En 2018, un equipo de científicos del Massachusetts Institute of Technology (MIT) transformó una telaraña en música. No lo hicieron con intención artística, aunque hay que reconocer que el resultado es de lo más curioso. En realidad, fue una forma de conocer mejor cómo se comunican las arañas con el mundo que les rodea. Dicho de un modo bastante somero, fue su manera de aprender a hablar en araño.

Y es que las arañas tienen una gran capacidad para detectar pequeñas variaciones vibracionales. No es para menos, pues deben ser capaces de diferenciar si las hebras de su telaraña se mueven porque ha caído una presa en ella, porque las ha movido el viento o porque otra araña viene en busca de un poco de sexo. 

Pueden hacer estas distinciones gracias a un sentido del tacto desarrolladísimo. Pero también a que saben muy bien cómo fabricar una telaraña. No se trata de dejar caer la seda al azar. Las arañas colocan cada hilo de esta trampa mortal estratégicamente, formando estructuras que varían entre especies, pero que en general les ayudan a comunicarse. El objetivo final de los científicos del MIT era precisamente entender esto. Y para ello hicieron dos cosas. Por un lado, convertir la estructura de una telaraña en música. Por otro, realizar una aplicación de realidad virtual que permite al usuario comprobar qué ocurriría si interacciona con la telaraña, ya sea apoyándose sobre ella o tensionando o rompiendo una de sus hebras. 

La música de una telaraña

La compositora de esta obra musical fue una araña tropical de tela de carpa (Cyrtophora citricola) que los investigadores alojaron en un recinto triangular, a la espera de que comenzara a tejer.

Una vez que el animal llenó la estancia con una gran telaraña tridimensional, estos científicos usaron un láser para iluminarla y crear imágenes en alta resolución de algunas secciones 2D. Después, se usó un algoritmo informático que armó esas secciones para representar una estructura tridimensional igual a la que había fuera del ordenador.

Para componer la música se asignó una frecuencia de sonido a cada hebra

Con ella, pudieron asignar una frecuencia de sonido diferente a cada hebra y, voilá, la música arácnida estaba lista. No es la primera vez que los científicos transforman algo el objetivo de sus investigaciones en música. Se han hecho canciones con los decimales del número pi y con los colores de un amanecer marciano. ¡Incluso con la secuencia genética del coronavirus causante de la COVID-19! Sin embargo, este caso resulta curioso, porque las arañas son animales tan fascinantes como perturbadores y la música obtenida refleja exactamente esas sensaciones. 

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Estos científicos también escanearon una telaraña mientras su tejedora la confeccionaba y fueron convirtiendo las hebras en música en tiempo real. El resultado es interesante, porque la melodía también iba cambiando a medida que se daba forma al entramado de hilo de seda. 

Pero todo esto no quedó reducido solo al uso de laboratorio. Con ayuda del artista y performer Tomás Saraceno, se llegó a crear todo un espectáculo, del que se hicieron varias representaciones en el MIT. 

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Entender el ‘lenguaje’ de las arañas

Además de construir la estructura de la telaraña en música, estos científicos desarrollaron una herramienta de realidad virtual que permitía al usuario interaccionar con este entramado de seda. Podría verse como un instrumento musical, pues las diferentes interacciones se traducen en notas musicales. No obstante, también ayuda a comprender cómo se relacionan las arañas.

Los autores de la investigación consideraron que sus resultados podrían servir también para mejorar las técnicas de impresión en 3D

Si bien nosotros, por nuestro sentido del tacto, seríamos incapaces de diferenciar los distintos tipos de vibraciones sobre las hebras de la telaraña, si estas se transforman en notas musicales, como cuando vibra la cuerda de una guitarra, sí que podríamos percibirlo. Nos meteríamos en la piel de las arañas. O bueno, en su quitina.

Eso es lo que hicieron estos científicos, quienes en su momento se plantearon también usar los conocimientos adquiridos para mejorar las técnicas de impresión en 3D. Y es que, aunque vayamos de superiores, los seres humanos tenemos mucho que aprender del resto de seres vivos que nos rodean. Incluso de esas arañas que a veces nos dan tanto miedo. 

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