Las drogas alucinógenas, como el LSD o los hongos, son bien conocidas por su uso recreativo y los perjuicios que este supone. Sin embargo, también pueden ser muy beneficiosas. Existe una línea de investigación muy interesante en la que se analizan sus propiedades terapéuticas frente a diferentes trastornos de salud mental. Es un área muy prometedora a la que, además, ahora se le ha sumado la inteligencia artificial (IA)

Gracias a esa IA, un equipo de científicos de la Universidad de Harvard y el MIT ha logrado clasificar las diferentes drogas alucinógenas en base a los síntomas que podrían tratar con más eficacia. Las hay con un gran potencial terapéutico frente a la depresión, la ansiedad o el trastorno de estrés postraumático, entre otros. 

Y es que, en realidad, no hay sustancias buenas o malas. Lo que te puede matar, también te puede salvar la vida a una dosis diferente. La demonización de las drogas, alucinógenas o no, depende del prisma a través del que decidamos mirarlas. Ahora, gracias a la inteligencia artificial, los científicos están aprendiendo mucho más deprisa cómo sacarlas del lado oscuro. 

La cara afable de las drogas alucinógenas

El efecto perjudicial o positivo de las drogas alucinógenas depende en gran medida del ambiente en el que se consuman. Lo ha explicado a Hipertextual Miguel Ruiz Veguilla, psiquiatra investigador del grupo PsyNal. “Con las drogas el contexto es importante. Por ejemplo, si las anfetaminas se toman en un ambiente sanitario no se crean los problemas de efectos secundarios y adicción que sí se dan de forma recreativa, incluso a la misma dosis”.

Esto es extrapolable a otras muchas sustancias, incluyendo las drogas alucinógenas. De hecho, Ruiz Veguilla nos ha hablado también sobre algunos estudios en fases muy preliminares que usan este tipo de compuestos para tratar un amplio abanico de enfermedades mentales.

Se está ayudando cómo podría ayudar a sustituir los recuerdos traumáticos una mezcla de terapia psicológica y drogas alucinógenas

Llama especialmente la atención el caso del trastorno por estrés postraumático. Este se da cuando una vivencia traumática queda grabada a fuego en el cerebro de quien la ha sufrido, causándole una gran variedad de síntomas psiquiátricos. “Cuando alguien tiene estrés postraumático, el recuerdo se queda fijado en el hipocampo de una manera bestial”, explica el experto. “Sin embargo, se ha visto que al tomar una de estas sustancias y después realizar una intervención psicológica se podría introducir un recuerdo menos dañino que ese acontecimiento”. 

Es algo aún hipotético, pero resulta muy interesante, tanto por el uso de drogas alucinógenas como por la forma en la que se entrelazan los psicofármacos con la terapia psicológica. Es prácticamente un Inception llevado a la vida real. 

Pero precisamente por lo hipotético que es todo esto son tan importantes estudios como los que se están empezando a realizar con inteligencia artificial. Estos algoritmos ayudan a focalizar mucho mejor la investigación, al señalar qué drogas son útiles para cada dolencia. Y la forma en la que lo logran resulta de lo más curioso.

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Inteligencia artificial para tratar enfermedades mentales

En un artículo publicado en The Conversation, Galen Ballentine y Sam Friedman, dos de los científicos de esta investigación del MIT y la Universidad de Harvard, cuentan en qué consiste este algoritmo de inteligencia artificial.

Como ocurre siempre con estas tecnologías, es necesario capacitarlo con una buena cantidad de datos. Para ello, estos investigadores han recurrido a una base de datos perteneciente al centro Erowid, de Canadá, en la que se recogen más de 6.000 testimonios de personas que han consumido sustancias alucinógenas.

Para la capacitación de la IA se contó con más de 6.000 testimonios de consumidores de drogas alucinógenas

Lo que hace el algoritmo de IA es analizar todos esos testimonios y buscar las palabras que más se repiten. Después, se relacionan con las zonas del cerebro en las que se sabe que hay receptores para cada droga. De ese modo, se pueden buscar sintomatologías asociadas a las palabras más repetidas y, con ello, establecer para qué es útil cada sustancia.

Por ejemplo, se ha visto que los cambios en la percepción social están relacionados normalmente con un receptor de serotonina que se encuentra en la corteza visual del cerebro. En cambio, el famoso sentimiento de trascendencia asociado a las experiencias religiosas típicas de las drogas alucinógenas parece asociarse con los receptores de dopamina y opioides ubicadas en una red cerebral conocida como red de prominencia.

En cuanto a las alucinaciones auditivas, involucraron varios receptores repartidos por toda la corteza auditiva. Como cabría esperar, en realidad.

Con toda esta información, las drogas alucinógenas más conocidas se pueden agrupar de manera que sea más fácil entender qué podría tratar cada una. Después aún llegaría la fase de buscar las dosis, establecer la vía de administración y, sobre todo, comprobar si realmente son eficaces. Para eso están los ensayos clínicos. No obstante, no cabe duda de que la IA ha brindado a estos científicos un magnífico hilo del que comenzar a tirar. 

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