Los padres de un niño de 2 años de Reino Unido han hecho una llamada pública de atención después de que su hijo comience a mostrar síntomas típicos de la pubertad, como la aparición de vello o el crecimiento de su pene. La causa, por la que han querido avisar a la sociedad, ha sido el contacto del pequeño con un gel de testosterona que su padre usa habitualmente para tratar un problema testicular.

Se trata de un fármaco de uso tópico, que se introduce en el organismo a través de la piel. Pero en ningún momento se les advirtió que podría ser peligroso que el padre entrase en contacto con el niño después de usarlo. 

Existen algunos casos previos descritos en la literatura científica. No obstante, los fabricantes de este gel de testosterona no avisan de ese peligro concreto. Por eso, la madre del pequeño afectado ha salido en medios de comunicación británicos hablando de su problema y ha pedido que se ponga más atención sobre él. Afortunadamente, el pequeño no ha llegado a desarrollar síntomas graves y los médicos aseguran que su apariencia física llegará a coincidir con su edad cronológica. Aun así, ha sido un susto que nunca olvidarán. 

testosterona
Annie Spratt (Unsplash)

Una edad física que doblaba su edad cronológica

Jacob (nombre ficticio) crecía aparentemente sano y feliz con su familia en Brighton, Reino Unido. Sin embargo, sus padres sabían que algo no iba bien. Desde muy pequeño comenzó a crecer a una velocidad vertiginosa. Con poco más de 18 meses ya tenía la apariencia física de un niño de 4 o 5 años. Además, su peso era casi todo músculo, sin apenas grasa.

Pero cuando sus padres se empezaron a preocupar fue cuando su pene, de un tamaño muy por encima de la media, comenzó a experimentar multitud de erecciones, mientras que una cantidad considerable de vello crecía en torno a él. Parecían signos de pubertad, pero el pequeño apenas había llegado a los dos años.

El pequeño tenía la densidad ósea de un niño de 4 o 5 años, vello público y múltiples erecciones

Preocupada, su madre lo llevó al  Everlina London Children's Hospital, donde fue atendido por el endocrino pediátrico Tony Hulse. Las primeras pruebas mostraron que el niño tenía unos niveles de testosterona desproporcionados. Sin embargo, se descartó rápidamente que se debiese a un tumor o cualquier afección endocrina. Era como si esa testosterona viniese de fuera del organismo del pequeño, cuya densidad ósea, como sospechaban sus padres, era la de una persona de más de 4 años.

El doctor optó por compartir sus resultados con otros colegas, a la vez que revisaba la literatura científica en busca de una explicación. Y fue uno de sus compañeros el que planteó la pregunta que lo resolvió todo. ¿Podría haber estado el pequeño expuesto a algún gel de testosterona?

Los peligros de la testosterona tópica

Hulse se puso en contacto con la madre del niño y le repitió la pregunta de su compañero. Entonces, ella recordó que su marido llevaba varios años administrándose un gel de testosterona para suplir la carencia de esta hormona debida a una afección testicular.

Se trata de un fármaco de uso tópico que penetra a través de la piel. No obstante, puede atravesar incluso la ropa. Además, se sabe que la piel nunca llega a absorber la totalidad del gel. Por eso, cuando el padre de Jacob le abrazaba o le cogía en brazos estaba pasándole parte de esa testosterona con la que había impregnado su torso y sus hombros.

El padre comenzó a inyectarse la testosterona y todo volvió a la normalidad

Lógicamente, al ser consciente de cuál era el motivo de los problemas del niño su padre pasó automáticamente a administrarse testosterona inyectable. En cuanto lo hizo, el crecimiento acelerado del pequeño volvió a un ritmo normal.

Ocurrió lo mismo con un caso similar reportado en 2008. La causa del crecimiento acelerado de otro niño de 2 años resultó ser el contacto con geles de testosterona, pero en cuanto se detuvo dicho contacto todo volvió a la normalidad. 

Aunque el final en ambos casos ha sido feliz, los especialistas en endocrinología advierten que se deberían tener más en cuenta estas situaciones. Sus compañeros deberían contemplar esta posibilidad al estudiar casos de niños con niveles muy elevados de testosterona o estrógenos y los fabricantes de este tipo de fármacos deberían avisar a los consumidores. Eso, básicamente, es lo que quieren los padres del pequeño Jacob. A ellos les habría gustado saberlo y no quieren que otros padres pasen por la preocupación que han pasado ellos. 

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