Dos años y medio después del inicio de la pandemia de coronavirus seguimos con serias dudas sobre su origen. Puede parecer decepcionante, pero quizás lo sea un poco menos si pensamos que el origen de la peste negra, cuyo pico tuvo lugar entre 1346 y 1353, acaba de descubrirse justo ahora.
Durante mucho tiempo ha sido un misterio, aunque había algunas hipótesis más o menos aceptadas. Sin embargo, gracias a un estudio recién publicado en Nature, tenemos información mucho más exacta sobre cuál pudo ser ese origen. En dicho trabajo, investigadores de Alemania y Reino Unido han analizado el material genético de algunos cuerpos hallados en un cementerio de lo que hoy es Kirguistán.
Todas sus lápidas tenían una misma inscripción: pestilencia. Esto, lógicamente, daba pistas de que posiblemente los fallecidos sucumbieron a la peste negra. Por eso, buscaron restos de material genético de Yersinia pestis, la bacteria causante de esta enfermedad. Y no solo los encontraron, sino que vieron que, al colocar los resultados en el árbol genealógico bacteriano que han ido recomponiendo durante años, esta cepa bacteriana se sitúa arriba del todo. Por lo tanto, es muy probable que la epidemia naciera allí. Al menos en lo que a humanos se refiere.
Cientos de años de terror por la peste negra
La peste negra arrasó Europa, Asia y África durante siglos. Era una época en la que los antibióticos estaban aún muy lejos de ser descubiertos, por lo que la bacteria iba dejando un reguero de muertos allá por donde se desplazaba.
Sus años más intensos tuvieron lugar entre 1346 y 1353. Sin embargo, después quedó como una enfermedad endémica y fue resurgiendo periódicamente con nuevos brotes. De hecho, a finales del siglo XVIII tuvo un resurgimiento bautizado como segunda epidemia de peste negra que se mantuvo hasta principios del siglo XIX.
Todo eso está más que claro. No hay más que ver los registros médicos de todos esos años y los datos de ADN extraídos de las víctimas. Lo que no está tan claro es qué camino siguió la peste negra.
Se sospecha que debió surgir en algún punto de Eurasia y desde ahí viajó al Mediterráneo a través de barcos que transportaban mercancías desde territorios de la Horda de Oro, en el Mar Negro. Más tarde, la enfermedad se diseminó por Europa, Oriente Medio y el norte de África. Así, se llegó a infectar más del 60% de la población europea.
También se cree que pudo tener otra entrada bastante curiosa a Europa, cuando los tártaro-mongoles lanzaron a sus muertos por peste negra con catapultas durante el asedio a la ciudad genovesa de Caffa.
¿Pero dónde surgió? ¿Quiénes fueron los primeros humanos afectados? Si es difícil saberlo hoy en día con la interconexión con la que contamos en todo el mundo, entonces debió ser mucho más complicado. Pero la respuesta podría haber llegado por fin, casi 700 años después.
El origen de la epidemia
Los autores del estudio que se acaba de publicar quisieron analizar los restos hallados hace más de un siglo en un antiguo cementerio ubicado cerca del lago Issyk Kul, en lo que hoy en día es Kirguistán.
En el cementerio había un gran número de tumbas fechadas entre 1338 y 1339 por lo que parece una misma epidemia. Todas las lápidas tenían la palabra “pestilencia” grabada en siríaco, un dialecto del arameo que se utilizaba en la edad media en esta zona.
Esto, lógicamente, lleva a pensar que podrían ser víctimas de peste negra. Y lo eran, pues se encontró material genético de Yersinia pestis. Solo quedaba saber en qué lugar de la evolución de la enfermedad se situaba la cepa en cuestión.
Durante años se ha ido analizando el material genético hallado en víctimas de peste negra de diferentes épocas y puntos geográficos. Esto ha permitido hacer una especie de árbol genealógico en el que se ven diferentes ramas que divergen para dar lugar a otras. A medida que se han ido encontrando nuevas cepas se han ido situando más hacia delante o hacia atrás en esa línea temporal, pero aún no se había encontrado el nodo inicial, lo que los autores del estudio califican como un Big Bang de la epidemia de peste negra. Y justamente esta cepa parece ser ese nodo.
Por lo tanto, por fin podríamos saber dónde surgió la enfermedad. Al menos, dónde se extendió por primera vez entre seres humanos. No obstante, el reservorio natural de esta bacteria son los roedores. Esas primeras víctimas de la peste negra posiblemente la contrajeron de ratas, ratones u otros roedores y eso sí que no se sabe exactamente dónde o cómo fue.
Lo único que está claro es que esa cepa de Y. pestis parece ser la madre de todas. El pistoletazo de salida de una pesadilla que duró siglos. Y no lo hemos sabido hasta ahora. Con la pandemia de COVID-19 disponemos de una ciencia muchísimo más avanzada, pero también está siendo complicado dar con su Big Bang. Por eso, mientras los científicos siguen pensando qué pudo pasar, siempre nos quedará el consuelo de que con otras se tardó un poco más. Y sobre todo el consuelo de que hoy en día tenemos más conocimientos sobre cómo frenar este tipo de situaciones. Aunque a veces parezca que nos hemos olvidado, estamos mucho mejor que entonces.