Aunque se acerca el verano en el hemisferio norte, la primavera sigue haciendo estragos a causa de la alergia. Estornudos, rinitis, picor de ojos y otros síntomas habituales se han convertido en la periódica pesadilla de los alérgicos, a los que les encantaría poder huir del polen a medida que se acercan a él. Pero claro, para eso habría que verlo y esto generalmente no es posible a simple vista.

A veces nos confundimos y pensamos que esos molinillos algodonosos que vuelan desde algunos árboles, como los chopos, son cúmulos de polen. Pero lo cierto es que no. En realidad se trata de semillas en las que crecen esas vellosidades para facilitarles el vuelo y que se puedan diseminar lo más lejos posible.

El polen consiste en granos mucho más pequeños, que no se ven cuando están en el aire, aunque sí pueden verse cuando se acumulan en una superficie. Ahora bien, por suerte para las personas con alergia sí que existen detectores en los que se miden los niveles de polen de diferentes plantas. En España disponemos de estaciones de medición prácticamente en todo el país y sus datos pueden verse de forma muy organizada en la web de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica. Aunque también hay seguimientos en algunas páginas de meteorología, como Eltiempo.es.

¿Qué es el polen?

Se conocen como polen los granos de las plantas con semillas en cuyo interior se encuentran los gametófitos masculinos. Si lo comparamos con los animales, esos gametófitos serían el equivalente a los espermatozoides.

Estos granos vuelan para facilitar que los gametos masculinos puedan llegar hasta los gametos femeninos de las flores y, así, se produzca la fecundación. Es entonces cuando se generan las semillas que contienen el embrión. Esas semillas pueden también volar a otros lugares, de modo que las nuevas plantas no se concentren en un solo lugar.

Las pelusas del chopo son semillas, pero sus vellosidades pueden atraer el polen de otras plantas

Ya hemos visto por qué el polen se mueve por el aire. Y por qué lo hacen también las semillas algodonosas del chopo. Ambos necesitan ese desplazamiento, pero por lo general solo el polen genera alergia.

Ahora bien, hay que tener algo en cuenta y es que las pelusas del chopo pueden ir acompañadas de polen. Sus vellosidades son muy pegajosas y pueden atraer todo tipo de partículas, incluyendo el propio polen. El de chopo ya no sería un problema, al fin y al cabo ya está formada la semilla. Sin embargo, se puede adherir a ellas el polen de otras plantas de floración más tardía, como el olivo o las gramíneas. Y eso sí que es peligroso, así que no está de más evitarlas si tenemos alergia. 

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El origen de la alergia

La alergia al polen, como el resto de alergias, se da cuando el sistema inmunitario reconoce un agente externo como peligroso. Esto hace que reaccione de un modo similar a como lo haría ante un virus o una bacteria.

Concretamente, en el caso de las alergias lo que ocurre es que un tipo de anticuerpos, la Inmunoglobulina E, se unen a esa sustancia, conocida como alérgeno, y desencandenan la generación de ciertas sustancias, como las histaminas, que modulan tanto la respuesta inmunitaria humoral, mediada por anticuerpos, como la celular. Se genera así un círculo vicioso cuyo resultado es la aparición de los síntomas característicos de la alergia.

El sistema inmunitario reconoce el polen como un alérgeno, la IgE se une a él y se generan las histaminas

Y es que, si bien nuestro sistema inmunitario es muy importante para nuestra supervivencia, una acción desmesurada acaba provocándonos problemas. Su lucha contra agentes patógenos, reales o malinterpretados (como en las alergias), puede visualizarse como una pelea a caballo entre dos ejércitos enemigos. Puede que los buenos salgan vencedores, pero en el proceso el campo de batalla habrá quedado pisoteado y dañado. Y ese campo de batalla es nuestro organismo. En el caso de las alergias, incluida la del polen, los síntomas de esa lucha son los estornudos, los mocos, la picazón, el dolor de garganta y muchos más. Pueden ser leves o intensos y en algunos casos pueden desencadenar situaciones más peligrosas, como el asma o la anafilaxia.

Por eso es importante que los alérgicos al polen tengan claros los niveles del causante de su malestar. No pueden verlo volando por el aire, pero sí es posible controlar los niveles medidos en los detectores de su provincia. En cuanto a los molinillos, está bien saber que no se trata de polen, pero que pueden transportarlo. Por lo tanto, si huías de ellos, sigue haciéndolo. 

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