Imaginemos una enfermedad cuyo síntoma principal es el abuso de chistes malos, las bromas de contenido inapropiado, una autopercepción de lo más positiva sobre los chistes propios, pero una gran insensibilidad del sarcasmo. Parece que estamos describiendo a un tuitero, pero en realidad sí que es una enfermedad, conocida como Witzelsucht. Las personas que la padecen tienen en común la afectación del lóbulo frontal derecho del cerebro, encargado del control de la atención y planificación sobre nuestros propios actos. Por eso, cuando se encuentra dañado se generan conductas impulsivas, egocéntricas o socialmente incompetentes. 

Fue descrito por primera vez por el neurólogo alemán Hermann Oppenheinm a finales del siglo XIX. Concretamente él atendió cuatro casos de personas con lo que parecía una adicción a las bromas inapropiadas. Además, mostraban unas risas exageradas sobre sus propios chistes, pero no parecían entender el sarcasmo. Por eso, decidió bautizar la condición como Witzelsucht, ya que en alemán witz significa broma y sucht se traduce como adicción. 

Todos ellos tenían tumores en el lóbulo frontal derecho del cerebro, por lo que estaba claro que ese era el origen. Y el punto en el que habría que incidir para intentar tratar la situación. Desde entonces la literatura científica recoge varios casos más, con pequeñas variaciones, pero muchos puntos en común. Todos ellos se desencadenaron en la edad adulta tras el desarrollo de un tumor o una lesión cerebral. Por lo tanto, si llevas toda la vida contando chistes malos y riéndote de tus propias bromas, no te preocupes. No estás enfermo, simplemente tienes un sentido del humor peculiar. 

Cuando tu cerebro te hace adicto a las bromas inapropiadas y los chistes malos

Los chistes y bromas de las personas afectadas varían bastante entre unos y otros. No obstante, suelen tener algunos puntos en común. Por ejemplo, es bastante habitual que tengan contenido sexual o político. Dicho esto debemos insistir: en serio, los tuiteros están bien.

Uno de los casos que se encuentran en la literatura científica es el de un hombre de 54 años, afectado por la enfermedad de Pick. Esta es una enfermedad neurodegenerativa poco frecuente, que afecta principalmente a los lóbulos temporal y frontal del cerebro. A medida que esta patología fue avanzando, el paciente empezó a tener comportamientos extraños. Entre ellos destacaban los chistes malos y bromas inapropiadas, la falta de higiene, los comportamientos infantiles y la risa desmesurada hacia sus propias ocurrencias. Tal era la situación que llegó a costarle el despido de su trabajo. 

Los chistes a menudo son de contenido sexual o político, aunque también destacan los juegos de palabras

Su caso fue descrito en un artículo en el que los médicos que le trataron señalaron que mientras lo examinaban no podía controlar sus bromas, a menudo de contenido sexual, para después estallar en sonoras carcajadas. También se lanzaba a bailar como si estuviese en una discoteca o trataba a los sanitarios de una forma poco respetuosa. Llegó a tirar a dos de ellos de las corbatas, comparándolas entre risas. 

También se puede leer sobre el caso de un eminente teólogo de 30 años. A pesar de la seriedad de su profesión, poco a poco comenzó a mostrar comportamientos poco habituales en él. No paraba de hacer bromas, parecía adicto a los juegos de palabras sin sentido y se reía como loco de sus propios chistes. Al someterse a una tomografía computarizada de su cerebro se comprobó que tenía afectada el área frontoparietal derecha, por lo que fue diagnosticado con Witzelsucht.

Y ese mismo diagnóstico lo tuvo también un hombre de 59 años que tras recuperarse de una hemorragia cerebral comenzó a tener un comportamiento hipersexualizado. A menudo se abrazaba a mujeres jóvenes de una forma totalmente inapropiada y acompañaba estos gestos con chistes desagradables. La situación era insoportable para su mujer, no solo por eso, sino también porque solía despertarla en mitad de la noche para contarle entre risas los chistes malos que se le habían ocurrido.

En un artículo publicado sobre él en la BBC se mostraban algunos de los chistes que refirió en la entrevista. Por ejemplo: “¿Cómo curar el hambre? Aléjate de la mesa del buffet”. Al parecer hubo muchos más, pero no se atrevieron a reproducirlos por su contenido sexual.

El paciente no era consciente de lo inapropiadas que eran sus bromas. Por suerte, pudo ser concienciado al respecto y al menos pasó a escribir los chistes en un cuaderno en vez de soltarlos a diestro y siniestro. Fue un avance, pero lógicamente no la solución idónea.

¿Se puede tratar?

En algunos casos operar el propio tumor puede ser la solución. Pero la afectación del cerebro no es siempre por un tumor y no siempre se puede intervenir.

En cuanto a fármacos, se han reportado algunas mejoras con venlafaxina, un fármaco que actúa como recaptador de serotonina y norepinefrina. Las bromas y los chistes malos no han remitido por completo, pero han pasado a ser casi imperceptibles, permitiendo a los pacientes  hacer una vida normal. Porque sí, cuando el humor se descontrola también puede afectar negativamente a la vida de una persona. Esa es otra razón para que quienes llevan toda su vida contando chistes malos no se preocupen por su salud. En su caso algunas miradas de incredulidad y compasión será lo más negativo que les acarreen.

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