Los fabricantes de perfumes, velas aromáticas y otros productos similares saben muy bien cuáles son los olores favoritos de las personas. Los aromas frutales, los florales, la vainilla o la canela son algunos de los predilectos. ¿Pero es eso aplicable a todo el mundo o depende también de factores culturales? Esta pregunta se la hicieron los autores de un estudio que acaba de publicarse en Current Biology y demuestra que, en realidad, sí que parece haber ciertos gustos universales por los olores. De hecho, de la lista de aromas que usaron para la realización de su investigación salió un claro ganador que encandiló a la mayoría de participantes: el olor a vainilla.
Pero esta no fue la única pieza de su estudio. Antes de exponer a más de 200 personas a 10 olores diferentes optaron por viajar por todo el mundo. Su objetivo era conocer a individuos de diferentes culturas y estudiar qué papel tienen los diferentes aromas en ellas. Vieron que, efectivamente, cada cultura tiene algunos olores preferidos, por ejemplo a la hora de realizar rituales o fabricar perfumes. No obstante, también pensaron que podría haber algún componente evolutivo del propio ser humano que reuniese a todos, fuesen de la cultura que fuesen.
Su hallazgo con la vainilla demostró que estaban en lo cierto, pero aún les queda mucho que investigar. Por ejemplo, ¿qué ocurre en nuestro cerebro cuando olfateamos un aroma en particular? Y, sobre todo, ¿qué ventajas evolutivas pudo tener la atracción por el olor a vainilla entre nuestros ancestros?
En busca del olor universal
Tras su recorrido por diferentes culturas del mundo, los autores de este estudio, procedentes también de centros de investigación de todo el globo, seleccionaron a 235 personas de 10 grupos culturales diferentes.
Había miembros de tribus cazadoras-recolectoras, como los Semaq Beri de Tailandia, comunidades de subsistencia agrícola, como el pueblo Chachi de Ecuador, y también habitantes de grandes ciudades. Por ejemplo, se seleccionó a varios residentes de Nueva York, pues es un núcleo urbano con una gran diversidad étnica.
Todos recibieron unos dispositivos similares a bolígrafos en los que había 10 compuestos químicos con aromas diferentes. Se les entregaron ordenados al azar y se les pidió que los reordenaran en base a cómo de atrayente les resultó cada olor.
Después, se procedió a analizar estadísticamente cuáles habían sido los olores más y menos apreciados. Con diferencia, la vainillina, responsable del aroma a vainilla, fue el compuesto más apreciado por todos los participantes, fuesen del grupo que fuesen. Le siguió el butirato de etilo, con olor afrutado, y el linalool, más bien floral. En el extremo opuesto, en cambio, se situó el ácido isovalérico. Y no es para menos, pues es responsable de olores tan desagradables como el del queso o el sudor. Sí, ahora sabéis por qué la infusión de valeriana huele un poquito a pies sudados.
Ahora toca conocer los motivos
Que la mayoría de los participantes colocaran la vainilla en primera posición no quiere decir que ese sea el olor favorito de todos. Simplemente, de los 10 que tenían para elegir, ese fue el más valorado. Aun así, hubo personas que pusieron otros en primer lugar. Estas diferencias entre unos y otros parecían tener relación con su cultura o etnia en un 6% de los casos. Por lo tanto, la cuestión parecía estar mucho más relacionada con gustos individuales.
Sin embargo, estos científicos observaron que la composición química también parecía tener un papel importante. Eso podría indicar que, en realidad, aunque nuestro cerebro nos indique que nos estamos sintiendo atraídos por un olor, es el compuesto con ese aroma el que nos ‘interesa’. Al fin y al cabo, los olores funcionan así. Nuestro olfato nos suele indicar cuando debemos alejarnos de algo peligroso, por ejemplo un escape de gas. Aunque también nos indica cuándo acercarnos. Y no es solo un asunto que atañe a los seres humanos. Las flores, por ejemplo, huelen bien para atraer a los insectos que deben polinizarlas. Aunque no todas, pues hay flores preciosas con hedores putrefactos que sirven para atraer a insectos que normalmente se alimentan de materia en descomposición.
Entonces, ¿cómo actúa sobre nuestro cerebro el olor a vainilla? Se sabe que las señales olfativas se procesan en una región llamada corteza piriforme y que cada aroma se corresponde con un patrón de activación de las diferentes conexiones neuronales. ¿Pero qué tiene ese que nos gusta tanto? ¿Qué tiene que ver con nuestros antepasados? Todas esas preguntas esperan contestarlas los autores de esta investigación en un nuevo estudio. De momento, ya sabemos que, como el anillo único, existe un olor para atraernos a todos. O al menos a casi todos.