En varias de las escenas de Resident Evil de Netflix, el live action copia como puede la oscuridad y la tenebrosa atmósfera general del juego. La cámara se mueve de un lado a otro y sigue a los personajes con atención. Una evidente glorificación del ya clásico videojuego. Pero también, un intento por reconstruir el diálogo malsano con la violencia que la hizo famosa. La oscuridad está en todas partes y se muestra como una criatura más, entre las tantas que se deslizan y se esconden en el argumento. Una maniobra narrativa que hace el sostenido esfuerzo por trasladar el ámbito del horror de Resident Evil a la multipantalla

En especial, la serie intenta reproducir la sensación de amenaza que hizo famoso a su reboot del 2020, Resident Evil 3. Pero el live action carece de la potencia, la fluidez narrativa y del sentido de lo ominoso que sostiene a la versión para videoconsolas. Al contraste, es una copia pálida de una producción más elaborada de una mitología más robusta. También una concepción débil acerca de lo terrorífico convertido en lenguaje visual. Sorprende que la serie sea incapaz de captar lo que ha hecho famoso a Resident Evil. La sensación de que el peligro no está solo en lo inexplicable, sino en la oscuridad interior de sus personajes. Que su mayor apuesta sea utilizar a la serie como un elemento discordante que no logra traducir del todo para otro medio. 

Resident Evil

Resident Evil regresa a la manida fórmula de intentar limitar a toda la extensión de un video juego en un género. Un error que lleva a este live action de cuidada estética y pobre guion a clichés agotadores y argumentalmente predecibles. Sin el impacto de la sorpresa, la serie trata de superar a la franquicia cinematográfica y al reboot con un aire renovado. No lo logra y el resultado es una pobrísima visión sobre un universo mayor. Otra de las series prescindibles de la plataforma.

Puntuación: 3 de 5.

De hecho, en contraste con el juego, la serie de Netflix es una colección sin mayor interés de lugares comunes, que no logra transitar los espacios más interesantes del material original. Por extraño que parezca, la serie — que lucha por encontrar identidad entre la gran variedad de contenido que debe homenajear — es de una limitadísima ambición. Todos los capítulos tienen un aire incompleto, mal construidos y en el mejor de los casos apresurados. La historia, que se narra en dos líneas de tiempo — una actual y otra en el 2036 — intentan mostrar un mundo asolado por el desastre. También los horrores de Umbrella y su dominación a la periferia. 

El Resident Evil de Netflix es una colección de despropósitos

Personaje de Resident Evil

La serie no logra nada. La línea de tiempo actual es desordenada, construida a base de retazos de guiños a películas y videojuegos. La línea de tiempo a futuro se explota sin entusiasmo, energía o mucho menos una versión de la realidad convincente. El resultado es una sucesión de desaciertos que sorprende por su poca habilidad y decepcionante construcción de una mirada al horror. De nuevo, el fin de los tiempos se representa como inevitable. Pero en lugar de sustentarse sobre el espanto de un destino que avanza con rapidez, lo hace en la mirada de un accidente previsible. Se trata de un matiz elemental, que convierte a Resident Evil en una mirada blanda sobre lo previsible. 

Protagonista de Resident Evil

En lugar de profundizar en el aire conspirativo, extravagante y siniestro del juego del cual procede, opta por analizar su personalidad desde el contraste. El resultado es una visión blanda, confusa y por momentos ridícula de una mitología que se basa en su complejidad. Y en especial, en su capacidad para unir líneas dentro de un mundo retorcido cada vez más inquietante. El live action de Netflix directamente prescinde de la idea de construir una atmósfera sobre lo que se oculta detrás de Umbrella

O incluso, plantearse una narración alternativa sobre los horrores de pesadilla que se ciernen sobre el mundo como consecuencias de un suceso funesto. Para la serie, es mucho más importante profundizar en la sensación inequívoca que esta es una historia construida para desconcertar. Para hacerlo desde trucos sencillos: aumento de sonidos, los zombis convertidos en piezas utilitarias. Y al final, en simple justificación, para crear un mundo que intenta ser elaborado, pero falla de forma mediocre. 

Falla en todas las formas en que una adaptación puede hacerlo

Perro zombi de Resident Evil

Paul W.S Anderson perdió por completo el sentido y la fórmula de lo que hace sólido a la historia de Resident Evil en su franquicia cinematográfica. Por otro lado, el reinicio del 2021 y el puñado de series animadas, intentaron de manera digna aproximarse al universo. Resident Evil de Netflix falla al solo crear la noción que el juego es una excusa para mostrar todo tipo de guiños y referencias innecesarias. Hacerlo mientras desperdicia la idea del apocalipsis para profundizar en el horror barato y simple

¿Por qué malograr la oportunidad de tomar los personajes y el escenario clásico para reinventar la historia para una audiencia mayor? Resident Evil cae en la trampa de analizar el escenario del juego como una historia análoga y construye sobre ella, una reflexión sobre el miedo. Pero no logra profundizar, otorgar sentido, mucho menos mostrar ingenio al mostrar el terror de un mundo devastado por la codicia.

Para su último capítulo, Resident Evil de Netflix demostró que su mayor apuesta es lograr cautivar a los nostálgicos. O quizás, a los jugadores que todavía esperan un homenaje a un material de calidad y cada vez más profundo. Por ahora, esa oportunidad continúa sin llegar.