Después de la Guerra de Malvinas, la Fuerza Aérea Argentina avanzó con un programa de actualización para sus principales aviones de combate. Esto permitió que el sistema de armas Mirage, conformado por los Mirage III y los IAI Dagger israelíes (posteriormente actualizados al programa Finger), pudiera volar hasta 2015. Sin embargo, en los años noventa el gobierno argentino y la FAA emprendieron un ambicioso proyecto para incorporar un cazabombardero moderno que derivó en el desarrollo del A-4AR Fightinghawk.

Estamos hablando de una pieza de ingeniería verdaderamente única, y por distintos motivos. En primer lugar, porque implicó fusionar las características de distintas aeronaves ya existentes en una sola. Pero también porque fue el último gran proyecto de la industria armamentística internacional diseñado específicamente para la Fuerza Aérea Argentina.

El A-4AR Fightinghawk se ha convertido en un objeto de culto entre los entusiastas de los aviones de combate. Hoy en día es la punta de lanza de la aviación militar argentina, pero lamentablemente en los últimos años el número de unidades operativas ha caído drásticamente.

De los más de 30 que estaban disponibles a fines de la década de 1990, solo seis se encuentran activos. Y si bien se trabaja arduamente para recuperar muchos de los que están fuera de servicio, la compleja situación económica de Argentina hace que el proceso sea más lento y difícil.

A-4AR Fightinghawk, mucho más que la modernización de un viejo conocido

Foto: Wikimedia Commons (Dominio público)

Como ya habrán notado por el nombre de la aeronave y su diseño, el A-4AR Fightinghawk tiene sus orígenes en el Douglas A-4 que entró en servicio en 1956. Sin embargo, no se trata de una simple variante modernizada como tantas otras que se han lanzado desde su introducción.

Estamos hablando de un desarrollo que fusionó muchas de las buenas características del A-4, una aeronave muy utilizada tanto por la Fuerza Aérea como por la Armada Argentina, con el instrumental moderno del F-16.

De hecho, que el A-4AR lleve el nombre Fightinghawk no es por capricho. En reconocimiento a su naturaleza "híbrida", se decidió unir las denominaciones Fighting Falcon y Skyhawk características del F-16 y el Douglas A-4, respectivamente.

Sin embargo, la idea original de la Fuerza Aérea Argentina para modernizar su flota de cazas en los años noventa era diferente. Con la implementación de la Ley de Convertibilidad que establecía que 1 peso argentino equivalía a 1 dólar, sumada a la política exterior del gobierno del por entonces presidente Carlos Menem, que proponía un claro acercamiento a Estados Unidos, los planes iniciales eran un tanto más grandilocuentes.

Según registros de 1991 y 1992, la intención inicial era sumar unidades del F-16 Fighting Falcon, el F-15 Eagle o, incluso, el F-18 Hornet. No obstante, nada de ello sucedió.

El plan mutó rápidamente en la adquisición de un lote de A-4M Skyhawk que pertenecía al Cuerpo de Marines de Estados Unidos. Los mismos serían entregados a Lockheed Corporation —luego Lockheed Martin— para que se encargara de llevar a cabo una reconstrucción y modernización profunda, aprovechando la aviónica del F-16. No olvidemos que dicha compañía había adquirido el negocio de fabricación de aeronaves de General Dynamics, por lo que había quedado a cargo de la producción de ese caza.

El costo original del programa, en 1994, se estimaba en 365 millones de pesos/dólares y abarcaba la producción de 36 A-4AR Fightinghawk. No obstante, dicha cifra fue posteriormente recortada debido a los problemas económicos provocados por el "Efecto Tequila". Esto obligó a prescindir de algunas características del equipamiento final de los cazabombarderos, entre otras cuestiones.

En principio se producirían 18 unidades en Estados Unidos y otras tantas en Argentina, aunque finalmente las versiones norteamericanas fueron menos. Como parte del acuerdo, se accedió a la privatización de la Fábrica Militar de Aviones ubicada en Córdoba, que pasó a manos de Lockheed Martin a mediados de 1995.

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Modelos monoplaza y biplaza

Si bien se las suele mencionar comúnmente como A-4AR Fightinghawk a todas las unidades del cazabombardero producidas para la Fuerza Aérea Argentina, en realidad existen dos versiones: una monoplaza y otra biplaza. De la primera se fabricaron 32, mientras que las cuatro restantes corresponden a la segunda variante. Esta última lleva la denominación formal de OA-4AR, debido a que su desarrollo se desprende del Douglas OA-4M Skyhawk.

Principales características

A-4AR Fightinghawk
Largo12,76 metros (13,17 metros en el OA-4AR Fightinghawk)
Alto4,74 metros
Envergadura8,22 metros
Tripulación1 (2 en el OA-4AR Fightinghawk)
MotorPratt & Whitney J52-P-8A (Monoplaza)
Pratt & Whitney J52-P-408A (Biplaza)
Peso máxima al despegue11.113 kilogramos
Techo de vuelo13.000 metros
Velocidad crucero950 km/h
Velocidad máxima operativa1.300 km/h
Alcance3.220 kilómetros
ArmamentoDos cañones automáticos Colt Mk 12 con capacidad de 200 municiones cada uno. También cuenta con cinco puntos de anclaje bajo las alas y el fuselaje que permiten utilizar una variada configuración de bombas de hasta 500 kilogramos, lanzadores de cohetes y misiles aire-aire AIM-9 Sidewinder.

San Luis, la casa del A-4AR Fightinghawk

El proceso de entrega de los A-4AR Fightinghawk comenzó en 1997 y finalizó a principios del 2000. Desde entonces, todas las unidades del cazabombardero han sido operadas por el Grupo 5 de Caza de la Fuerza Aérea Argentina. Como el mismo funciona en la V Brigada Aérea de Villa Mercedes, en San Luis, dicho sitio se ha ganado el mote de "Cuna de Halcones".

Todas las fotos, cortesía de Martín Otero.

Los problemas

Lamentablemente, pese a que llevan apenas 25 años de servicio, su capacidad operativa se ha visto drásticamente reducida con el paso del tiempo. Cuatro unidades se destruyeron por completo en distintos incidentes —dos en 2005, uno en 2013 y otro en 2020—, en tanto que otra sufrió daños al chocar contra un hangar en su base en 2015.

Los recurrentes problemas económicos de Argentina también han pasado factura al mantenimiento de los A-4AR Fightinghawk, que a comienzos de 2016 quedaron temporalmente inoperativos. El por entonces ministro de Defensa, Julio Martínez, confirmó que las aeronaves no podían volar debido a problemas de corrosión y falta de repuestos vitales, como los cartuchos para los asientos eyectables, entre otros.

Incluso se conoció que la intención era desprogramarlos en 2018, cosa que finalmente no sucedió. En la actualidad solamente seis unidades se encuentran activas, aunque se ha comenzado con un proceso de recuperación del sistema de armas A-4AR Fightinghawk bastante prometedor, con la aparición de posibles nuevos proveedores y la adición de más capacidades propias.

Los esfuerzos de recuperación

A-4AR Fightinghawk
Foto cortesía de Martín Otero.

Si bien la pandemia de coronavirus y la devaluación del peso han pasado factura, actualmente el Área Material Río Cuarto, en Córdoba, está trabajando para poner una séptima unidad en condiciones operativas. De todos modos, los planes son bastante más ambiciosos. La Fuerza Aérea Argentina quiere volver a tener unas 12 unidades en funcionamiento en el mediano plazo, para después recuperar seis más y alcanzar una flota de 18 cazabombarderos.

Pese a sus limitaciones operativas y presupuestarias, el A-4AR Fightinghawk es el único avión de combate "potente" que poseen las fuerzas armadas de Argentina. Es cierto que la Fuerza Aérea ha incorporado unidades del IA-63 Pampa III, producido en FAdeA —nombre recibido por la fábrica de aviones de Córdoba tras ser nuevamente estatizada a fines de 2009—, pero se trata de un avión de entrenamiento avanzado con capacidades de ataque ligero.

En tanto que la Armada Argentina se encuentra a la espera de poder volar los Super Étendard Modernisé adquiridos en 2019. Los mismos todavía no han podido despegar por el veto de Reino Unido a la provisión de los cartuchos pirotécnicos de los asientos eyectables.

¿Podrá el A-4AR recuperar su esplendor? Hoy en día Argentina no tiene muchas alternativas. En los últimos meses, representantes de la Fuerza Aérea estuvieron en China evaluando el caza JF-17 Thunder como una posibilidad a incorporar. Sin embargo, el interés por adquirir dicha aeronave radicaría más en recuperar la capacidad supersónica perdida con la baja del sistema de armas Mirage, que en obtener un reemplazo directo del Fightinghawk.

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