Mei Lee tiene un problema. Cuando se enfurece, se transforma en un adorable panda rojo gigante. Y lo hace, sin que tenga control sobre lo que parece una jugarreta del destino o aún peor, un extraño misterio que resolver. Red, la nueva película de Pixar, traslada la típica historia de crecimiento a un escenario novedoso. Y además, dota a su temperamental protagonista de una personalidad encantadora. Entre ambas cosas, la película es una celebración de los primeros años de juventud. También, a los vínculos familiares — por extraña sea la herencia que estos puedan suponer — y a la ternura del autodescubrimiento.

O al menos, esa parece haber sido la intención de Pixar con Red. La película resulta una extraña combinación de registros que no llegan a sostenerse con equilibrio en ningún punto. Sorprende que una de las grandes películas de la temporada sea la que parece una combinación poco afortunada de clichés. O peor todavía, una poca inspirada versión sobre sus anteriores concepciones sobre el crecimiento, el amor familiar y la identidad. Red tiene un comienzo torpe, pero los problemas reales comienzan cuando trata de dirimir su cuestión más urgente. ¿Quiénes somos al crecer? ¿Cómo reaccionamos hacia lo que nos hereda nuestra cultura y costumbres?

Sensiblera, carente de profundidad y con un guion blando escrito co escrito por Julie Cho y Domee Shi, parece ser un traspiés en la larga línea de éxitos de Pixar. Te contamos qué ha ocurrido con una de las películas más esperadas del año y el motivo por el que Red es un experimento fallido. Una mirada confusa y casi ridícula sobre la juventud, sus dolores y esperanzas. Y en especial, la maravilla de comprender el poder de la diferencia. 

Una historia sin demasiados alicientes

Uno de los puntos altos de Pixar siempre ha sido su capacidad para contar historias, en apariencia extravagantes, con humanidad. Desde el mundo de los juguetes hasta lo que ocurre al morir. El estudio ha recorrido un amplio espectro de temas conmovedores de una perspectiva emocionante. Y Red no parecía ser la excepción. La historia de una niña china que debe enfrentar un curioso secreto familiar era la oportunidad perfecta para que Pixar pudiera jugar con sus elementos favoritos. 

No solo no lo hace. Red desaprovecha la oportunidad de utilizar lo fantástico en favor de un efectismo absurdo, plano y poco convincente. La premisa sobre la posibilidad de que Mei pueda transformarse en un panda rojo gigante al disgustarse resulta blanda y confusa. La directora Domee Shi no logra establecer el necesario vínculo entre la maravilla y el mundo interior de su personaje. Además, crea una extrañísima versión sobre el prodigio que tiene más de una caricatura al uso que de un juego de versiones acerca de la adolescencia.

Como si eso no fuera suficiente, la película no lo logra traducir la sorpresa, la alegría y el brillo de la idea de una transformación mágica, en una metáfora apropiada. Durante buena parte del metraje se echa en falta inteligencia, ingenio y buen gusto para narrar lo maravilloso. Al final, Red es un esquema repetitivo de un evento asombroso. Y uno que no termina de unir las partes aisladas de su débil historia.

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Una drama sensiblero y sin espíritu

El tránsito a la adolescencia y los primeros retos de la juventud han sido un tema recurrente en Pixar. Lo mostró con la tercera parte de Toy Story, en que la partida de Andy a la Universidad se convirtió en una ruptura emocional de enorme delicadeza. También lo hizo en Inside Out y más recientemente en Luca. Ambas historias, profundizan sobre la idea de la evolución espiritual, las necesarias transformaciones mentales y físicas, pero en específico, una asombrosa madurez.

Red carece de todas las bondades de Pixar y termina por ser una colección de clichés y gags sin mayor profundidad. Una y otra vez, se insiste en la cualidad de Mei para cambiar de forma. Pero lo que podría ser un acento cómico a una circunstancia más profunda, termina por ser un chiste sin gracia. Mucho más aún cuando la película pierde la oportunidad de establecer verdaderas relaciones entre la herencia, el sentido de lo étnico y el amor familiar. Red es la suma de una serie de giros de argumentales flojos, que al final se derrumban por completo. 

Red tiene una protagonista desagradable

Por lo general, los personajes de Pixar suelen ser entrañables. Inclusos sus villanos, los más curiosos, extravagantes e incluso temibles terminan por ser parte de una historia de contexto valiosa. En Red ocurre lo impensable: Mei, la niña capaz de convertirse en un enorme panda rojo, es virtualmente insoportable. Y no solo al estilo divertido y sorprendente de una antiheroína brillante, sino porque el guion es incapaz de mostrar su evolución. Y mucho peor, de analizar sus diferentes facetas — que se anuncian pero jamás se profundizan — como parte de un todo más elaborado. 

En realidad, Mei termina por ser alivio cómico en su propia historia. Uno borroso, sin mucho sentido y que en realidad no encaja en el tránsito emocional que se le adjudica. Hay una ruptura entre lo que el guion intenta contar y la madurez de Mei, aturdida y cada vez más desdibujada. Y aunque para sus tramos finales, Red logra retomar sus puntos más bajos y Mei sigue siendo un espacio sin definición ni forma en la narración. Quizás el punto más confuso de una película de Pixar sin demasiados alicientes. 

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