Para muchas personas, el hueso que se rompieron hace décadas o la artrosis que atenaza sus articulaciones son muchos más eficaces que las predicciones meteorológicas a la hora de vaticinar la hora de lluvia o tormentas. Esta semana se avecina en España una de esas épocas en las que saltan todas las alarmas óseas, con la llegada inminente de los últimos coletazos del huracán Danielle. ¿Pero hasta qué punto podemos fiarnos de las predicciones del dolor de huesos?

Lo cierto es que esta es una pregunta complicada. La ciencia no se pone del todo de acuerdo sobre la relación entre los cambios en el tiempo meteorológico y el dolor de huesos. Algunos estudios apuntan a que hay cierta correlación, mientras que otros no logran encontrar nada estadísticamente significativo. No obstante, todos conocemos a alguien que asegura tener un hueso que vaticina las lluvias muchísimo mejor que cualquier meteorólogo. Si no conocemos a nadie, puede incluso que esa persona seamos nosotros.

Y lo cierto es que podría encontrarse cierta explicación biológica. Eso sí, generalmente estas explicaciones, en lo que a huesos rotos se refiere, solo sirven para fracturas recientes. Esa pierna que te partiste montando en bici cuando tenías ocho años quizás haya dejado de predecir tormentas. Es posible que haya algo de sugestión en tus predicciones. Pero, por si acaso, veamos qué dice la ciencia.

¿Qué dicen los estudios sobre lluvia y dolor de huesos?

En realidad, el dolor de huesos no se asocia necesariamente con la lluvia, sino más bien con los cambios en la presión atmosférica. Estos, a su vez, suelen estar relacionados con tormentas, pero también con otros fenómenos meteorológicos. Teniendo esto en cuenta, se han llevado a cabo numerosos estudios, en los que se relacionan estos fenómenos con el dolor de espalda, la artrosis o las fracturas recientes, entre otros. El problema es que hay bastantes discrepancias en los resultados.

Por ejemplo, según un estudio publicado en 2014, a pesar de los testimonios anecdóticos de algunos pacientes, parámetros como la humedad relativa, la presión del aire, las precipitaciones o la temperatura no tienen capacidad para desencadenar un episodio de dolor lumbar. Sí que se encontró cierta correlación con la velocidad del viento, aunque esta no parecía clínicamente relevante.

Dos años después, se publicó un estudio similar, aunque en él participaron persona con osteoartritis de rodilla. De nuevo, no se encontró ninguna relación con las lluvias y otros factores climáticos. En cambio, en 2012 sí que se encontró cierta relación entre dichos factores y la gravedad del dolor de personas con osteoartritis, también conocida como artrosis. 

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Aumentan las búsquedas

Aunque no se haya encontrado una relación clara entre las lluvias y el dolor de huesos, los testimonios de personas afectadas están más que extendidos. Esto podría tener cierta dosis de sugestión, como ocurre con tantísimos mitos. Al fin y al cabo, puede que nos duelan los huesos en otros momentos, pero no los relacionemos con el cambio de tiempo. Sin embargo, cuando se dé la coincidencia será cuando sí que nos fijemos.

Aun así, podría haber algún factor que no se tenga en cuenta. En busca de dicho factor, en 2017 dos científicos de la Universidad de Washington y la Universidad de Harvard llevaron a cabo un curioso estudio. Este consistió en analizar las búsquedas en línea de términos relacionados con el dolor muscular y de huesos, relacionándolas a su vez con el clima en diferentes puntos de Estados Unidos. Así, se vio que estas búsquedas parecían aumentar cuando las condiciones climáticas eran más crudas, especialmente con temperaturas muy bajas.

Esto podría deberse a la sugestión de la que ya hemos hablado. No obstante, los autores del estudio señalan que podría deberse también a que los niveles de actividad física pueden verse afectados por el tiempo meteorológico. Por lo tanto, a menos actividad física, más dolor musculoesquelético.

¿Podría haber una explicación científica?

Aunque la correlación no sea estadísticamente significativa, sí que podría haber cierta explicación científica para este fenómeno.

Lo cuenta en un artículo de su blog la traumatóloga Eugènia Miranda. Si bien la doctora hace hincapié en que lo que cuenta es una valoración individual, basada en su experiencia como médica, da una explicación fisiológica que podría aclarar la causa del dolor de huesos con los cambios de tiempo.

Hay dos estructuras involucradas. Por un lado, los conductos de Havers, que son unos huecos en forma de panal de abeja que se encuentran en el interior de los huesos. Por su interior circula la sangre que nutre los huesos y los nervios que les dan sensibilidad. El problema es que esta circulación libre puede verse interrumpida por fenómenos como una fractura o la ya mencionada artrosis. Es ahí cuando se produce el dolor.

La segunda estructura que se debe tener en cuenta es el periostio. Esta es una estructura membranosa que envuelve los huesos y también los surte de vasos sanguíneos y nervios. Su tamaño aumenta cuando se da una fractura, ya que los huesos rotos necesitan un mayor aporte de sangre para sanar. Aunque también aumenta la sensibilidad y se siente más dolor.

El caso es que estas alteraciones que se dan ante una fractura o por afecciones como la artrosis se agudizan con los cambios de presión. Ese dolor que causan es aún más perceptible. Pero, claro, esos cambios que tienen lugar en el hueso tras una fractura no se quedan ahí de forma permanente. Generalmente, solo duran unos pocos años. Por lo tanto, un hueso que se rompió hace décadas no debería causar dolor. O quizás sí.

Lo que está claro es que no hay demasiada información al respecto. Y también que no tenemos por qué soportar el dolor, simplemente porque la climatología nos obliga. Si el dolor de huesos es persistente se debe consultar a un especialista, y ahí da igual si empezó por una tormenta, algo de lluvia o incluso un huracán.