Para bien o para mal, She-Hulk: abogada Hulka disponible en Disney+, es una comedia. Y una, con toda la intención de hacer reír. Lo logra, además, a través de una versión burlona, en ocasiones satírica y siempre juguetona, del Universo Cinematográfico de Marvel. Algo que ya se anunció y quedó claro en los tráilers que adelantaban el tono general de la producción. 

No obstante, la percepción del humor en la serie, es mucho más cercana a la parodia que a la ironía, como se supuso. El matiz provoca la constante sensación que cada secuencia está creada para sostenerse sobre un golpe de efecto humorístico. Cada cosa que sucede busca la carcajada fácil. ¿Funciona? No siempre y justo en esa disparidad de ritmo está el mayor problema de la producción.

El guion no disimula que este es un producto ligero y en apariencia, con pocas pretenciones. Un punto que queda claro cuando, como era de esperarse, Jennifer Walters (Tatiana Maslany) rompe la cuarta pared. “Esto es una comedia legal” aclara y sonríe. El personaje cobra vida y es evidente que, buena parte de la premisa, necesita apoyarse en la vitalidad que desborda en la pantalla. Pero el efecto no es tan hilarante y subversivo como en el caso de, por ejemplo, Deadpool. Tal vez por su obviedad, el diálogo singular entre audiencia y personaje en She -Hulk: abogada Hulka no tiene el impacto ingenioso de su original.

She-Hulk: abogada Hulka

She-Hulk: abogada Hulka de Disney+ es una peculiar mezcla entre la comedia y la acción. A la vez, un tributo bien construido al cómic del cual procede y a Jennifer Walters, uno de los personajes más queridos de Marvel. Pero entre ambas cosas, la serie se atreve a correr un riesgo del que no siempre sale bien parada. La de no tomar en serio ni a su personaje, el contexto que le rodea y mucho menos, al Universo Cinematográfico de Marvel.

Puntuación: 3 de 5.

La obsesión de hacer reír por cualquier medio en She-Hulk: abogada Hulka

La serie carece del brillo que necesita un producto que se insistió, tenía el objetivo de reescribir la fórmula de las series de Marvel. Sin la suficiente agudeza para la comedia brillante o la intriga para una historia que se sostiene en sus pequeños enigmas, la pr0ducción avanza en terreno desordenado. En el cómic, esa cualidad impredecible es una mezcla de registros y tono, que el live-action no logra transmitir. 

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Es particularmente notorio, cuando intenta equilibrar su versión de la icónica Jennifer Walters y a la vez, un tipo de heroína inédita en Marvel. Por un lado, el personaje es la contradicción a las figuras del estudio, sin dobleces ni, en apariencia, matices. 

Pero al otro extremo, es notorio que tiene un lugar reservado. Jennifer está destinada a tomar un punto como escenario de varias historias que confluyen en la suya. Y que, sin duda, darán pie, a un nuevo capítulo en el Universo cinematográfico de Marvel. Aun así, la ambición se queda corta debido a la pobre ejecución del argumento. 

Una mujer verde en busca de un destino

El personaje de Maslany no busca redención, tampoco tiene un propósito altruista o mayor. En realidad, Jennifer solo quiere un buen trabajo. Una declaración llana y práctica que, en adelante, le definirá. Para ella, no hay grandes proezas, martillos mágicos o armaduras asombrosas. Quiere vivir su vida, incluso a pesar del trastorno mayor de tener la piel verde y dos metros de altura.

Y lo deja claro, en cada oportunidad posible. Ya sea, cuando acaba de descubrir que obtuvo las mismas habilidades asombrosas de su célebre primo. O después, cuando comprueba que tiene mayor control y que, en su caso, la naturaleza monstruosa es más un atributo que una condena. She-Hulk: abogada Hulka quiere demostrar que la era de lo portentoso quedó atrás. Y que los nuevos héroes, tienen que lidiar con hipotecas, seguros y la sensación que, en realidad, no hay un objetivo real para el bien. 

She-Hulk: abogada Hulka

'She-Hulk: abogada Hulka' ya está disponible en Disney+

Por eso y de la misma forma que el material original, la producción se limita en analizar una dimensión singular de una criatura formidable. ¿Qué podría ocurrir si la naturaleza violenta de Hulk pudiera ser matizada?. O mejorada hasta convertirse en una ventaja. Jennifer, la prima de un recuperado y amable Bruce Banner, con una participación más bien plana de Mark Ruffalo, es la prueba de la posibilidad. 

El personaje es el primer héroe del Universo Cinematográfico de Marvel que no está en busca de sanar heridas o solo, hacer el bien. Esa libertad, que enlaza lo asombroso con lo cotidiano, brinda la mayor parte de su personalidad a la serie. No obstante, no es lo suficientemente firme como para que la haga atractiva o al menos, intrigante. Un peso que debe sobrellevar con dificultad en sus primeros episodios. 

She-Hulk: abogada Hulka, solamente un juego y nada más

She-Hulk: abogada Hulka

 En su primer y segundo capítulo, la narración subraya más de lo necesario lo burlón de la premisa. Jennifer es formidable, pero no quiere serlo. O sí, pero bajo sus términos. ¿Es posible? La burla es la respuesta. Hay referencias, juegos de palabras, la sensación que el guion de la también directora Jessica Gao, ironiza acerca de la esencia de Marvel, y muestra el sentido del absurdo de un mundo habitado por superhéroes. Sin embargo, las insistentes explicaciones acerca de por qué Jennifer quiere dar un paso atrás en la responsabilidad del poder, en ocasiones resultan excesivas e innecesarias, sobre todo cuando la serie atraviesa sus momentos menos hilarantes, que los hay. 

She-Hulk: abogada Hulka, tiene la imperiosa necesidad de puntualizar cuál es su registro y personalidad. Y en la prisa, el concepto termina por parecer incompleto y a veces artificial. Eso, a pesar, del sostenido esfuerzo que se toma la historia para usar el descaro vivaz del personaje como punto central de apoyo. Pero algo no funciona del todo, mientras Jennifer se mueve entre naves de Saakar cuyo origen no se explica y una veloz transformación imparable.

La serie explota su cualidad del sarcasmo sin habilidad. Y esa pequeña falla de ritmo —un elemento de considerable importancia para el humor— sabotea su atmósfera y en algunos casos, incluso, puesta en escena. 

She-Hulk: abogada Hulka

La risa emerge como un puente entre una trama ligera y una más compleja; sin embargo, ambas cosas, no siempre se complementan. Para su tercer capítulo, ya es evidente que el guion no sabe bien como sostener el delicado equilibrio que requiere algo semejante. ¿Podemos tomar en serio el punto central de la trama, basado en el enfrentamiento contra un viejo enemigo del mundo que rodea a Hulk? ¿O, en cualquier caso, esto es solo la presentación de un escenario más amplio para un tipo de superhéroe renovado? La serie no lo deja claro y quizás, ese es uno de sus mayores problemas. 

Una alta y verde mujer que únicamente quiere vivir su vida

De la misma forma que en el cómic, Jennifer obtiene poderes al mezclar su sangre con la de Bruce Banner. Pero si en papel se trata de un arco mayor, el primer episodio muestra la eventualidad con una superficialidad que preocupa. La narración se encamina entonces a dejar claro, que un prodigio sucedió, sin demasiados detalles fundamentales. 

Lo esencial es un punto: su poder proviene de Hulk. Por lo tanto, y como ella admite, todo lo que la hace formidable está relacionado con su famoso pariente. La cuestión del cierto aire secundario del personaje se deja claro y se dirime de inmediato. “No necesito ser parte de su leyenda” dice Jennifer, que rechaza los intentos bien intencionados de Bruce por guiarla en comprender su nueva naturaleza. 

Los efectos visuales digitales han mejorado en comparación al primer tráiler. Es bastante notorio desde el primer episodio. Ahí vemos a Jennifer con un aspecto asombrosamente realista, interactuando con una versión melancólica de Bruce Banner. Pero, incluso así, todavía hay un evidente descuido en el detalle. Uno, que en los siguientes capítulos, rompe la atmósfera en algunos momentos de relativa importancia.

 She-Hulk: abogada Hulka no las tiene todas consigo en el apartado visual y el desorden escenográfico se hace más obvio a medida que el personaje convive con su entorno. Jennifer, que deja claro desde los primeros minutos, que es una versión depurada, más hábil y sin duda, más poderosa que Hulk, tiene dificultades para demostrarlo. En especial, cuando el show hace la eventualidad el centro de su historia, sin lograrlo del todo. 

Las viejas glorias contadas por sus héroes

She-Hulk: abogada Hulka

También, hay un desequilibrio entre el modo de mostrar a los superhéroes que formaron parte de las primeras tres fases del universo cinematográfico y esta nueva generación, más abierta y menos épica. Hulk, convertido en un bienhechor con tendencia a una tranquilidad zen, es una conexión casi nostálgica con otro rostro de Marvel.

Por primera vez, la casa de las ideas” tiene claro que su exitosa tercera fase fue, con toda probabilidad, su punto más alto. Y Bruce, sobreviviente y un héroe tan enorme —en más de un sentido— como para pasar desapercibido, es su símbolo más inmediato. 

Bruce Banner, el hombre que chasqueó los dedos para traer de regreso a la mitad de la vida del universo, es un solitario, excluido y en cierta forma marginado. Tan poco relevante que apenas hay un comentario sobre el tema en medio de una cena familiar. Hay un notorio énfasis de la serie, de mostrar un presente limpio y pujante. Atrás quedó la sensación del mundo en escombros que mostró WandaVision o Falcon y el Soldado de Invierno.

En particular, esa ausencia —al menos en sus primeros capítulos— de nociones sobre lo ocurrido después del blip, lo que restan peso al argumento. En She-Hulk: abogada Hulka, el mundo renació, florece. La percepción madura del desastre y el cataclismo que Marvel mostró en las narraciones televisivas de la fase cuatro, desaparece sin explicación

En lugar de eso, hay chistes. Muchos de ellos: sobre la personalidad narcisista de los superhéroes, la virginidad de Steve Rogers, el mundo poblado de prodigios. O que en una abogada se transforma en una criatura de piel verde para desfilar por los juzgados. En la que una villana improbable, puede aparecer — y desaparecer — sin una explicación concisa. Las piezas en She Hulk: abogada Hulka no terminan de encajar y la inconsistencia es notoria. 

Todo en verde y un peligro a la periferia

She-Hulk: abogada Hulka

La esperada llegada de Tim Roth como Abominación es menos contundente de lo que podría suponerse, a pesar de su notoria importancia. De hecho, parte de la trama del tercer y cuarto capítulo, se sostienen sobre la indudable solidez de la actuación del actor. El guion toma la buena decisión de hacer de Roth algo más un cameo de lujo.

En particular, cuando enlaza tanto a la serie como uno de los recientes estrenos de la fase cuatro a través del personaje. Y aunque el humor también llegó para el tradicional enemigo de Hulk, el acento en lo satírico es más oscuro y brillante. Ya sea porque Roth crea un personaje profundo en medio de la sencillez del argumento o por su relevancia evidente, el regreso de Abominación es bienvenido. 

Claro está, sin duda, entrecruzar una historia con un trasfondo más o menos complejo, con un personaje en busca de su identidad, como es el caso de Jennifer, tiene resultados dispares. Mucho más, cuando debe atravesar subtramas que se entrecruzan con las suyas. Esa disparidad imprime a la serie una sensación de urgencia. Jennifer necesita dejar claro que ella es todo lo distinta que puede esperarse a cualquier héroe de Marvel. Pero el subrayado en la premisa es torpe y en ocasiones, ridículo.

She: Hulk, abogada Hulka, un chiste mal contado

Esa doble versión de la responsabilidad del poder, es lo que sostiene la historia. O en todo caso, que es lo que la aparta de toda motivación habitual en el mundo de Marvel. Un obstáculo que debe transitar sin lograrlo. El argumento olvida que, a pesar de todo, es un relato de origen. Uno que necesita algo más que ser gracioso o jugar con referencias que provoquen carcajadas inevitables. 

La salvedad se analiza en la serie como una especie de oasis de la vida cotidiana en un mundo de extraordinarios sucesos. Con la misma intención de Ms Marvel de mostrar un mundo con grandes figuras portentosas, hay una exploración a la nueva fama y celebridad. Pero ya sea porque el recurso comienza a ser repetitivo o porque termina por carecer de gracia, ya no tiene real impacto. Así que la producción dedica su atención al personaje, sus vicisitudes y en especial, su capacidad para hacer reír. 

She-Hulk: abogada Hulka y el poder femenino

She-Hulk: abogada Hulka

Desde luego, Jennifer también es una mujer contemporánea. Llena de ambición, que pertenece a una familia numerosa y que atraviesa todos los problemas que de eso deriva. Una que deja claro, que durante buena parte de su vida “controlar la ira se convirtió en su profesión”. Este nuevo tipo de heroína de la casa de las ideas sabe su peso en el mundo. Su formidable cualidad para ser a la vez un superhéroe y una persona que puede reflejar a una corriente. O así o lo plantea el show. 

Marvel ha recibido, con frecuencia, críticas por sus personajes femeninos estereotípicos, o en el mejor de los casos, espejos del masculino. En Jennifer, encuentra una oportunidad para reivindicarse. Lo intenta, en cualquier caso. La She -Hulk de Maslany es fresca, llena de energía y sin duda, una ingeniosa recombinación de elementos acerca de su trasfondo heroico. Pero no es lo suficientemente sustancioso para ser algo más que el anuncio de algo más profundo que nunca se muestra en realidad. 

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El comentario feminista está presente, sin embargo, está tan mal construido que resulta artificial. “Paso la vida lidiando con hombres con mínima experiencia que me intentan explicar como hacer mi trabajo” dice Jennifer, para ilustrar a Bruce sobre sus habilidades. Y es tan obvia la intención, que el juego de palabras pierde potencia. Algo que ocurrirá una y otra vez a lo largo de la serie.

“Solo quiero un buen trabajo” repite Jennifer una y otra vez. También, desea demostrar su singularidad, sin lograrlo. Y tal pareciera, que es esa sensación de aspirar a un propósito sin mayor trascendencia, hace que She-Hulk: Abogada Hulka sea un producto incompleto, tanto en lo visual como lo argumental. Tal vez, su mayor problema. 

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