Persuasión, nueva película de Netflix, tiene dos problemas. El primero es la inevitable comparación con la maravillosa adaptación de la novela que llevó a cabo Roger Michell en 1995. En esa oportunidad, lo mejor de la novela brilló y convirtió a la película en un clásico de culto. El otro es la gran cantidad de dramas basados en la regencia inglesa que pueblan la televisión. Pero en especial, la influencia enorme de Los Bridgerton en los dramas de época del último lustro en adelante. La directora Carrie Cracknell intenta emular el ejercicio de brillante ingenio de la serie de Shonda Rhimes, pero no lo logra. No solo porque la novela de Jane Austen no necesita reconstrucción o universo alternativo histórico para funcionar. Si no porque la historia original es ya de por sí un alegato brillante sobre los prejuicios, la exclusión y la búsqueda de la felicidad.
Pero Persuasión falla al intentar recargar el discurso de Austen — reconocido universalmente por su ironía y retorcida sátira — con un comentario social pasivo, agresivo y tedioso. En especial, cuando los juegos de palabras, la atmósfera elaborada y la poderosa condición de la novela como una mirada a ideas complejas, desaparece. En su lugar, Cracknell está mucho más interesada en dejar claro que Austen era una mujer adelantada a su época, algo que el argumento no necesita.
Persuasión
Persuasión’, de Carrie Cracknell para Netflix, es la enésima adaptación de la novela del mismo nombre de Jane Austen. En su lugar, el empeño inútil del guion por sobrecargar el comentario social y cultural de la novela, entorpece su premisa. Y peor aún, convierte al brillante material de origen en un agotador melodrama con aires cursis sin mayor aliciente. Al final, esta película es una mirada edulcorada al amor y la gran decepción de la plataforma.
La premisa de la mujer que debe contraer matrimonio para evitar convertirse en un paria social se convierte en una ineficaz crítica a la cultura contemporánea. En particular, porque el material de origen no requiere una vuelta de tuerca. De por sí, Persuasión es una drama con aires en apariencia sencillos, bajo el cual late un profundo dolor secreto. La versión de la película de Netflix despoja a la historia de su encanto, su tono agridulce y su definitiva capacidad para desconcertar.
Persuasión es una mala copia de un producto mayor
Lo más confuso es que la adaptación de Netflix tiene una atmósfera tensa que parece no tener demasiado que aportar a una historia ya conocida. La directora mueve la cámara con una desabrida mirada a través de salones suntuosos y perfectos trajes primorosos. Pero carece de la astucia para lograr que toda la belleza, sea la superficie de algo más doloroso y tenaz.
Incluso la Bath Inglesa, cuna de la escritora y escenario de los exteriores del film, tienen un tono deslucido. Una descolorida sensación blanda que no llega a subsanar del todo incluso en sus momentos más emocionales. Para su primera media hora, Persuasión dejó algo claro: la idea que desea transmitir carece de peso. O lo pierde a medida que el argumento pierde belleza, poder y elocuencia.
La obra de Austen que define una época
Es evidente que Cracknell deseaba narrar la historia utilizando la energía efervescente de Los Bridgerton. Persuasión tiene el mismo ambiente de alborozo, la inclusión de personajes racializados y la idea sobre el tiempo como una idea alternativa. Pero el guion carece del encanto de la habilidad para llevar la obra de Austen a los mismos lugares que la popular serie.
En lugar de eso, se conforma con mostrar a Anne Elliot (Dakota Johnson) como una mujer que desea vivir. Que sabe que quiere vivir además, pero aplastada bajo el peso social de la soltería. Claro está, se trata de temas comunes en la literatura de Austen, pero la escritora siempre trató a la manera simbólica. Anne sabe que su gran ventaja es parecer útil a sus parientes más acaudalados. De ser una mujer que fue persuadida de dejarse llevar por el amor.
Una historia semejante corre el riesgo de parecer cursi por necesidad. Pero Austen la dotó de un burlón sentido del humor que ha sostenido todas sus adaptaciones en los años siguientes. Por extraño que parezca, la versión de Netflix carece de esa profundidad de origen, en una época en que la justificación para tenerla es clara. Peor aún, convierte a sus personajes en caricaturas.
Persuasión, una obra confusa
Ya no se trata de la reivindicación de la mujer como ente individual y la búsqueda de la libertad mental. La forma en que Persuasión de Netflix juega de forma torpe con los elementos de la historia, la convierte en un melodrama absurdo. Por el amor desairado por Anne regresa, pero en lugar que eso signifique replantearse ideas se convierte en un juego del gato y el ratón sin profundidad. Anne está enamorada de Frederick Wentworth (Cosmo Jarvis) al que abandonó por ser un simple marinero. Pero ahora que es un rico Capitán Naval, el interés de la eterna soltera se hace imperioso.
Pero si en la novela el dilema es moral e intelectual, en Persuasión es una disputa aburrida. En especial, cuando intenta encajar a la fuerza la novela en dilema contemporáneo que la historia no necesita. Y que, además, tienen un efecto extrañamente ralentizado. ¿Para qué insistir una y otra vez en la injusticia de valorar a una mujer por su estatus social? ¿Para qué volver sobre el tópico del amor como principal fuente de goce y esperanza, si la novela lo narra a un estrato sutil? Si algo resulta tedioso, y por momentos insoportable en Persuasión, es su incapacidad para el ingenio mordaz. Su ramplona simplicidad y directa inocencia.
Y al final, todos comieron perdices porque no quedaba más remedio
Dakota Johnson podría haber sido una mujer Austen de las memorables. En especial, porque tiene la afilada a intuitiva malicia de todas sus heroínas. Pero el guion de Ron Bass y Alice Victoria Winslow llena el argumento de frases ridículas. De declaraciones de inteligencia que nadie necesita escuchar porque están implícitas y de guiños al feminismo actual sin mayor profundidad. Si los anacronismos en Los Bridgerton o en obras superiores como María Antonieta de Sofía Coppola resultaban punto de brillante provocación, en Persuasión son puro desperdicio. Espacios en blanco que el guion no sabe cómo sostener y mucho menos, elaborar de manera cuidadosa.
Al final, Persuasión es una sombra de lo que pudo ser. Una versión acartonada, aburrida y soporífera de una obra que se distingue junto por lo contrario. Un desperdicio sin sentido de un drama con cientos de aristas y en específico, un sentido de la identidad portentoso. Al contrario, la película de Netflix es un trasfondo blando. Una obra olvidable que, al final, será solo un recuerdo fugaz en la memoria del enorme catálogo de la plataforma.