En una de las escenas de La Lista Final, de Prime Video, la cámara enfoca las armas que utilizará el personaje con un primer plano directo. Lo hace con una iluminación cuidadosa y dotando a la toma de una belleza elegante. Más que un punto de atención, la atenta mirada al mundo de las armas en la serie parece parte de la sustancia de una premisa preocupante. La de poner a las armas — y no al personaje James Reece, interpretado por Chris Pratt — en el foco de atención de la premisa. Y de hecho, convertir el uso de todo tipo de armamento de varios calibres y niveles de peligrosidad como algo de considerable y profunda importancia. 

De hecho, el truco se repetirá a lo largo de los ocho episodios. La presentación de las armas en la serie — semejante al de la obra homónima de Jack Carr — es un punto singular y preocupante en su premisa. No solo por la promoción al uso de armamento como resolución del conflicto final. También por la forma en que la serie parece haber obsesionado a un país que debate la vigencia de la Segunda Enmienda de su constitución.

De hecho, la producción lleva la mirada sobre las armas y lo lícito de su uso a un nivel por completo nuevo en premisas semejantes. Durante buena parte de sus capítulos, la serie rinde tributo a la idea antisistema y la necesidad de protección por medios privados. 

La Lista Final, que cuenta la historia de un Navy Seal que decide enfrentarse al poder establecido por medio de las armas, es inquietante de origen. A pesar de rendir tributo a un tropo popular del cine de acción, la serie plantea una situación más dura. James Reece, el personaje central de la historia, toma la justicia como un elemento personal y también hace uso de las armas porque es su derecho.

Un punto que deja claro en cada oportunidad posible y que el guion pone de relieve una y otra vez. De hecho, durante buena parte de la serie, la insistencia en justificar tiroteos y asesinatos es obvia. Y aunque el libro de Carr plantea la misma situación, el original en papel analiza la cuestión desde el hecho de lo que el personaje central sufre. En medio de una severa crisis mental y física, el Reece debe enfrentar la amenaza desde su condición mental. 

Las armas como un peligroso punto de interés en La Lista Final

Pero en La Lista Final, y aunque se mantiene la sensación que Reece debe superar sus propios dolores, el punto central es la violencia. En especial, la declaración de que todo norteamericano tiene el derecho — y quizás hasta el deber — de defender su vida por cualquier medio. Y eso incluye, por supuesto, las armas. La respuesta del personaje de Pratt a la injusticia refleja la postura de la Asociación Nacional del Rifle. Tanto como para que la serie esté llena diálogos en lo que se deja claro que la única posibilidad es tomar las armas contra “la opresión”. De pronto, el sistema central del poder es un enemigo a vencer. Y el mundo militar, un espacio romantizado y sublimado como el único en que la noción sobre la justicia se comprende del todo. 

Por supuesto, la icónica Rambo ya mostró hace más de cuarenta años la premisa del ejército de un solo hombre. Lo hizo como una percepción del espíritu beligerante del país. Pero el conflicto que se planteaba en la franquicia y en la primera película tenía un profundo ingrediente pesimista. Abandonado por el poder, maltratado, traumatizado y convertido en un hombre perseguido, Rambo era un símbolo de una perversión del sistema. Pero el éxito del 82 tenía una premisa más filosófica de lo que podía suponerse. En especial, cuando Rambo — al menos, en su primera versión — era el reflejo de un país roto y destrozado por heridas culturales complejas. 

Pero La lista Final toma el testigo desde reinvenciones más sencillas de la premisa y le añade un considerable comentario político. El personaje de Pratt se erige como un símbolo retorcido y levemente temible sobre el hombre común contra la injusticia. Una de las frases más repetidas del personaje es la que sostiene el debate político sobre las armas en Norteamérica. “Debo ser capaz de defender a mi familia”, insiste el personaje de Pratt, que tiene el manejo de todo tipo de armas. Y también encarna un cierto tipo de paranoia total contra el sistema de control de cualquier tipo de defensa armamentista. Como un héroe de guerra herido, desequilibrado y ofuscado, el personaje dispara primero y pregunta después. Lo hace con el convencimiento que es su deber hacerlo. También que es su derecho. 

Salvando las distancias, el personaje tiene similitudes con William ‘D-Fens’ Foster (Michael Douglas), el tirador implacable del film Un día de Furia de Joel Schumacher. El controvertido éxito del 93 mostraba al personaje estallando en malestar reivindicativo y haciendo uso del derecho a las armas sin pudor. Pero a diferencia de La Lista Final, Schumacher jugó con la justificación y al final el terror del armamento, en un planteamiento cruel y complicado. La serie de Amazon Prime carece de matices y en especial, de una mirada más profunda a solo la idea de usar las armas como respuesta a la amenaza. 

Una incómoda opinión sobre un tema controvertido

Buena parte de La Lista Final muestra al personaje de Chris Pratt como un individuo capaz de lo que sea necesario para proteger a los que ama. Eso a pesar de sus aparentes problemas mentales y disociación con la realidad. Pero el argumento muestra a Reece como un héroe gracias a su manejo de las armas. También como el centro de una incómoda versión de juez y verdugo, que deja muy poco a la imaginación. La serie celebra la brutalidad, decisión de matar y el impulso asesino de Reece sin matices. Es, sin duda, una versión del mítico Rambo y figuras similares. Pero mientras la mayoría de los protagonistas de “ejércitos de un solo hombre” están sujetos al cuestionamiento, el personaje de Pratt se rodea de mensajes mixtos. 

Por un lado, y aunque la serie no oculta que las sospechas de Pratt sobre una conspiración son reales, justifica su sangriento paso como necesario. Al otro extremo, romantiza el uso de armas y lo convierte en un personaje que matará sin ningún escrúpulo. Se trata de un matiz considerable en las habituales historias semejantes. En esta ocasión, el personaje no se defiende, no protege ni tampoco, asimila la idea del arma como inevitable. En realidad, necesita a las armas — y los asesinatos — para demostrar su punto de vista. Tanto y de manera tan complicada que para su último capítulo, la línea entre un asesino y un héroe es muy escasa. 

La producción de Amazon Prime llega en un momento incómodo sobre la mirada de las armas. Hasta ahora, han ocurrido 308 tiroteos masivos en Estados Unidos solo durante el año 2022. Según datos del Archivo de la Violencia Armada, es un aumento considerable. De modo que La Lista Final, con todo su uso de las armas como última respuesta — la imprescindible respuesta — resulta casi inquietante. Mucho más, cuando la serie deja claro que cualquier ámbito de control está fuera de cualquier discusión. “¿Llevarlos ante la justicia? Yo soy la justicia”, dice Pratt en un momento dado. Quizás, la declaración más alarmante en una serie llena de ellas. 

La serie forma parte de un fenómeno en alza. Hace unas semanas, Stranger Things, la serie emblema de Netflix, mostraba a un grupo de adolescentes en una armería. La escena mostraba el local con el aspecto inofensivo de un supermercado como un refugio para los personajes.

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Todo mientras escogían armas, sonreían y conversaban en voz baja. La escena, escalofriante por sus implicaciones, conecta directamente con lo planteado por La Lista Final. Las armas son parte de una visión de la violencia más enrevesada y complicada. Una que, por ahora, está en su momento más complejo y polémico. Y también, quizás, el más visible de su historia. Malas noticias para cualquier discusión que enlace y sostenga una versión menos militarista del mundo del entretenimiento. 

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