Hay tres cosas que debes saber sobre la tercera temporada y final de Locke and Key de Netflix. En primer lugar, que intenta, de forma amable y conmovedora, recuperar la potencia de sus celebrados primeros capítulos. La segunda, es que no lo logra. Y la tercera: que el cierre del argumento resulta flojo y decepcionante justo por lo anterior. Lo curioso es que no se trata de que falten alicientes de interés para historia que abarca la fantasía de modos novedosos. El real inconveniente es que sus recursos narrativos se quedan cortos para las ambiciones del programa.
La producción llegó al catálogo de Netflix como una promesa. La de reconstruir el género de fantasía a un nivel más delicado, personal y emocional de las producciones habituales de la plataforma. Había un buen material para lograrlo. El cómic homónimo de Joe Hill y Gabriel Rodríguez es una espléndida caja de sorpresas, que, además, mezcla con sabiduría la noción de lo sobrenatural y lo sensorial. A la vez, añade una correcta exploración acerca del duelo y el dolor emocional. Eso, mientras la familia Locke trata de comprender el misterio mágico que les une. Una combinación semejante prometía un espectáculo de alto nivel.
Pero el show estrena a su tercera temporada con poco que decir. Lo que comenzó con el asesinato de Rendell Locke (Bill Heck), alcanza sus episodios culminantes en medio de un confuso aire de recorrido incompleto. El recurso de la mansión Keyhouse como centro de sucesos inexplicables también se erosiona.
Las principales líneas argumentales sobre las llaves mágicas no llegaron a una conclusión a la altura de su inspirada hipótesis. Una consecuencia de la forma en que la esencia de la familia Locke se desdibujó a lo largo del tiempo. La viuda Nina (Darby Stanchfield) se convirtió en un personaje referencial, una caja de resonancia sin peso en la historia. Otro tanto ocurre con Tyler (Connor Jessup), Kinsey (Emilia Jones) y Bode (Jackson Robert Scott) cuyas tramas decayeron hasta disolverse entre sí.
Locke and Key
Locke and Key llega a Netflix con una temporada final que intenta recuperar la magia de su primera entrega. Pero ya sea porque carece de la vivacidad de los comienzos de la historia o por el hecho que cierra de forma apresurada, no lo logra. Como si eso no fuera suficiente, se convierte en un recorrido incompleto, inexacto y poco atractivo por un mundo mayor. Lo que empezó como la promesa de un drama con aires góticos y mucha sensibilidad, terminó por ser una mezcla de elementos genéricos sin mayor relevancia. Un pequeño desastre que se despide sin mucho que dar al género de la fantasía
¿Qué ocurre cuando una premisa pierde sus puntos más reconocibles? Locke and Key tuvo una segunda temporada en la que todo el esfuerzo de la primera cayó en el vacío. Tal vez se debió a la falta de un villano con suficiente solidez. O al hecho de que la trama trató de abarcar lugares muy amplios para sostener una propuesta que la desbordaba. Cualquiera fuera la razón, el programa falló. Y eso es más evidente que nunca en su tercera temporada y despedida de la multipantalla.
Atención, ¡spoilers a continuación!
Un adiós agrio para Locke and Key
La nueva temporada de Locke and Key comienza inmediatamente después de la anterior. Lo que quiere decir que las consecuencias de la invocación a Frederick Gideon (Kevin Durand), serán perceptibles. Pero a pesar de solo tener ocho capítulos para contar su historia, la serie se toma las cosas con calma. Y eso incluye analizar qué ha ocurrido con los personajes principales. Un mapa de ruta que reflexiona acerca de la permanencia de lo sobrenatural en la familia Locke.
En primera instancia, Tyler decidió apartarse de la idea de la magia, lo que le brinda la oportunidad de una vida normal. O al menos, todo lo simple que puede ser en medio de una latente sensación que lo extraordinario está a punto de regresar a su mente. Por otro lado, Nina toma la determinación contraria. Ahora, lo inexplicable es una huella profunda en su comportamiento. Locke and Key establece un evidente paralelismo entre ambas experiencias. Y el camino que deberá tomar cada personaje, de cara a enfrentarse al villano de temporada y a sus diabólicas capacidades. El resultado es el punto más alto del guion en sus episodios finales.
Se trata de una forma precisa de profundizar sobre el hecho de lo fantástico. ¿Cuál es el impacto de lo sobrenatural en una familia unida por lazos sensibles? Después de todo, Locke and Key es una historia acerca del dolor. El argumento reconoce su origen y vuelve a su elemento más poderoso. El legado del padre muerto —esa conexión a lo inquietante y lo bello— es, otra vez, fuerte. Aun así, se desaprovecha mientras la trama avanza con excesiva rapidez en sus lugares comunes hacia el final.
Todo un cierre apresurado
Con menos episodios y más cortos que el resto de las temporadas, el cierre de Locke and Key tiene mucho de una conclusión forzada y artificial. Incluso, en el momento en que Tyler regresa a la casa familiar para contextualizar la idea de lo inexplicable que sostiene a la serie, el guion se queda corto. La serie prescinde de su identidad en favor de lo espectacular. O de cumplir una fórmula televisiva que la aparta de su oscuridad nostálgica, uno de sus elementos más celebrados.
Y mientras Gideon batalla por lograr abrir una puerta para los demonios, nada parece muy definido o bien explicado. Con nuevas llaves en juego y menos tiempo para explorar su utilidad, el guion se apresura. Eso, mientras la encarnación de la oscuridad lucha por provocar sobresalto o incluso, interés. Pero este es un villano de pesadilla que carece de sustancia. ¿Es necesario que lo maligno y perturbador se muestre de manera tan obvia? Sin sentido por el cual luchar, el programa se apoya entonces en su complicadísima red de interconexiones. ¿Qué hermano tiene qué llave y que hace cada una, en particular? Locke and Key insiste en resolver su mapa de problemas en escaso tiempo y poca habilidad.
Y al final, todos vivieron relativamente felices
Para su culminación, Locke and Key se toma grandes molestias porque cada línea y cada giro de la narración, se sostenga con cuidado. Lo cual no estaría mal, sino fuera porque la serie de Netflix siempre celebró un tipo de vitalidad caótica que se echa de menos. Pero sus últimos episodios, carecen de esa gracia chispeante, a menudo elusiva y elegante, que dejaba claro que la magia es una manifestación de lo impredecible.
La producción se despide con discreción. A pesar de que había posibilidades estupendas y amplias para narrar un argumento inolvidable. No obstante, Locke and Key es un producto del montón. Quizás, el mayor problema que debió enfrentar en todo momento la adaptación de una mitología mayor, más sofisticada y profunda.