En 1949, una familia extremadamente religiosa de Estados Unidos se puso en contacto con su párroco para que les ayudase a buscar un exorcista urgentemente. Al parecer, su hijo adolescente tenía comportamientos paranormales. Además, ellos mismos tuvieron vivencias extrañas cuando el chico estaba cerca, como objetos que saltaban por los aires o el sonido de arañazos en la pared. Así empieza la historia real que, según parece, inspiró primero la novela y después la película de El exorcista. Pero lo más curioso es que, como es lógico, no había nada de sobrenatural en lo que ocurría y que aquel chico finalmente acabó teniendo una vida normal y exitosa. Tanto como para convertirse en una de las personas que ayudaron a llevar al primer ser humano a la Luna.

Lo cierto es que aquel primer párroco fue bastante escéptico en un principio. Sin embargo, el exorcista que finalmente acudió a la casa no tuvo duda de que se trataba de una posesión demoníaca. Entre otras cosas, se basó en que el chico, tras sus intentos por sacarle al demonio de dentro, comenzó a hablar latín.

La prensa no tardó en hacerse eco, publicándose multitud de artículos hasta que, por fin, el exorcista logró salvarle. Así, volvió a ser un chico normal que llegó a convertirse en un importante ingeniero de la NASA. ¿Pero qué hay de cierto en esta historia?

La ciencia detrás de la historia del exorcista

A día de hoy no se sabe exactamente qué llevó a aquella familia a buscar un exorcista. Podría ser simplemente sugestión impulsada por su fervor religioso.

No obstante, es cierto que tanto el primer párroco como el médico que acudieron a ver al niño observaron algunos de esos fenómenos sobrenaturales que habían referido sus padres. Por eso, es posible que sí que se debiera a una presencia en la casa. Pero no una presencia demoníaca, sino algo tan mundano como un escape de gas. Concretamente, de monóxido de carbono.

La intoxicación por este gas, liberado en las calderas defectuosas, puede afectar al sistema nervioso, causando alucinaciones. De hecho, se cree que muchas de la historia de fantasmas victorianas surgieron precisamente de este tipo de incidentes, muy comunes en esa época.

La intoxicación puede llegar a ser mortal si no se soluciona a tiempo, pero otras veces no llega más allá de las alucinaciones. Unas alucinaciones que, por supuesto, terminan cuando se arregla la avería. 

El chico que luego se convirtió en ingeniero de la NASA fue supuestamente liberado del demonio tras 20 o 30 exorcismos. No es nada descartable que, pasado este tiempo, se arreglara el problema del escape y nadie llegase nunca a relacionarlo. Además, tras varios intentos por solucionar su problema, fue llevado a un hospital, donde siguió mostrando los mismos comportamientos, quizás ya por pura sugestión, hasta que un día desaparecieron y no volvieron jamás. 

Pero aún quedaría preguntarse por qué comenzó a hablar en latín cuando el exorcista se acercó a él. Esta cuestión tuvo una respuesta muchos años después, cuando un joven sacerdote que presenció la escena reconoció a un periodista que, según cree él, lo que el chico hacía era imitar las palabras del párroco. No sabía latín, pero imitaba a su manera lo que oía, de modo que, en realidad, parecía que él también lo hablaba.

La verdadera identidad del chico

Con el fin de proteger la identidad del chico, inicialmente la prensa se refirió a él como Roland Doe. 

Sin embargo, su verdadera identidad se hizo pública muchos años después, tras su muerte. Se trataba de un hombre llamado Ronald Edwin Hunkeler, un reputado ingeniero de la NASA, conocido por haber participado en las misiones Apolo que llevaron a los primeros humanos a la Luna.

De hecho, llegó incluso a patentar una tecnología que protegía los paneles del transbordador del calor extremo. Trabajó durante más de 40 años en aquella agencia espacial en la que pocas personas sabían que fue la persona que inspiró la historia de El exorcista. Quienes le conocieron en profundidad cuentan que pasó toda su vida con un miedo terrible a que alguien descubriese su pasado. Pero se mantuvo en el anonimato hasta 2021, unos meses después de su muerte, que tuvo lugar cuando contaba con 86 años de edad.

No volvió a tener síntomas que evidenciaran ningún problema mental, por lo que es más que probable que lo que le ocurrió fuese algo puntual. Pero no una posesión puntual, sino algo como lo citado anteriormente. Lamentablemente, aquello le dejó marcado de por vida. Ahora bien, si incluso así logró aquellas grandes hazañas, ¿qué no habría podido conseguir con una mente mucho más sosegada?

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