Era el año 79 después de Cristo cuando los habitantes de Pompeya vieron cómo el infierno se cernía sobre ellos y les engullía en una ola de gases tóxicos y lava. La erupción del Vesubio dejó miles de víctimas, cuya rápida muerte dio lugar a un fenómeno curioso. La lava petrificada en torno a sus cuerpos dejó huecos que, rellenos con yeso, han permitido realizar moldes de las posturas exactas en las que se encontraban las víctimas del volcán. Pero eso no es lo único que se ha podido conservar. Parece ser que los materiales piroclásticos liberados por el Vesubio han permitido mantener el ADN de algunas de esas personas a salvo de factores ambientales que pudieran degradarlo. Y lo ha hecho hasta el punto de que un equipo de científicos de la Universidad de Copenhague y la Universidad de Salento ha conseguido secuenciar el genoma de una de las víctimas.

El genoma humano ya se había secuenciado con anterioridad. De hecho, recientemente se logró acceder a algunas lagunas que habían permanecido inaccesibles para las técnicas de secuenciación. No obstante, no es lo mismo acceder al ADN de un individuo vivo o muerto recientemente que al de alguien que falleció sepultado por un volcán hace casi 2.000 años.

Hasta ahora se habían podido secuenciar algunos fragmentos muy cortos del ADN mitocondrial de humanos y animales fallecidos en Pompeya. Es la primera vez que se logra secuenciar todo el genoma de uno de estos individuos. Y es una gran noticia por dos motivos. Por un lado, porque supone un claro ejemplo de cómo han avanzado las técnicas de secuenciación en los últimos años. Por otro, porque aporta muchos datos interesantes sobre cómo vivían los habitantes de esta ciudad de Italia. Es cierto que es solo un individuo, pero no deja de ser una ventana al pasado que vale la pena aprovechar.

Una pesadilla congelada en el tiempo

Como cualquier volcán, los escritos de la época señalan que el Vesubio comenzó a mostrar signos de actividad unos días antes de la erupción. Al verlo, muchos habitantes de Pompeya huyeron a través del mar. Sin embargo, hubo algunos que se quedaron, ya fuese por confiar en que no sería para tanto o porque no tenían recursos económicos para hacerlo.

De hecho, se cree que muchos de los que se quedaron eran esclavos que debían cuidar las pertenencias de sus amos en su ausencia. Incluso se han recuperado restos de algunos que conservaban argollas atadas a sus tobillos.

Muchos de los habitantes que se quedaron en Pompeya eran esclavos

La erupción sorprendió a algunos durmiendo, mientras que otros sí que salieron a la calle intentando huir. Todo fue muy rápido y fulminante, pues posiblemente murieron de inmediato a causa de las altas temperaturas, los gases tóxicos y, por supuesto, la lava. 

Curiosamente, ese magma volcánico a grandísima temperatura y los materiales piroclásticos liberados han permitido conservar una radiografía de Pompeya congelada en el tiempo. Los huecos que quedaron bajo la lava petrificada han permitido elaborar moldes de muchas de las víctimas, pero también de sus muebles o animales. Podemos hacernos una idea de cómo era aquella ciudad italiana. Pero ahora, gracias a la secuenciación del genoma, podemos saber con mucha más profundidad cómo eran sus habitantes.

Genoma humano
Brano (Unsplash)

Secuenciando el genoma de un habitante de Pompeya

El genoma secuenciado pertenece a una de las dos personas que se encontraron en la que se conoce como Casa del Fabbro o, en castellano, casa del artesano. En la habitación 9 había dos individuos. El primero era un hombre que debía tener entre 35 y 40 años y medir unos 164 centímetros. En cuanto al segundo, se trata de una mujer de más de 50 años, de unos 153 centímetros de altura.

Los autores del estudio que ahora se publica en Nature pudieron extraer y secuenciar ADN de ambos. Sin embargo, solo lograron completar el genoma del hombre. 

Aunque en la habitación había dos individuos y se pudo extraer ADN de ambos, solo se logró secuenciar un genoma completo

Una vez obtenida la secuencia, procedieron a compararlo con otros 1.030 individuos antiguos y 471 modernos de la misma zona de Europa. Así, vieron que su ADN compartía la mayoría de las similitudes con los italianos centrales modernos y otros individuos que vivieron en Italia durante la era imperial romana. Sin embargo, el análisis del ADN mitocondrial, heredado por vía materna, y del cromosoma Y, procedente del padre, mostraron también la presencia de grupos de genes que se encuentran comúnmente en los de la isla de Cerdeña, pero no entre otros individuos que vivieron en Italia durante la época imperial romana. Por lo tanto, pudo haber una gran diversidad genética.

Finalmente, llama también la atención la presencia de ADN bacteriano. Concretamente material genético de Mycobacterium. Este es el género al que pertenece la bacteria causante de la tuberculosis, por lo que posiblemente este individuo estuviese enfermo antes de la erupción. ¿Quizás fue por eso por lo que no huyó? ¿O más bien debía quedarse trabajando en la casa del artesano? Nunca lo sabremos; pero, al menos, el ADN aporta nuevas pistas a uno de los rompecabezas más interesantes de la historia.

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