Si tu perro te mira poniendo ojitos, estás perdido. Sea lo que sea lo que quiere, acabarás dándoselo, especialmente si es un cachorro. Ocurre lo mismo que con los niños pequeños. Algunas de sus expresiones faciales despiertan toda nuestra ternura y se nos hace casi imposible no ceder a sus deseos. Podría parecer rara esta coincidencia en ambas especies, pero en realidad no es tan extraño; ya que, de forma inconsciente, los humanos hemos criado a los perros durante miles de años a nuestra imagen y semejanza. Esto es algo que ya se sabía, pero ahora un equipo de científicos de la Universidad de Duquesne ha mostrado la explicación fisiológica a esa colocación estratégica de los ojos de perro.

Sus resultados, de momento preliminares, se han presentado esta semana en la reunión de biología experimental del Congreso de la Sociedad Americana de Anatomía, que se está celebrando en Filadelfia. Allí, su autora principal, Anne Burrows, ha explicado que la clave está en la predominancia de un tipo de músculos de contracción rápida que están detrás de las expresiones faciales, tanto de perros como de humanos.

Estos músculos están relacionados con otros movimientos de la cara, como la sonrisa. No obstante, este estudio se centra especialmente en los que se relacionan con los ojos de los perros. Y es que, junto a los caballos, son los únicos animales no humanos capaces de levantar las cejas. Pero los caballos no saben poner ojitos como lo hacen los perros. Solo nuestros mejores amigos peludos tienen ese don. Y es un don que nosotros mismos les hemos regalado.

Perros a imagen y semejanza de los humanos

Se cree que el lobo fue el primer animal domesticado por los seres humanos. Su cría selectiva dio lugar a que poco a poco evolucionara hasta dar lugar a una nueva especie. No se sabe con exactitud cuándo ocurrió esta divergencia genética, aunque se cree que pudo ser hace unos 33.000 años.

En ese momento, los lobos siguieron por su lado y los seres humanos continuaron con la domesticación de los perros. A la hora de criarlos, se seleccionaba aquellos que tenían características consideradas positivas. Y, quizás inconscientemente, entre ellas estaba parecerse a los humanos. Aquellos perros cuyas expresiones faciales se acercaban a las humanas hacían que nuestros ancestros sintieran más empatía por ellos, por lo que los preferían a la hora de seleccionar qué animales debían reproducirse.

Se cree que la divergencia genética entre lobos y perros pudo ocurrir hace unos 33.000 años

De este modo, se llegó a un punto en el que no solo ponían ojitos. También eran capaces de fijar su mirada en la nuestra. Algo que no hacen ni los caballos ni los gatos, con los que los humanos también tenemos una relación de cariño muy estrecha. Podían levantar las cejas y ofrecernos esa mirada tan tierna, ¿pero cómo lo consiguen?

En realidad, hace años que tenemos una respuesta a esta cuestión. En 2019, un equipo de científicos de la Universidad de Portsmouth observó que la mayoría de los perros tienen una serie de músculos, responsables del levantamiento de la ceja, que no tienen los lobos. De las razas que se estudiaron, el husky siberiano era el único que no tenía ese músculo, y tiene bastante sentido, pues se considera de las más antiguas que existen. Eso explicaría por qué los perros despiertan una ternura que no generan los lobos. Aunque quizás Félix Rodríguez de la Fuente no habría estado de acuerdo. 

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Investigando los ojos de nuestros amigos peludos

Esta última investigación coge el relevo de la de 2019 y analiza esos músculos que diferencian a los perros de los lobos y les hacen parecerse a los humanos.

Se trata de músculos de los conocidos como miméticos. Son los responsables de expresiones faciales como la risa. En humanos estos músculos están formados generalmente por fibras de miosina de contracción rápida. Son fibras que, como su propio nombre indica, se pueden contraer muy rápido, aunque también se fatigan muy rápido. Por eso podemos sonreír inmediatamente cuando nos van a hacer una foto, pero si el fotógrafo se lía con los botones de la cámara la expresión de nuestra cara termina pareciéndose a cualquier cosa menos a una risa. Con los músculos que se encuentran alrededor de los ojos pasa lo mismo. 

Las fibras musculares de contracción lenta facilitan las muecas, mientras que las de contracción lenta ayudan a que se produzca el aullido de los lobos

En cambio, también existen fibras de contracción lenta, que permiten movimientos más lentos, pero más fáciles de mantener en el tiempo. 

Cuando estos científicos analizaron muestras de la musculatura de la cara de perros y lobos observaron que en los primeros dominan los músculos de contracción rápida. En cambio, en los lobos hay más músculos de contracción lenta. Tiene sentido, pues estos son, por ejemplo, los que permiten sus característicos aullidos. Y es cierto que algunos perros aúllan, pero no lo hacen ni con la misma facilidad ni con la misma frecuencia que los lobos. 

Por lo tanto, a nuestros antepasados les resultaban más atractivos esos perros capaces de gesticular con los ojos, casi como lo hacemos nosotros. Fueron seleccionándolos hasta que, a día de hoy, se han convertido en verdaderos imitadores de nuestros gestos. Con ellos nos roban el corazón; aunque, siendo realistas, con todo el amor que nos dan posiblemente nos lo robarían igualmente. Aunque no pusieran ojitos.