Si pensamos en un niño salvaje, nos puede venir a la cabeza alguien como Mogwli, de El Libro de la Selva. Alguien criado entre los animales que no ha estado nunca en contacto con la civilización tal y como la conocemos. Pero uno de los casos más importantes de los llamados "niños salvajes" no pasó en lugares inhóspitos alejados de grandes ciudades, sino en la habitación de una casa. Un caso más parecido a la película The Room que a El Libro de la Selva. Esta es la historia de Genie, una niña que supuso un antes y un después en la investigación de cómo más de una década de abusos influye en el lenguaje.

Además, puso sobre la mesa importantes preguntas como ¿hasta cuándo somos capaces de aprender a hablar? ¿Hay una fecha límite que, si superamos, no será posible expresarnos correctamente?

Nos tenemos que remontar hasta Los Ángeles, California, en noviembre de 1970 para ubicar dónde empieza todo. Fue ese día cuando la madre de Genie huyó de la casa en la que tanto ella como sus dos hijos –ella y su hermano– habían estado encerrados. Vivían bajo la sombra de su padre, que tenía encerrada a su hija porque pensaba que sufría un retraso mental. Cuando el asistente social la conoció, Genie tenía 13 años, no sabía hablar y tenía comportamientos más propios de los animales que de los humanos.

La "niña salvaje" había estado desde que era un bebé encerrada en una habitación, sin luz, sin contacto con nadie y atada a una silla. Vivía debajo de un orinal. Su padre incluso le prohibió a su mujer e hijo que hablaran con ella. No tuvo, en ningún momento, un estímulo que le ayudara a desarrollar el lenguaje. 

El objetivo del padre era, supuestamente, proteger a su hija que creía que estaba enferma. Pero es imposible de entender cómo alguien puede tener a una persona encerrada durante tantos años. Cuando Genie era libre y empezó a ser estudiada por psicólogos e investigadores, el padre de la niña se suicidó

¿Hay un límite para desarrollar el lenguaje?

Genie, al salir de su casa de Los Ángeles, no solamente pudo librarse de su cautiverio, también empezar un proceso de rehabilitación que haría historia dentro del mundo de la lingüística. La pregunta que dio importancia a este caso es si somos capaces de aprender el lenguaje a todas las edades.

El lingüista Noam Chomsky era de la opinión que todos nosotros tenemos un "dispositivo de adquisición del lenguaje", por lo que entiende que tenemos herramientas intrínsecas que hacen que todos entendamos las reglas de la lengua. En la práctica, quiere decir que no todo hace falta aprenderlo, sino que ya forma parte de nosotros y de nuestra mente gracias a la evolución. 

El caso de Genie fue una oportunidad única para investigar un cerebro que nunca ha sido estimulado

Sin embargo, otra corriente, como la del neurólogo Eric Lenneberg, apunta a que hay un límite para el aprendizaje del lenguaje. Es lo que se llama el "período crítico", que va hasta los 12 años. A partir de ahí, una persona ya no sería capaz de utilizar el lenguaje de muchas maneras y eso, lógicamente, depende de factores externos como la educación, comunicación o socialización de la persona. 

Lo más importante del caso de Genie es que era una oportunidad única para investigar cómo funciona el cerebro cuando nunca ha sido estimulado y cómo influye esto en el desarrollo del lenguaje. ¿Podrían ser los estudios a la "niña salvaje" la manera de aclarar qué teoría era más correcta, si la de Chomsky o la de Lenneberg? Por un momento, parecía que sí. 

"La niña más dañada que he visto en mi vida"

El Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) aprobó una financiación para el caso, al que se unieron varios psicólogos, psiquiatras y lingüistas. Todos se quedaron impactados cuando conocieron a Genie: además de no saber hablar, tenía incontinencia, escupía y no podía masticar. Pesaba solamente 27 kilos. La primera duda consistía en si la "niña salvaje" tenía una discapacidad, tal y como pensaba su padre. Al no tener ningún tipo de habilidad social por su vida en cautiverio, era difícil de saber. James Kent, uno de los psicólogos del equipo, la describió como la niña "más profundamente dañada que he visto en mi vida". 

En pocos meses de tratamiento, Genie empezó a mejorar. Ya sabía ir al baño sola y aprendió palabras sueltas. Además, tuvo un gran vínculo con el equipo que llevaba su caso, así como con las personas nuevas que conocía. A pesar de no tener un lenguaje desarrollado, tenía otras formas de comunicarse. "Tenía la cualidad de saber conectar con la gente, algo que se desarrolló más y más, estaba presente, en realidad, lo estuvo desde el principio. Tenía una manera de tender la mano sin decir nada, o la simple manera con que miraba con sus ojos que hacía que la gente quisiera ayudarla", dijo David Rigler otro de los psicólogos del equipo.  

La "niña salvaje" que lo era cada vez menos

La lingüista Susan Curtiss estuvo con la "niña salvaje" desde el principio. Vio de primera mano cómo esa joven de 13 años que había llegado casi sin articular palabra aprendía nuevas palabras cada día e incluso juntaba algunas en una misma frase. En un documental, Curtiss recordaba la esperanza que sentían en ese momento porque parecía que Genie sería capaz de superar su pasado y adquirir el lenguaje. 

Empezó con el proceso común en los niños cuando empiezan a hablar. Se aprenden las palabras y poco a poco las van juntando y creando frases. Genie nunca llegó a este punto. A pesar de los avances, nunca llegó a tener la capacidad de crear una oración ni de aprender gramática. Se quedó estancada. En este punto entraron varios factores en juego: había pasado el llamado "período crítico" para aprender el lenguaje y, además, no estaba claro si sufría algún tipo de deficiencia cognitiva

Los profesionales del equipo de Genie, que tanto habían fomentado y aplaudido las mejoras de Genie, empezaron a dividirse. Por un lado, una parte afirmaba que la "niña salvaje" tenía un trastorno del desarrollo intelectual, mientras que otros, como Susan Curtiss, sostenía que la edad mental de la joven crecía cada año. No sufría, por lo tanto, ningún trastorno o discapacidad. 

La falta de hallazgos claros sobre el estado de Genie y las desavenencias entre el equipo provocaron que el Instituto de Salud Mental dejara de proveer fondos para el caso. Llegó el fin de la investigación sin un descubrimiento que podría haber cambiado el mundo de la lingüística y el aprendizaje. Sí fue decisivo para Curtiss, quien afirmó en un documental que el caso de la "niña salvaje" confirmaba que después del período crítico era muy difícil aprender el lenguaje. Por ejemplo, explicaba que Genie era capaz de decir "zumo comprar" pero nunca llegó a construir una frase como "tenemos que comprar zumo". 

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La pesadilla de Genie vuelve a empezar

En 1975, la investigación oficial sobre Genie llegó a su fin y empezó una época triste. Después de vivir varios años con uno de sus psicólogos que fungió como padre de acogida, ella estuvo un tiempo viviendo con su madre biológica. No duró mucho por los problemas de salud y avanzada edad de la madre. Así que empezó a vivir en diferentes casas de acogida. 

La pesadilla empezó de nuevo y fue víctima de abusos. La castigaban por vomitar y hasta le prohibieron hablar. Dio un paso atrás en el aprendizaje del lenguaje a pesar de todos los esfuerzos que había hecho. Además, fue apartada de todo el equipo que había estado investigando su caso por una demanda que la madre biológica presentó contra el hospital. Alegó que los profesionales sanitarios habían realizado pruebas excesivas a Genie y habían antepuesto el estudio a su bienestar. 

El estudio de Genie fue cancelado y la 'niña salvaje' estuvo un tiempo viviendo con su madre

Ese fue el final de un estudio que a día de hoy sigue siendo una de los más importantes que se han realizado en ese ámbito. Genie fue una "niña salvaje" que había vivido en condiciones nefastas en todos los sentidos. "Aún así, en los primeros años de tratamiento pudo comunicarse, habiéndose privado de las condiciones necesarias para la adquisición del lenguaje en los años en los que se debe de adquirir", comenta a Hipertextual el Doctor Ismael Fuentes, presidente de Asociación de Logopedas de España (ALE)

El caso de Genie, dentro de la logopedia, fue muy interesante porque se trató desde una perspectiva transdisciplinar e integral. Historias como esta "nos hacen pensar en que cada paciente es único y que hay que tratarlo como la persona que es y no con el síntoma por el cual acude a la consulta", añade Fuentes.

El proceso admirable que acabó en nada

La "niña salvaje" fue un antes y un después para la investigación del desarrollo del habla sin haber tenido estímulos para ello y, además, a una edad avanzada. El caso atribuyó más información a la plasticidad cerebral en edades tempranas, "que induce a la mejora y adquisición de las capacidades cognitivas en los niños". Ismael Fuentes explica:

"La adquisición del lenguaje se atribuye a edades comprendidas entre los 2-3 años hasta los 7-8 años de edad, que es cuando el cerebro va perdiendo esa capacidad tan importante de asumir esa tarea, pero no en todos los niños se puede decir que es así, ya que juega un papel muy importante el entorno. En el caso de Genie, el entorno hostil al que fue sometida durante los años que estuvo sin las atenciones básicas que tiene que tener cualquier niño hizo que todavía fuera más admirable su progreso comunicativo".  

Ismael Fuentes, presidente de ALE

La historia de Genie no tuvo un final feliz. En el momento en el que se abandonó el estudio de la niña, se abrió un debate ético. ¿Es una investigación más importante que el paciente? ¿Los psicólogos, psiquiatras y lingüistas solo tuvieron en cuenta lo que pudieron descubrir y no cómo ayudarla realmente?

Al respecto, Ismael Fuentes apuntó que con las personas que sufren hay que tener especial cuidado y esmero en todo lo que se hace y se dice. "Hay que saber tirar y aflojar para no romper la cuerda, creo que (con Genie) se rompió y por ello no se pudo seguir con la investigación. Una pena porque se podría haber cerrado todo lo que se comenzó y a día de hoy saber cómo evolucionó en todos los sentidos", concluyó.

El otro 'niño salvaje'

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Película 'El pequeño salvaje' de François Truffaut

El caso de Genie fue muy seguido en su momento porque, además de las características únicas, justo poco antes de encontrarla se había estrenado una película sobre un "niño salvaje". El director francés Francçois Truffaut llevó al cine El pequeño salvaje, la historia de Víctor de l’Aveyron. El niño fue encontrado en 1798 cerca de un bosque y, en este caso, su historia no dista tanto de un niño criado entre animales en la selva. 

En un primer momento, los que examinaron al chico afirmaron que sufría un retraso mental. Pero hubo un médico, Jean Marc Gaspard Itard, que fue más allá. Determinó que Victor (el nombre con el que le bautizaron cuando le encontraron) no tenía ninguna deficiencia de ese tipo y que su comportamiento (más animal que otra cosa) y su incapacidad para hablar se debían al aislamiento social en el que había vivido toda su vida. Itard empezó un tratamiento especial para Victor y hasta se le dio la custodia para que pudiera vivir con él y la inmersión fuera completa. 

El proceso fue parecido al de Genie. Al principio, Victor hizo muchos avances y el doctor consiguió que dejara atrás muchos de sus comportamientos anteriores. Sin embargo, llegó el momento en el que esos avances se estancaron. En unos informes que escribió Itard describiendo la evolución del "niño salvaje" concluyó que la recuperación total de Victor era imposible. 

Victor de l’Aveyron murió por una neumonía con 40 años, sin haber sido capaz de integrarse en la sociedad y sin lograr dejar atrás del todo su infancia en solitario. Genie, por su parte, estuvo en varias casas de acogida y lo único que se sabe de ella actualmente es que vive en un centro en California. No se sabe dónde vive exactamente y el estado actual de la "niña salvaje" es un misterio.