El riesgo que corre todo producto relacionado con Kung-Fu Panda es que la trilogía de películas es una de las mejores dentro del universo de películas animadas. Su protagonista, Po, cumple con un viaje en el que se presentan diversos personajes, se realizan múltiples guiños culturales, mientras el protagonista (y su entorno) se transforman hasta convertirse en El caballero dragón, el máximo título que podía aspirar. O no. 

El valor de la narrativa de Kung-Fun Panda radica en los valores que cultivan sus personajes mientras pelean; no el desarrollo de habilidades. Por eso la trilogía de películas hace tanto énfasis en el aspecto emocional. Ese pilar del relato se sostiene en la serie Kung Fu Panda: El caballero del Dragón, solo que, a diferencia de la trilogía de películas, las habilidades parecen tener más peso. Sin embargo, el puño no es tan fuerte como la mente.

Es esa, la mente, la que en Kung-Fu Panda: El caballero del Dragón se ve afectada. Po sufre una crisis, pierde prestigio e intenta recuperar su título. Es argumento, en perspectiva, no es negativo. El detalle, no menor, es que contradice parte de su tradición porque, en algún punto, ridiculiza al personaje, con la excusa de que sus habilidades parecen haber sido olvidadas. Nada de esto fuera un problema si la tradición previa no lo hubiera dejado en el lugar elegido, el de un maestro legendario. 

Kung Fu Panda: El caballero del Dragón, lejos de la trilogía de películas

En esta serie, Po debe apoyarse en Luthera, una caballera inglesa que vive bajo unos códigos distintos a los del protagonista. Mientras uno se permite la diversión y la improvisación, la otra está sujeta a un orden estricta y a una serie de motivaciones personales que condicionan su paso. La oposición entre los caracteres es interesante porque permite contrastar las conductas de uno que se encuentra en paz con su pasado y la otra, perturbada por sucesos y anhelos que no depende del todo de sí. 

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Po y Luthera deben establecer una alianza para conseguir cuatro armas a través de las cuales puede garantizar la paz en el mundo. Esta búsqueda se produce mientras dos comadrejas se oponen a este plan y el guion ofrece distintos chistes y la torpeza tradicional del personaje, en un guiño hacia la tradición narrativa de este relato. En ese sentido, se intuye que puede funcionar para niños, aunque quede lejos de la trilogía de películas (en caso de que algún adulto se acerque a la serie pensando en aquel logro). 

Los personajes de Kung Fu Panda: El caballero del Dragón que en un principio se oponen entre sí, de forma progresiva se van acercando y compartiendo sus historias. Es entonces cuando se produce una transformación que, quizá, se extiende en demasía mientras otra serie de sucesos no resultan del todo atractivos. 

Kung-Fu Panda: El caballero del Dragón

Po, el mítico personaje que refrescó los relatos vinculados con las artes marciales, vuelve en otro contenido secuela inspirado en la reconocida saga de películas. En esta oportunidad, se conserva parte de la esencia del personaje, en cuanto a tono y forma, pero la serie de diez capítulos queda lejos de la narrativa más compacta ofrecida por las películas.

Puntuación: 2 de 5.

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El peso de la tradición

Mientras Po es despejado de su título como Maestro Dragón, sin que esto quede bien resuelto, pasa a ser una suerte de aprendiza de la caballera Luthera. Si bien el personaje fue siempre un devoto de otras figuras de las que pudiera aprender, en un gesto de humildad, en este caso parece abusarse de ese recurso. ¿Qué ocurre entre el actual Po y el que creció dentro de las películas? Su transformación. Ya no es un aprendiz, sino un maestro. 

Kung Fu Panda El caballero del Dragón, critica de la serie de Netflix, primera temporada

Minimizar su rol es negar parte de ese viaje. Al hacerlo, el imaginario relacionado con el personaje se ve afectado. Luthera, en contraste con Tigresa (con quien parece guardar alguna similitud, en carácter y estética), no tiene su encanto a través de los capítulos. El ritmo de la serie se extiende en demasía, con capítulos que pudieron haberse resumido para generar un punto más de tensión en diversos aspectos de la historia. 

El resultado es una historia que aspira a permanecer cercana al relato que le dio origen, a la vez que procura mutar hacia áreas que la alejan de su tradición cultural. Ese vaivén resulta confuso, condiciona la expresión de los valores característicos de Kung-Fun Panda y pierde fuerza en cuanto a entretenimiento y transformación de los personajes. Sin decir ni mostrar nada que su trilogía no haya descubierto a adultos y chicos.

La serie de once capítulos, en su primera temporada, se encuentra disponible en Netflix.