Luego de tres intentos fallidos, Elon Musk decidió probar una vez más. Parte de SpaceX dudaba sobre si el proyecto continuaría, hasta el punto de pensar que la próxima reunión sería de despedidos. La inversión inicial estaba agotándose. Tres cohetes estaban hechos polvo. El cuarto intento, ese validado por el programador y empresario, funcionó. Un momento clave de la carrera hacia el Regreso al espacio, como se titula el más reciente documental de Netflix.
El documental explora distintas fases de esa meta, desde la ilusión inicial de Elon Musk, movido por aquellos primeros hombres que llegaron a la luna, que exploraron más allá de las fronteras tangibles, hasta las tensiones en el grupo de trabajo. Cuando se trata de una inversión de más de 100 millones de dólares, como destacan en Regreso al espacio, cabe imaginar que la presión no es menor.
Tampoco lo son los distintos riesgos: la meta era volver a enviar una tripulación al espacio. En el trayecto, romper con el monopolio que tenían distintos países, con Estados Unidos, China y Rusia a la cabeza. La ilusión de un millonario era algo más que un sueño: se trataba de intentar contradecir parte de la lógica del sistema. Luego de varios años de pruebas, esa búsqueda dejó de ser una añoranza para convertirse en una realidad: hace un año, en el 2021, lo lograron.
Regreso al espacio
y el peso de Elon Musk en el relato
A los pocos minutos de haber empezado, la sensación es que Elon Musk será el principal protagonista de la historia. Aparece aquí, allá y en aquel lado también. Resulta extraño que, en temas espaciales, tenga más peso su voz que la de los distintos especialistas. Aunque esto puede ser conflictivo, funciona en relación a la narrativa: sirve de hilo conductor y permite al espectador comprender la dimensión de la meta.
De forma sutil también se pinta al personaje como alguien con un sentido de humor curioso y un interés ferviente por trascender las fronteras de la Tierra. Elon Musk parece cercano, incluso atento a las preocupaciones del equipo y las consecuencias de esa búsqueda. Como ya se ha visto en medios y redes sociales, esas características elocuentes no influyen demasiado en Regreso al espacio; incluso, se recuerda algún momento incómodo para Musk.
De manera progresiva, el documental va cediendo espacio a los especialistas para que poco a poco vayan apoderándose del relato. En cuanto a conceptualización y guion, esto es un acierto: lo más probable es que cualquier persona llegue a esta producción teniendo referencias sobre Elon Musk, antes que acerca de cualquiera de los involucrados en el proyecto. Al darles espacios es una manera de reconocerlos.
La tensión del documental
Resuelto el primer peligro, que Regreso al espacio fuera una oda a Elon Musk (no llega a tanto), varios de los tramos críticos de esa epopeya económica y espacial no tienen el punto de tensión deseado. Su desarrollo no es malo, pero transitan muy rápido. Es conveniente tener en cuenta esto si se desea ver como una pieza de entretenimiento. No lo es por completo.
Pero, si se mira como un registro acerca de uno de los momentos más importantes en la historia reciente de la humanidad y su carrera, Regreso al espacio cumple sin ser memorable. El documental describe la evolución de un proyecto en el que no había demasiadas certezas, en el que hubo tramos que pudieron costar este presente, lleno de ilusión y metas a medio y largo plazo, como seguir enviando tripulaciones al espacio e, incluso, establecerse en Marte.
El documental de Netflix no deja de ser un contenido de marca en el que el grueso de los involucrados salen favorecidos. Es parte de una tendencia en la que los documentales son hechos por los propios participantes antes que por medios externos. Aún así, esto no le resta peso al logro: quizá, dentro de unos años, cuando alguno de esos proyectos ambiciosos se concrete, se revisará este documental pensando en Elon Musk y su terquedad ciega en aquello que le interesa, hasta transformarla en convicción.