidar que el metano es uno de los gases que más contribuyen al efecto invernadero. Por lo tanto, la liberación abrupta de grandes cantidades a la atmósfera podría dar al traste con muchos de los planes dirigidos a minimizar el calentamiento global. Además, si bien las autoridades medioambientales alemanas aseguran que no hay riesgo para la vida marina, otros incidentes similares mostraron que sí podía suponer un riesgo.
De momento, se ha observado la formación de géiseres que evidencian la liberación de esas columnas de gas que podrían atrapar a los peces y afectar a su respiración. Aún es pronto para saber qué más ocurrirá; pero, desde luego, parece que nada bueno.
Nord Stream, el lugar del incidente
Nord Stream, conocido también como Gasoducto del Mar Báltico, es un gasoducto que se encarga de conducir el gas natural desde Rusia, con origen en la ciudad portuaria de Víborg, hasta parte de Europa, con su tramo final en Greifswald, Alemania.
Desde que se inició la guerra en Ucrania, este suministro se había interrumpido casi por completo. Pero, lógicamente, las tuberías seguían conteniendo gas y sus trabajadores seguían operando para mantenerlo bajo control.
Por eso, cuando los sismógrafos de la zona detectaron un anómalo temblor de magnitud 2,3, se supo que algo no iba bien. Inmediatamente, se comprobó que el seísmo lo había originado una explosión en el tramo danés del gasoducto. Y lo peor es que esta había causado varios agujeros, que estaban liberando el gas al mar. Esto podría tener consecuencias muy peligrosas tanto para la atmósfera, como para los ecosistemas marinos.
Metano y calentamiento global
El efecto invernadero es necesario para que nuestro planeta sea un lugar tan habitable como confortable. Y es que, sin él, las radiaciones solares que llegasen a la superficie terrestre se reflejarían, perdiéndose en el espacio. Como consecuencia, la temperatura media de la Tierra sería de -18ºC.
Afortunadamente, algunos gases que se acumulan en la atmósfera generan ese efecto invernadero, al retener parte de las radiaciones solares e impedir que se pierdan. Pero estos gases deben encontrarse en su justa medida. Si no estuviesen haría mucho frío, sí, pero si se acumulan el planeta se va calentando cada vez más, con todo lo que eso conlleva.
Por eso se habla de los perjuicios del efecto invernadero. Se presta mucha atención al dióxido de carbono, ya que es uno de los gases de efecto invernadero que más han aumentado sus emisiones desde la industrialización. No obstante, otros, como el metano, retienen aún más las radiaciones y promueven un calentamiento mayor, por lo que resulta 34 veces más potente que el dióxido de carbono.
Peligros ambientales del accidente en el gasoducto Nord Stream
Aún no se ha podido cuantificar la cantidad de metano que ha podido liberarse al medio. Sin embargo, según declaraciones recogidas por Euro News de Jean-Francois Gauthier, vicepresidente de mediciones de la firma satelital comercial de medición de metano GHGSat, “en el momento de la primera ruptura podrían haberse liberado 500 toneladas métricas de metano por hora”.
Esta es una estimación conservadora, si se tiene en cuenta que el sistema contenía 300 millones de metros cúbicos de gas natural, lo cual supone unas 200.000 toneladas de metano, según el ingeniero químico Paul Balcombe, de la Universidad Queen Mary de Londres. Las consecuencias de esta liberación de gas serían desastrosas para la atmósfera y, por lo tanto, para el planeta. En definitiva, supondrían muchos pasos atrás en la lucha contra el cambio climático. Pero ese no sería el único problema.
Y para comprenderlo basta con viajar hasta 2010, cuando la plataforma petrolera Deepwater Horizon estalló en el Golfo de México. El incidente provocó la liberación de grandes cantidades de petróleo, pero también de metano. Por lo tanto, aquella situación puede servirnos de comparativa.
Los expertos se lanzaron a advertir que este gas puede alterar las proporciones de oxígeno en el agua, afectando gravemente a la vida marina. Y es que las especies que viven en este tipo de ecosistemas solo están adaptadas a las cantidades de metano que pueden liberar los microorganismos marinos. Si estas son mucho más elevadas, su supervivencia se hace más complicada.
Afortunadamente, los microorganismos podrían jugar un papel decisivo también tras la explosión de Nord Stream. Esto es así porque procesar parte del metano liberado, evitando que se llegue a disolver en el mar o que llegue a la superficie. Y también que, una vez ahí, pase a la atmósfera. De momento no podremos saber hasta qué punto han sido de ayuda, pero seguro que marcan algo de diferencia. Ojalá fuese suficiente. Sin embargo, parece claro que, tras lo ocurrido en este gasoducto, las consecuencias económicas no van a ser lo único de lo que tengamos que preocuparnos.