Durante un tiempo, se sucedieron una larga lista de empresas –la mayor parte de ellas en Silicon Valley– que buscaban un objetivo muy concreto: crear el primer coche volador autónomo y, a ser posible, viable. Muchas de ellas siguen intentando llegar un poco más lejos. Otras se han quedado por el camino. Una de ellas es Kitty Hawk, la compañía cofundada por Larry Page –creador de Google– y Sebastian Thrun, que acaba de anunciar que echa el cierre definitivo.
Financiados por Page, Kitty Hawk ha hecho público el anuncio a través de LinkedIn y Twitter. Un escueto comunicado que marca el punto y final de la tecnológica de coches voladores. Una que, de hecho, comenzó por esa senda y terminó por decantarse por ideas más rentables. Pronto, sus investigaciones viraron a modelos de aviones eléctricos. Unos que, a corto plazo, ofrecían una vía económica mucho más interesante. Fue entonces cuando Page empezó a desvincularse de Kitty Hawk. Fue cuando la startup comenzó a tener mejores réditos. De hecho, pese al cierre oficial de la tecnológica, el acuerdo conjunto con Boeing para crear un avión eléctrico, el Wisk Aero, sigue vigente. Y en pie.
Y es que, en un principio, Kitty Hawk apuntaba a maneras. Page, que financió la compañía desde el primer momento, tenía claro que quería un avión autónomo. Un dron para pasajeros. Que se pudiese llevar por cualquiera, en cualquier momento. Que pudiese despegar de forma vertical. Era, salvando las grandes distancias, una forma de abrir la puerta a la aviación autónoma al público general. Al igual que Google hizo en su momento con el acceso a internet.
Kitty Hawk, la startup de los secretos
Nacían en 2010 de manera conjunta. Larry Page pondría los fondos y Sebastian Thrun la parte técnica. Ambos eran viejos conocidos, con lo que podría crearse un buen tándem. No tanto así con otros. Son conocidos los problemas de Thrun con algunos de sus líderes de ingeniería. Damon Vander Lind, encargado uno de los proyectos estrella de la compañía, terminó siendo despedido por sus problemas con el fundador.
En un principio, se supieron los objetivos de Kitty Hawk, pero no había resultados. Al menos palpables. Solo en contadas ocasiones, coincidiendo con grandes eventos, la startup de Page mostraba algo de lo que estaban construyendo: un dron monoplaza. Cumplía con todas las especificaciones de Page: pequeño, cómodo, con aterrizaje y despegue vertical. Y, por supuesto, autónomo. De este modelo solo se crearon 111 unidades, que al menos lograron hacer 25.000 vuelos.
Sin más, en 2020 anunciaron el fin de su proyecto estrella. ¿El motivo? La rentabilidad del programa de drones para pasajeros. Aunque ambicioso y con un claro planteamiento a futuro, Kitty Hawk se adelantó a su tiempo. No en tecnología, sino más bien en realidad económica y utilidad en el mundo real. ¿Se necesitaban coches voladores autónomos? No, realmente. Al menos no de momento.
Tanto fue así que con el cierre de la división de drones autónomos se despidió a 70 empleados y se desplazaron todos los esfuerzos al proyecto Heaviside, un avión eléctrico que sí que tenía socios potenciales para crecer y venderse. Pero, de nuevo, estuvo rodeado por un gran secretismo.
El avión eléctrico de Page que fue sustituido por un taxi
El proyecto Heaviside heredaba algunos de los rasgos de su antecesor en forma de dron. Silencioso, con aterrizaje vertical, pero con más capacidad.
De él se sabía que estaba en los planes de la compañía de Page desde 2015. Pero no fue hasta 2019 que se pudo ver algún detalle de la unidad que ocupaba toda la actividad de Kitty Hawk. Y, entonces, nunca más se supo del avión eléctrico.
Aunque la compañía aseguraba que seguían trabajando en el futuro de la aviación, los intereses de Kitty Hawk comenzaron a desmoronarse. Con el dron para pasajeros cerrado, y el proyecto Heaviside congelado, la startup inició otro camino: crear taxis voladores para dos pasajeros. Conocido como el proyecto Cora, fue el modelo más rentable para la compañía de Page, pero que terminó fuera del círculo de la startup. En 2019 logró asociarse con Boeing a través de una nueva empresa conjunta, conocida como Wisk –la misma que ya se ha confirmado que sigue en plena forma para lanzar su modelo de taxi volador–. Años más tarde, Kitty Hawk afirmaría estar trabajando en otro modelo de taxi, en esta ocasión sin socios estratégicos, pero del que nunca se supo mucho más.
Con una última prueba en 2021, en la que lograron hacer una demostración de vuelo visual con éxito con una versión más grande del Heaviside, se culminó el historial de una startup que llegó antes de lo que debía. Una que, pese a crearse hace más de una década, pronto tuvo que competir con Beta Technologies, Joby Aviation, Lilium y Volocopter, nuevas tecnológicas del sector.