¿Te comprarías un iPhone –o cualquier otro dispositivo– de segunda mano? El mercado del reacondicionamiento de smartphones se está convirtiendo en una industria creciente, pero aún le queda mucho trabajo por delante. Ya no solo para las marcas que aprovechan la segunda vida de los dispositivos. También para un pequeño grupo de tecnológicas que han encontrado un nicho de mercado en esta práctica que atrae a cientos de clientes y también inversores. Si le sumamos la situación ecológica y de componentes por la que atraviesa el planeta, tenemos el caldo de cultivo perfecto. Swappie, una de las herederas de un ecosistema finlandés alimentado por Nokia hace ya algunos años, lleva tiempo trabajando en este segmento.

No son los únicos, por supuesto. Amazon lleva tiempo probando el mercado de la venta de productos reacondicionados. También la propia Apple que, sin duda, juega con ventaja al controlar toda la cadena de producción. La tecnológica, de hecho, lleva tiempo trabajando en el segmento del reciclaje de componentes. Y Daisy es su estrella: es capaz de desmontar un iPhone en apenas 18 segundos. Si se venden iPhones de segunda mano, mejor controlar también esa división. Con todo, Swappie afirma que mantienen una buena relación con la compañía de Cupertino. Según sus datos, muchos de los clientes que quieren comprar un iPhone reacondicionado de la startup finlandesa vienen de un ecosistema Android. Lo que quiere decir que esto solo suma adeptos al ecosistema iOS. Por eso su relación es cordial. Todos salen ganando, afirman.

Y es que, según el Global Refurbished Smartphone Market Report, el mercado del reacondicionamiento aumenta un 15% anual, pero aún queda mucho trabajo por hacer. Y todo apunta a un crecimiento lento. Por eso, las marcas están por la labor de poner el tema sobre la mesa. Hemos tenido la oportunidad de visitar el centro de operaciones de Swappie en Finlandia y la conclusión es que hay más trabajo manual del que uno pueda imaginar y también mucho trabajo por delante.

La startup que nació de una estafa

Sami Marttinen fundador de swappie
Sami Marttinen, fundador de Swappie

Swappie nació en Finlandia de la mano de Sami Marttinen. Emprendedor en serie y con experiencia en el sector de la banca y ONG, el germen de la startup de reacondicionamiento de iPhones tuvo origen en una estafa que sufrió el propio fundador.

"Compré un teléfono en una web; nunca recibí el teléfono y perdí el dinero. Puse una denuncia en la policía, pero es una situación muy complicada. Enseguida me di cuenta de que estas estafas son muy comunes en el sector. A la vez, entendí que el sector de la tecnología es uno de los que más residuos genera en el mundo y había una oportunidad de que la gente podía comprar productos de reacondicionamiento para solucionar esa cuestión".

Sami Marttinen

Decidieron centrarse solo en iPhones. ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla: el ecosistema Android es demasiado grande. Con una larga lista de marcas en el segmento, desde la startup entendían que lograr el éxito en ese sector era entre imposible e improbable. "Teníamos que centrarnos en algo cuando empezamos y necesitábamos conocer un mercado que no existe para construir todo el proceso", explica Marttinen a Hipertextual. Y si al principio se podían encontrar algún reparo en el segmento de los inversores, la realidad es que esto ya no les pasa. Han logrado más de 150 millones de euros en rondas de unos inversores que han visto en el asunto del reciclaje en nuevo dorado de las startups.

Ahora se han extendido por 15 países de Europa y son rentables en Finlandia y Suecia. En España operan desde hace un año exactamente -junto a Polonia- y de momento están lejos de controlar el segmento. Tienen dos problemas asociados. Por un lado, España es territorio Android. Según Kantar, los datos se superan el 83% de cifra de negocio para la competencia de Apple. Swappie tiene un gran problema al sur de los Pirineos.

Tampoco es un sector altamente conocido en España. La startup necesita mucho marketing para darse a conocer. De hecho, han probado la estrategia de las pop-ups y también las tiendas físicas. De momento solo en Finlandia, la próxima será en Irlanda. Lo más seguro es que la siguiente tenga sede en Portugal. Para España, apuntan, aún no hay planes, aunque sí interés: han entendido que parte de la desconfianza del ecosistema parte de no fiarse de este tipo de empresas y de no entender cómo funciona.

Swappie: un trabajo 100% manual

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Swappie ha decidido centralizar toda su actividad en la capital del país, Helsinki. Esto quiere decir que todos los iPhone que compran viajan al país, también todos los que venden salen de la misma localización. También en Tallín, donde mantienen otro centro de operaciones. ¿Ventaja? Todos los procesos son fácilmente trazables. ¿Problema? La escalabilidad que puedan soportar ambos centros. Swappie no da cifras de negocio. Al día apuntan a que salen y entran miles de iPhones en sus oficinas. Pero el objetivo de la tecnológica es controlar el mercado del reacondicionamiento de productos de Apple, por lo que el sistema de poner el foco en Finlandia puede suponer un problema a largo plazo.

Con todo, los smartphones entran en la sede tras recibir un precio de venta. Según el estado del mismo y los años de vida, el vendedor recibirá un precio u otro.

Lo primero que pasa cuando entra un iPhone en la sede es ponerlo en modo fábrica. De este trabajo se encarga un software sin que entre la mano humana en ningún momento. ¿El motivo? Evitar que ningún ojo humano vea datos personales si alguien los hubiese dejado por descuido en el iPhone antes de enviarlo. Tras esto, llega la comprobación del software del dispositivo. Un programa se encarga del análisis de más de 40 elementos del iPhone: la mano humana, por supuesto, es la que opera. Un empleado puede revisar más de 100 dispositivos a lo largo del día. Uno a uno. Audio, cámara, batería, micrófono, sistema táctil, face ID... Del resultado del mismo dependerá si pasa a reparación o a venta.

En el caso de reparación, lo más común es el cambio de batería. Pero también puede pasar por arreglos más sensibles, como el desbloqueo facial o cambios de pantalla. Todo lo que necesite el iPhone se hará por mano humana. Swappie tiene, en este momento, casi 900 empleados reparando dispositivos de Apple en sus oficinas.

Tras esto, llega la verificación del estado del teléfono. De lo perjudicado que esté el iPhone de forma externa –trasera y delantera– dependerá el precio final. Y en esto son claros: puede estar a estrenar, con pequeñas marcas o incluso rasguños visibles en la carcasa. Los datos apuntan a que los más vendidos son los del grupo b y c, los que tienen alguna marca de uso pero apenas imperceptible.

Tras esto se pone a la venta y los iPhones esperan su nuevo destino.

Una historia que empezó con Nokia

Swappie

Poco se habla del ecosistema de emprendedores que nació y creció en Finlandia bajo el éxito de Nokia. La tecnológica, nacida a finales del siglo XIX, tuvo sus mayores éxitos a finales de los 90. La compañía, que empezó la década con una cuota de mercado del 41% en Finlandia, pasó a tener el 6%. Su éxito empezó a extenderse por el planeta. Después cedió su cuota de mercado al mercado de iPhone y Android cerca de 2009; poco más tarde se anunciaba la compra de Nokia por parte de Microsoft en 2013. En uno de los momentos más bajos para la compañía.

Con todo, la creadora del eterno 3310 fue cantera de las siguientes generaciones de startups. Funcionando como una suerte de PayPal mafia, o la versión local de la Tuenti mafia, Nokia entrenó a las siguientes generaciones de emprendedores. Supercell o el creador del Angry Birds, Rovio, nacidas cerca del 2000 funcionaron como una segunda ola. "Es un ecosistema joven, pero viene la tercera ola interesante", apunta Marttinen. Wolt, una compañía de delivery local, o de consumo de productos han comenzado a crecer y levantar mucho capital.

Tanto como para que Finlandia sea la capital con más inversión por renta per capital de Europa. Lo cual, teniendo solo 5 millones de habitantes, no es muy complicado, pero sí meritorio. Con dos idiomas oficiales apenas hablados, el inglés y su vocación internacional han sido la tabla salvavidas de las compañías del país.