Elon Musk no descansa ni en Pascua. Los titulares que el fundador de Tesla ha dejado estos días con su intención de comprar Twitter. Con la intención de sacarla de los mercados públicos para "liberar su potencial" se abrió la Caja de Pandora de la polémica. La propuesta de abrir la red social a la verdadera libertad de expresión no ha sido acogida con buen agrado. Con unos accionistas en pie de guerra que, de momento, niegan cualquier operación –que, de hecho se ha materializado con la llamada píldora envenenada– y un segmento de empleados que rechaza el liderato del empresario, ahora son los analistas los que estudian cómo podría ser un panorama en el que Twitter dominase el mundo. Spoiler: no sería bueno.
El historial de los estragos que pueden causar las redes sociales y el papel que estos imperios han ido cogiendo con el paso del tiempo es una historia que tiene ya muchas líneas. Desde Facebook con su ya demostrado efecto sobre procesos electorales o posicionamientos culturales a favor o en contra de una raza o religión son ya un hecho. Lo que antes solo se analizaba como una posibilidad, ahora es un hecho palpable que –lejos de tener solución– sigue siendo un problema en ciernes.
¿Cómo controlar los altavoces sociales en los que se han convertido las redes sociales? ¿Cómo hacerlo sin perjudicar esa ansiada libertad de expresión y mantener los derechos de los usuarios? Son preguntas a las que aún no se tiene respuesta y que abren un debate paralelo. Deberían estar estos renovados foros públicos en manos de empresas privadas o deberían ser públicos. Es más, de ser propiedad gubernamental, ¿estarían libres de pecado? Nada está claro en ese incierto futuro. Así como la comparación continua de las redes sociales, ya sean Facebook o Twitter, con un foro público. "No son como la plaza del pueblo", explica Claire Wardle, profesora de la Universidad de Brown, en declaraciones a The Washington Post. Y tiene razón, en un foro en el que la voz se esconde tras el anonimato de millones de personas poco de foro griego se puede encontrar.
El juego sucio de la privacidad de Twitter
Es precisamente esa privacidad y libertad de la que se goza en redes sociales –y que viene siendo moderada desde hace un tiempo con el objetivo de limitar los excesos– la que está en juego con la entrada de Elon Musk. Decía el empresario que desde inicio en la participación en el accionariado de Twitter que se había dado cuenta de los grandes problemas de la red social. Autodenominado absolutista de la libertad de información, para el empresario cualquier injerencia de Twitter o cualquier empresa propietaria de una red social supone una afrenta contra los derechos civiles básicos. "Es incompatible con la democracia", apuntaba.
Pero son muchas las voces que alertan del peligro, precisamente para esa misma democracia que defiende Musk, la simple idea de que un monstruo como Twitter sea propiedad de un solo empresario. Uno, de hecho, del calibre y perfil polémico como el del fundador de Tesla.
De una persona como Elon Musk con un poder absoluto sobre una empresa como Twitter no puede salir nada bueno. Y, salvando las diferencias, esta historia ya se ha palpado con Facebook y el poder supremo que, pese a su cotización pública, Zuckerberg sigue manteniendo sobre lo que ocurre dentro de su coto. Da igual que pasen los años y los escándalos, la sucesión de tropelías contra los derechos y la libertad de expresión siguen sucediéndose.
Elon Musk, con poder supremo sobre Twitter sería dueño de la libertad en sí misma. Y también de los datos que allí se creasen. Datos que los expertos no dudan que se usarían con el fin último de manipular e influir en el comportamiento de la gente. Porque si algo nos ha enseñado la historia es que confiar en el buen hacer de las tecnológicas no trae cosas buenas. Y mucho menos en una liderada por un genio que, como bien sabemos, tiene el tuit fácil y una facilidad pasmosa para crear polémica.
El futuro de la red social y de mucho de lo que aconteciese en el planeta estaría a merced de un multimillonario fuera de control. De puertas adentro y fuera, sin la obligación de presentar y dar explicaciones, las decisiones serían más opacas que nunca.
Con este panorama esperemos que el bloqueo de la SEC a los planes de Musk, de momento, el mundo gana puntos en su lucha por la libertad de expresión. No está asegurada, pero seguro que mejor que en manos de Elon Musk.