La segunda temporada de Los Bridgerton abraza los elementos que la hicieron fuerte en su primera etapa y se anima a crecer en aquellos aspectos y personajes sobre los que no ofreció mayores detalles. Es parte del crecimiento natural de una serie que no aspira a ser un drama demasiado profundo pero sabe hacia qué tipo de espectador está dirigido. Eso basta para que se le pueda considerar como una buena serie.
Muchas producciones se pierden al no tener claro su sentido. A partir de ahí, el tono y la idea se puede deformar. Aspirando a abarcar distintas cuestiones, no logra redondear aspectos en los que de forma natural son fuertes. En el caso de Los Bridgerton, el drama entre los personajes, sus tensiones, y la narración de Lady Whistledown, así como una serie de temas sobre los que no se posicionó en la primera temporada y que en estas tienen mayor peso.
Como parte de la gira de medios para promocionar la segunda temporada en Netflix, Van Dusen, el creador de Los Bridgerton, explicó que parte de sus influencias para el relato fueron Orgullo y Prejuicio, Sucesión y La edad de la inocencia. Puede que su serie no tenga el tono de esas producciones, pero ha encontrado, con base en esas influencias, uno propio en el que sus personajes, en mayor o menor medida, se transforman mientras el espectador se entretiene.
Los Bridgerton, y los nuevos temas
Es un relato que describe la relación hombre y mujer en un momento histórico en el que esos vínculos están siendo cuestionados. Eso puede incomodar a más de un espectador. Sin embargo, conviene tener en cuenta que se trata de una adaptación de época, que el cortejo, el baile, el lujo, la forma de realizarse entre sí, no es un tributo a ese momento sino la recreación de un pedazo de historia de la humanidad.
Si Los Bridgerton fuera por ese camino, habría que respetarlo: no es justo mirar con ojos presentes momentos pasados. Por otro lado, si se trata de apego histórico, para eso están los libros y los documentales especializados. El detalle, en relación con la serie de Netflix, es que no se ha quedado en ese campo sino que ha profundizado en esta segunda temporada hacia temas actuales.
El más evidente es el feminismo y el rol de la mujer dentro de un mundo de hombres. Lady Whistledown lo plantea en sus textos y Eloise Bridgerton (Claudia Jessie) a través de sus diálogos. La segunda emerge como esa voz capaz de cuestionar ese mundo en el que está rodeado. Su desarrollo también es el de miles de mujeres que, ante el cuestionamiento del sistema, encuentran más respuestas que la oprimen. También sucede cuando cuestionan el canon de belleza hegemónico o incorporan personajes a través de los que aportan mayor diversidad y representatividad, dándole roles importantes en el relato. Es en estos detalles en los que Los Bridgerton deja de ser una producción enfocada en el entretenimiento para presentarse como un relato que también ofrece guiños políticos.
El punto débil
En medio de lo anterior, la exploración de los traumas personales. ¿Se trata de una referencia a la salud mental? Podría interpretarse de esa manera. El pasado como aquello que genera distintos traumas que, incluso en un presente próspero, resulta relevante. Mientras tanto, Los Bridgerton no deja de mostrar esa dinámica opulenta, la importancia y la fragilidad de las apariencias. Esto ocurre, en particular, con Anthony Bridgerton, interpretado por Jonathan Bailey. Él toma buena parte del relato, luego de que en la primera temporada tuviera un rol secundario. En una casa repleta de mujeres, sirve de vehículo para tratar distintas cuestiones sobre la masculinidad en relación con la tradición.
Sin embargo, como en la primera temporada, Los Bridgerton resulta predecible en varios tramos. No es muy difícil intuir qué ocurrirá con uno y otro personaje (salvo el caso de Simon Basset, interpretado por Regé-Jean Page, desaparecido más allá de algunas referencias). Eso hace que el relato pierda peso. Entonces, la influencia de la tradición dentro de ese universo que recrean puede parecer ridiculizada.
La suerte, en relación con esa falta de tensión, es que entre las sospechas y la materialización hay una serie de hechos que sirven para conocer a los personajes. Entonces, de lo que parece una obviedad, surge una idea o historia relacionada con los involucrados que nutre la trama. Aún así, la sensación es que podría mejorar este aspecto. De esa manera, dejaría de ser un punto débil para convertirse en una de sus fortalezas, enlazando las tramas internas, los intereses particulares de cada personaje, con una serie de ideas interesantes y pertinentes.